Capítulo 67.

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Me froté las manos en los muslos desnudos, suspirando y girando la mirada hacia el conductor, cuya figura no se develaba aún. Aunque su perfil era casi perfecto, y su voz había sonado amable. Demasiado, diría yo. Esta vez, el presentimiento de estar a punto de ser aniquilada no era tan fuerte como el de la última vez, cuando Smith estuvo a punto de hacerlo con sus propias manos. Esta vez, había algo dentro de mi estúpida mente que me decía que estaba haciendo las cosas bien. Ojalá y no fuera mi parte temeraria y estúpida la que hablaba. 


-¿Quién eres? –tuve que preguntar. La sombra guardó silencio mientras el auto avanzaba abriéndose paso entre la negrura. Di pequeños saltos sobre el asiento espumoso y acolchado, de tapiz aterciopelado. El tablero, de lo que parecía ser madera pulida, apenas tenía un pequeño y antiguo radio encendido, donde sonaba The Cranberries a un volumen muy bajo. 
Era un auto muy antiguo. Quizá un Malibú Classic. No lo sé, no sabía mucho de autos. Pero era ese tipo de coche que ves en un accidente con miles de autos nuevos volando en pedazos a su alrededor, mientras a éste sólo le ves un par de rayones. Tenía entonces que ser una persona mayor al volante. Pero noté mi equivocación cuando la figura negra fue iluminada por las luces de los postes de al lado de la carretera, y el aire estéril rozó y alborotó sus rubios cabellos. Su rostro era infantil, e incluso inocente; sus ojos eran azules como el cielo, y no rebasaría los veintiún años.

-Hablo enserio, hombre. Me metes en tu auto ¿y luego no dices nada?
Soltó una risita muda y me dedicó una mirada divertida de comprensión.
-Lo siento, intenté hacer que entraras en calor.
-He estado caminando en círculos –resoplé. –Ni siquiera sé cómo me alejé tanto de la parada de autobús.
-Debiste recorrer varias millas. 
Arqueé las cejas.
-No sé dónde estoy, ni qué quieres.
-Vamos a donde realmente necesitas estar ahora –respondió con voz amigable. Pero dejó la segunda incógnita sin responder.
-¿Cómo lo sabes? –tuve que preguntar.
-También soy parte de este mundo y, por lo que veo, conozco Arizona un poquito más que tú –sonrió, y no pude evitar sonreír tímidamente. Alejé la vista del misterioso chico rubio, y me pregunté por dentro la razón de ser tan estúpida. ¿Y qué tal si el anónimo me había llevado a una calle falsa y el taxista fuese un inmiscuido en ello? Daba gracias a Dios de haberme enviado a este chico. Al menos se veía buena gente, y su rostro no era ese tipo que te trasmite “hey, voy a violarte”. 
Suspiré en la negrura y me apreté el abdomen con las manos, sintiendo el dolor pugnante por arrojarle algo de comida. Empezaba a sonar Daughter tocar mi favorita, pero que sólo sirvió para cargar de tensión el momento. Suspiré.
-¿Estás acostumbrado a esto? –hablé al fin, mirándolo. Sentía demasiada curiosidad por su rostro demasiado aniñado.
-¿A qué?
-A meter chicas en tu auto sin saber siquiera su nombre –respondí con temple calmado. -¿No te asusta?
-No, no te ves como, una violadora o algo.
Solté una risita, y la reprimí de inmediato.
-Las chicas no violamos –seguí sonriendo. “Maldición, Skylar. Estás dejando que un desconocido te tome confianza. No lo conoces, idiota”.
-Sí lo hacen –replicó amistosamente. –Sólo que son menos reportadas que los hombres.
Arrugué el entrecejo.
-¿Por qué?
-Porque a los hombres les termina gustando –respondió.
-¡Ew! –cubrí mi rostro con ambas manos, asqueada. Sentí su risita gruesa resonar en seco dentro del auto. 
-Estás como, mira tu cara –rió sonoramente, y yo destapé mis ojos con lentitud, reprimiéndome la risa. Tragué saliva, y su risa cesó, dejando una sonrisa en su lugar.
-¿Cómo me conoces? –le pregunté. Si me había escogido a mí y sabía todo esto, algo tenía que saber.
-Tú eres la chica de H, ¿verdad?
Asentí. 
-Ahí lo tienes –sonrió, y entonces entendí que tenía que dejar de preguntar. Miré el tablero, y me aterré con tan sólo ver la hora.
-Once y cuarenta y nueve –susurré. –Diablos.
-¿Tienes escuela?
-Sí –asentí, frotándome los ojos con cansancio. 
-Tranquila, llegaremos pronto.
-¿Llegar a dónde? –musité. Guardó silencio, y entendí que debía dejar de esperar una respuesta. Fruncí los labios y miré hacia afuera, preguntándome qué vendría después.

Stray - [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora