Caminé hacia mi casa con el libro de Francés aprisionado entre los brazos con los audífonos puestos a todo dar, dando pasos frenéticos por toda la avenida sin prestar atención a los autos que pasaban y lanzaban hojas secas directo a mis pies. Aunque, sin embargo, los mandaba al infierno en mi mente, al tiempo que tarareaba en voz baja una de mis canciones favoritas.
Alison había estado todo el día juntándose con las pijas de las porristas. Vale, ella estaba a punto de entrar en el equipo, pero ella misma me había dicho que nunca se codearía con un montón de soy-una-linda-máquina-del-sexo. Al parecer, había roto su promesa. Y yo, por supuesto, me había quedado esperándola en la cafetería, comiendo pizza fría y tomando café latte, su favorito. Sí, hasta le había comprado el almuerzo. Eso había sido cruel.El viento seco se intensificó, pero, por suerte, las gotas de sudor todavía no habían comenzado a aparecer en mi rostro. Pero de todos modos me froté la cara con un pañuelo rosa de Victoria’s Secret. Todavía quedaban unas cuadras para llegar a casa, y a mí se me había ocurrido la inteligente idea de quedarme a caminar para “pensar sobre lo ocurrido”. Aunque, en realidad, había albergado la esperanza de que regresaría con Ali y un café Starbucks en la mano, mientras nos contábamos cotillas.
Y todo eso se había ido a la mierda.
Me detuve en un banco de madera, y puse los libros encima. Tuve que agacharme bien para atarme las trenzas desatadas de las botas planas negras, donde por debajo se escondían mis pantalones corrugados favoritos. Las uñas de color azul metálico brillaban a la luz del Sol, apuntándome directo a la cara. Sentía la cabeza hervir y la chaqueta acalorarme. Aproveché para quitármela, y proseguí atándome las trenzas. Había comenzado a sonar mi canción favorita de Evanescence. Mientras con mi voz intentaba hacer los sonidos de la guitarra, observé a lo lejos unos ojos azules que brillaron entre la espesura de la gente aglomerada y los robustos árboles cuyas hojas se desprendían poco a poco.
-Flashback-.
-Quítate la ropa.
-¿Qué?
-Quítate la ropa –repitió -. Quiero comprobar si sigues siendo virgen.
-Lo soy.
-Realidad-.Lo observé con la boca entreabierta, apartando mis manos lentamente de mis zapatos desteñidos y gastados, e irguiéndome lentamente sobre la silla. Él no pudo desviar la mirada. Sentí un escalofrío.
-Flashback-.
-Quiero asegurarme. Tu padre me lo agradecerá.
-¿Mi padre?
-Él sólo quiere una buena chica –sonrió.
-Apuesto a que sí –sonreí con amargura, y me solté de sopetón, dándole una patadita en sus miembros -. Buena noche.-Realidad-.
Cuando volví a mis cinco sentidos, me puse de pie y tomé mis cosas con frenetismo, y comencé a caminar en dirección contraria, cruzando la calle. Lo miré de reojo, y el supuesto nadador todavía seguía aprisionándome en sus profundos ojos del color del cielo. La tienda Tiffany’s de enfrente estaba casi vacía, pero sería un total error entrar ahí, aún cuando tenía que comprar un collar que quería de hace tiempo. Desvié la mirada hacia el frente, y volví a mirarlo con el rabillo del ojo, sin parar de caminar ni hacerlo más lento. Una leve sonrisa curvó sus labios, y el resonar de un claxon hizo que me sobresaltara.El vidrio ahumado fue bajado con lentitud, y el rostro radiante de Alison se asomó en él.
-¿Necesitas ayuda para llegar a tu casa? –sonrió, apoyando su muñeca en el volante de color negro, forrado en cuero. Miré por encima del techo del Mercedes de color plateado, viendo nada más que árboles, y esbocé una sonrisa incómoda. Di la vuelta al coche y me subí en el asiento del copiloto, cerrando la puerta con fuerza y mirando al frente. Luché por salirme de mi estado de shock.
-Em –apretó los labios, irrumpiendo en el silencio -. Te he comprado un Frapuccino –musitó, entregándome un vaso gigante con el logo de Starbucks. Lo tomé con la mano temblorosa.
-Gracias –suspiré, apretando los labios y sonriendo. Ella asintió levemente, y puso en marcha el coche, alejándonos a ambas de donde yo había recibido mi enésima mala impresión del día. Miré el café con desdén. Tenía revueltas las tripas.
-Así que, ¿has aprobado el examen de Trigonometría hoy? –inquirió. Asentí, sonriendo con falsedad.
-Síp. Y el profesor me ha dado dos puntos extra por ir a comprarle su café –reí lánguidamente, y ella apretó los labios con incomodidad, sonriendo después.
-Ah, vale –asintió -. A mí me aceptaron en el equipo.
-¡No juegues! –me regocijé, riendo -. Anda, te felicito.
-¡Lo juro! Un par de piruetas por aquí y por allá, y casi destrono a Kimberly Stewart –rió también.
-No compares sus piernas de garza con tus habilidades –bromeé, y ella soltó una sonora carcajada. Luego, nos quedamos en silencio, con sonrisas dibujadas en el rostro. Sin embargo, la incomodidad seguía presente.Me acordé del rubio de ojos azules, que nunca en la vida estudió en la escuela, y mucho menos pertenecía al equipo de natación; ni siquiera al de las tardes. Era un completo extraño. Contorneé la tapa del vaso que contenía el café entero, con el dedo índice, observando con atención el color metalizado de la uña, mientras intentaba no vomitar.
-Ése es tu favorito, ¿no? –inquirió, sonriendo.
-Sí –asentí.
-Yo… –hizo una pausa, vacilante -. Yo creí que tenía que compensarte lo del almuerzo –farfulló -. Fue muy grosero de mi parte.
-No –la atajé, sonriendo con incomodidad, de nuevo -. Está bien.
-De todas formas, tenías razón –se encogió de hombros -. No me la he pasado bien con esas chicas.
-¿Por qué? ¿Te han tratado mal?
-Es sólo que –suspiró -. Te extrañé mucho, Sky.
-Y yo a ti, Ali –sonreí.
-Pude imaginarme lo que se traen Harry y tú –resopló, tamborileando con sus dedos sobre el volante -. A que me has tomado como una zorra, ¿no?
-No, para nada… -suspiré -. Él y yo no nos hemos visto.
-Bueno, lo que sea –sacudió la cabeza -. ¿Encargamos películas el fin de semana?
-Estoy castigada –suspiré -. Pero le diré a mi madre que voy contigo.
-Vale –sonrió.
-También quiero comer contigo mañana –musitó -. Yo invito. Lo de hoy en el almuerzo fue nefasto.
-A que sí –reí lánguidamente -. Vale.Su teléfono resonó desde el bolsillo de su cartera de cuero negra, y ella apuntó hacia la misma con la cabeza.
-¿Revisas el mensaje? Estoy conduciendo –masculló.
Rebusqué en la infinidad de bolsillos que ésta poseía, y deslicé mi dedo en la pantalla, para leer el siguiente mensaje:
“Ten cuidado, Alison. Escuché que la comida que sirven en la cafetería engorda. Skylar debería tomar precauciones sobre eso, estoy harto de escuchar horcajadas en el cuarto de baño. –Un amigo”.
Con el corazón en la garganta, releí el mensaje mil veces en la cabeza, y oprimí el botón de “eliminar” situado en la parte inferior de la pantalla.
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Stray - [h.s.]
FanfictionEn aquella fiesta del chico popular, no recuerdo por que motivo fui exactamente... Pero fue el peor error que eh cometido, Y en un segundo, mi vida no volvió a ser la misma. Dicen que es Oscuro, Misterioso y Agresivo, Pero él solo quería una cosa...