Capítulo 22.

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Martes. Miércoles. Jueves.


-Mi padre rentó el local de Oasis para el sábado –presumió Jake frente a todos. Me acomodé el morral en el hombro mientras miraba a Alison, incómoda.
-¿No es uno de los clubes nocturnos de la calle doce? –inquirió una de las porristas, la de ojos azules y senos operados. En la escuela existían ciertas restricciones en el Reglamento de ochocientas páginas de infinitas especificaciones y letras chiquitísimas, en las cuales también se tocaba el punto de las operaciones estéticas notorias. Pero desafortunadamente, las porristas apenas sabían leer.
-Exactamente –Jake la apuntó con el dedo.
-¿Cuál es el motivo de la fiesta? –inquirí, mirándolo. Él me rodeó con el brazo, mientras me acariciaba con los dedos. 
-He acabado mi curso de fotografía, quiere celebrar mi logro –sonrió, plantándome un beso en la frente. Por alguna razón apreté los párpados cuando lo hizo, y me crucé de brazos después. El maravilloso Jake Montgomery ahora me parecía un cretino.
-¿Todos están invitados? –preguntó Alison, interviniendo por mí. Estaba decidida, si ella no iba, yo tampoco. Así de simple.
-Claro –sonrió, lo que ocasionó que media escuela lanzara un bullicio y yo emitiera una cerrada mueca de frustración. No es que no me apeteciera ir a la fiesta de mi novio, sino que las reuniones grandes generalmente me traían mala suerte. Que lo confirmen mis antiguos secuestradores.
-Tú irás, ¿verdad que sí, Skylar? –se dirigió a mí, observándome con sus ojos de color chocolate, mientras me sostenía de los hombros con ambas manos.
-Déjame preguntarle a mi madre –dije.
-Anda, tienes que venir –musitó acercándose a mí. Miré de reojo a la multitud, que nos miraba con expectación.
-Yo le voy a preguntar –repetí, sonriendo falsamente, pero apostaba a que sólo me había salido una mueca grotesca.
-Vale –sonrió, mientras me susurraba aquello. Entonces estampó un beso en mi frente y me tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los míos. Tanto tiempo que había estado anhelando este momento, e imaginándomelo todo durante la hora de baño y el almuerzo, y a veces en clases de Química, las cuales ambos frecuentábamos en la misma mesa, y ahora… Todo me parecía incierto. Me preguntaba el por qué…


Alison me acompañó a ver las prácticas del equipo de fútbol por la tarde. Dijo que primero iría a comer algo en la cafetería y que en diez estaría allí.


-Doce de retraso –la miré, sin dejarla sentarse apenas en las gradas conmigo.
-Dos minutos extra por el Nerd de Trigonometría –se excusó, encogiéndose de hombros.
-Ah.

Observamos la práctica hasta su final. A veces envidiaba tanto a Alison, pero en la forma buena, como cuando ves su cabello y deseas ser tan rubia como ella, pero al mismo tiempo cederías tu paraguas para proteger semejante melena, y más cuando se trata del pelo de tu mejor amiga. La envidiaba porque ella podía tener una vida normal a pesar de que sus padres estaban en pleno divorcio, la envidiaba porque ella sólo tenía que acompañar a su mejor amiga a ver un partido por el cual tenía que estar ahí por diversión, la envidiaba porque por más que fuese a fiestas y bebiese toda la cerveza que se le antojaba, nadie venía a hacerle daño, y si lo hacían, ella se defendía hasta dejarlos en el suelo. La vida de Alison parecía tan fácil ahora, comparada con la mía, que era un completo desastre.

-¿Tienes planeado decirle a tu madre lo de Oasis antes de que acabe el año? –bromeó ella, mientras mascaba una goma nueva de mascar.
-Déjame llegar a casa –me reí -. Le diré.
-Ella es muy autoritaria –arqueó las cejas, posando su mirada de vuelta en el partido. Por una fracción de segundo puse mi atención en el juego, y luego de ver que Jake había anotado otra, volví a desviar la mirada hacia Alison.
-Dímelo a mí; vivo con ella –rodé los ojos, mientras me echaba el cabello hacia atrás -. Pareciera que estuviese molesta todo el tiempo.
-Mi madre era así antes de separarse de mi padre –se encogió de hombros. Su actitud al hablar del tema no demostraba interés. Me humedecí los labios con la lengua y me limité a guardar silencio. Pareciera que a ella no le importaba hablar de eso, pero yo lo evitaba de todos modos.
-Como sea, apenas llegue a casa estoy segura de que le diré lo de Oasis –mascullé, hablando conmigo misma, más bien. Estaba decidida. Ali miró su reloj de mano color aguamarina, y frunció el seño.
-¿Ya te quieres ir?
-Ya casi acaba la práctica –enfaticé.
-No, llevamos sólo cuarenta y cinco minutos. Las prácticas son de dos horas por lo menos aquí –me recordó.
-Oh, demonios –me cubrí la cara con ambas manos, frotando mis párpados -. Lo olvidé.
-Si no fuera tu mejor amiga y no te conociera tan bien, diría que te estás jodiendo los ovarios estando sentada aquí –masculló con ironía. 
-De todos modos no puedo irme –reprimí una mueca de fastidio.
-¿Jake?
-¿Quién más si no? –rodé los ojos, divertida -. Y ya le he avisado a mi madre que estoy aquí.
-Va serio, ¿no? 
-¿El qué? –tuve que preguntar, mordisqueándome un padrastro.
-Lo tuyo con Jake –arqueó una ceja con incredulidad.
-¿Por qué lo dices? –me hice la tonta.
-Tu madre ya sabe de él –supuso, encogiéndose de hombros -. ¿Cuándo le has hablado de un chico?
-Solamente estamos comenzando –expliqué -. Ni siquiera estamos en una relación seria.
-Claro que sí –protestó -. Toda la escuela lo sabe, y hasta hace dos semanas se te veía contentísima con eso.

Me quedé sin habla, atascándome las palabras en la garganta. “Sí. Hasta hace dos semanas. Correcto”. Lo raro era que ya sabía el por qué, pero no quería admitirlo y sentirme una basura.

-¿Cuál es tu punto? –sonreí, haciéndome la chistosa mientras me miraba las uñas de color negro desvaído con cara de “necesito un manicure nuevo”, cuando en realidad a mí no me importaba esa mierda.
-¡Te ha invitado a su fiesta! ¡Te ha invitado a ver sus prácticas! –insistió. 
-Vaya, eso sí que es un anillo de compromiso –me burlé. Ella torció los ojos con frustración, dejando escapar un bufido.
-De hecho –volvió a enfatizar, por tercera vez -, sí lo es. Jake Montgomery ha tratado como un saco de huesos a sus antiguas novias.
-¿Cuál es la diferencia? –me reí, y ella me acompañó.
-Pero enserio –intentó calmarse -. Tú has sido la única capaz de gozar de todo esto, llamémosle privilegios, y parece no importarte en lo absoluto –frunció los labios con picardía. ¿Me estaba insinuando algo? ¿Insinuando que a mí no me importaba Jake?
-Por supuesto que me importa –abrí los ojos como platos mientras miraba hacia otro lado, conversando conmigo misma sobre todo, intentando convencerme de algo de lo que no estaba muy segura -. He estado detrás de él por más de tres años, ¿tú crees que lo tiraría todo por la borda ahora?

“De hecho, sí”.

-Estoy bastante segura de que lo harías.

¡Demonios!

-De acuerdo, siento que te has liado contra mí o leíste un chisme falso por mi página de Facebook –bromeé, para zanjar el tema. Ella se echó a reír.
-No, Sky, los chismes de Facebook son muy tontos. La última vez inventaron que Natasha Holman se había acostado con el jardinero de la escuela, ¿puedes creerlo? –reímos al unísono.
-No me sorprendería mucho –me encogí de hombros.
-A mí tampoco, en caso de que el jardinero no fuera un viejo decrépito ni tuviera acné por todo el cuerpo –hizo una mueca de asco y yo la imité, arrugando la nariz.
-Como tu mejor amiga tengo el derecho de sospechar, y ya he sacado mis conjeturas –arqueó una ceja -. Cómo se nota que te gusta otro chico.

Abrí los ojos como platos. ¡¿Qué?!

-Me estoy enterando ahora mismo –bromeé, mientras me reía nerviosamente. Alison me lanzó una mirada de incomprensión. Sí, la estaba embarrando.
-A mí no me tienes que mentir, cielito –se burló. Siempre relacionaba el diminutivo con mi nombre, “Skylar” -. Jake es tan gilipollas como para creérsela, pero yo no.
-Hola, soy Alison Weber y a mí nadie me engaña –me burlé, imitando su tono de voz. Ella se echó a reír dando un golpecito a sus muslos.
-Seguiré pensando que te gusta otro, no lo olvides –me señaló con el dedo, divertida. Asentí con la cabeza sarcásticamente, pero estaba diciendo toda la verdad… O al menos eso creía.
-Y averiguaré quién –sonrió, apretando los labios, lo cual hacía que sus mejillas se hicieran más grandes. Como cuando teníamos diez años. Era una amenaza, aunque estuviera bromeando. No es que Alison amara a Jake, por lo cual insistía en que me gustaba otro muchacho. Sencillamente amaba tener en sus manos la posibilidad de echarme en cara un “te lo dije” acompañado de risas, y de verme con un “mejor partido más inteligente”.

El teléfono me vibró en el bolsillo, estremeciéndome. Lo deslicé por el bolsillo resbaladizo de mi licra negra y lo desbloqueé. Era un mensaje de un número bloqueado. Lo abrí porque pensé que era una de esas molestas propagandas de las telefónicas.

“Sal al campus ahora mismo. Te estoy esperando.


Harry”.


El corazón se me detuvo y se me subió a la garganta, literalmente. ¿Qué? No podía irme de aquí antes de que terminase el partido o Jake se enfadaría. Nerviosa, y con las manos temblándome como gelatina, tanteé la pantalla del teléfono escribiendo una respuesta burda. 

“No puedo. Tengo que quedarme”.


A los pocos segundos, pude calcular más o menos un minuto, me llegó una respuesta.


“Dije que salgas. Ahora”.

Stray - [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora