XX.

1K 157 369
                                    

『 M i s e r a b l e  e  i n j u s t a  e l e c c i ó n 』

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 M i s e r a b l e  e  i n j u s t a  e l e c c i ó n 』


«A leader is a dealer

in hope»


...


— ¿Qué está pasando...?

Los jóvenes, alarmados, contemplaron lo alto de la montaña. Algo que provenía de allí arriba hizo retumbar el suelo bajo sus pies con una sensación semejante a un increíble terremoto. Fue tan atronador, que los pájaros incluidos que sobrevolaban sus cabezas, corrían despavoridos por sus vidas.

Era un ensordecedor eco que iniciaba desde el hospital, hasta llegar a sus mismos pies, a kilómetros de distancia. Era como si la tierra fuese a abrirse en cualquier momento. Pero más que nada, aquello parecía... 

— ¿Un grito?— la voz de Todoroki surcó los oídos de sus compañeros, soltando, anonadado, lo que cada uno de ellos sospechaba.

Por segunda vez, aquel sonido taladró tan fuerte que los alrededores comenzaron a zumbar a su son. Los edificios se zarandearon y varias ventanas expulsaron sus cristales, incapaces de aguantar la intrépida potencia que acumulaba aquel agudo sonido.

Un abrumador sentimiento recorrió el cuerpo entero de Midoriya. Fue tan agobiante, que sus piernas le obligaron a quedarse estático en mitad de un paso de peatones, mientras sus amigos seguían trasladando a los únicos civiles que quedaban.

Algo en su interior se revolvía, no sólo por la confirmación del temblor, si no porque sabía, de una manera u otra, que algo malo estaba por venir. 

— Ese sonido... Me dan escalofríos— comentó Uraraka, atemorizada.

Dichos alaridos atravesaban el pecho de cada persona capaz de discernir lo que ocurría; héroe o estudiante, civil o animal. Pues esa voz, impregnada en dolor y angustia, podía ser escuchada desde cualquier parte de la ciudad.

Katsuki observó el hospital tan a lo lejos, en la cima de todo. Cada segundo que pasaba escuchando aquel ruido le aseguraba el dichoso malestar de la tierra resquebrajándose, con pequeñas partículas rebotando en la gravedad. Las últimas aves huían ante los sonidos que salían de aquellas paredes, mientras los árboles se mecían con una calma inquietante.

Eran unos sonidos capaces de incrustarse en tu cabeza hasta el punto de no poder oír nada más que eso. 

Gritos.

Gritos que resonaban como si estuvieran conectados a un amplificador que desorientaba su entonación. Y una sensación sumamente familiar que provenía de ellos.

V O I D | BNHA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora