Capítulo 53.

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Ella corrió hacia mí, pero en este momento yo no podría hacer más que gritarle. Estaba en mi estado más indefenso al cargar a una Skylar medio-muerta en brazos, y tampoco me quedaban las fuerzas psicológicas necesarias para decir una palabra. Verla así me había tirado todo encima de los hombros, y creo que yo no sería capaz de soportar si ella… Quiero decir, si a ella le pasara algo por un estúpido error mío. Yo sencillamente no podría perdonármelo jamás, y creo que perdería el único motivo que tenía de seguir en donde estaba. 

Mi mente no podía concentrarse en otra cosa que no fuera llevarla a un hospital y verla bien.

Sus brazos se envolvieron en uno de los hombros de Skylar, y apoyó medio rostro en su cabello, derramando lágrimas sobre él, mientras trataba de controlarlas en vano mientras corríamos hacia la camioneta. 

Con las manos temblorosas, Alison empujó débilmente a Skylar dentro de la camioneta y se limitó a correr hacia atrás, cerrando la puerta sin la más mínima fuerza y sosteniendo su mano pálida inmediatamente. Encendí el coche, y apreté el acelerador dando un golpe con el pie, sintiendo las gotas caer en mi rostro de mis cabellos mojados, y mi camisa adherirse a mi abdomen golpeado. Mi nariz ardía. Miré a Skylar de reojo, ella estaba realmente pálida. Ella se veía totalmente sin vida. 

Conduje por las calles aglomeradas sin importarme una mierda que estuviera excediendo el límite de velocidad. Cuando una persona que amas está al borde de la muerte, en lo menos que piensas es en obtener una multa por conducir demasiado rápido. Tenía que llegar en los próximos diez minutos, y con suerte lograría que ella viviese. Demasiado había sido el maltrato que era una especie de milagro que aún existiese un pulso tangible dentro de ella; sus pulmones hubieran podido explotar como globos y entonces… 

Tragué saliva, apretando con furia el volante entre mis puños. Me negaba rotundamente a considerar esa posibilidad. No. Ella estaría bien. Skylar iba a vivir. Ella iba a vivir, joder. Ella iba a vivir. Ella iba a vivir.


Detuve el auto de golpe sin darle la más mínima importancia al lugar donde me había estacionado, y cargué a Skylar en brazos. Alison corrió junto a mí sosteniendo aún su mano. Lo único que podía pasar por mi cabeza era… vale, en realidad no tenía ni puta idea de lo que pasaba por mi cabeza. Humedecí mis labios al tiempo que subíamos el ascensor lleno de gente mirona, y pasé una mano por mi pelo cuando llegamos al pasillo de emergencias, el cual estaba realmente repleto. 
Un tipo cuarentón de cabellos rubios y estatura mediana se apresuró a dejar unos informes en un escritorio, quitándose la bata blanca y colgándosela al hombro, dando pasos tranquilos hacia la salida. Sentí las miradas encima del cuerpo descubierto de Skylar, quien apenas tenía ropa interior mojada encima de ella, y las cortadas cada vez estaban más deterioradas, dando el aspecto de ser pintadas con acuarelas. Alison me miró con ojeras debajo de sus ojos.

-No saques un arma todavía –ella dijo, antes de marcharse detrás del rubio que se alejaba por el corredor.

-o-

Entregué el cuerpo pálido de Skylar a unas mujeres con uniformes azules pálido, aunque yo no quisiera que me la arrancaran de las manos, porque sentía que tenía que seguir protegiéndola, o ella iba a morir. Miré a mi alrededor, y me remangué los pantalones ajustados húmedos, sentándome apesadumbradamente en la silla ubicada justo anterior a mí, y metí la cabeza entre mis manos, maldiciendo cada segundo desperdiciado. 
Yo sabía que todo esto estaba ocurriendo por mi culpa, y que seguramente yo iría tras ella aún si ella muriese hoy. Y estaba decidido, no me detendría a mirar mi arma antes de colocarla junto a mi pecho si yo llegara a perder a Skylar. Levanté la vista nublada y húmeda antes de frotarme los ojos con rabia; me estaba comportando como un gilipollas y ni siquiera le estaba dando importancia.

-Hey.

Giré la vista hacia mi derecha. Alison se frotó las manos en su pantalón.

-Hey –respondí, desviando la vista.
-¿Cómo lo llevas?
-Jodidamente. ¿Tú?
-Malditamente –respondió ella, mirando al suelo con mirada distante. Apreté los labios y asentí.
-¿Cómo lograste que la atendieran? –le pregunté. Ella soltó un suspiro repentino.
-No quiero volver a quitarme la camisa por esta noche –arqueó las cejas, y se dejó caer sobre la silla, cruzándose de piernas sobre ella. Solté una risita lúgubre.
-No creo que tengas que hacerlo.
-Bien, porque estoy hasta el tope –resopló, frotándose las sienes brevemente. Luego, tragó saliva y volteó a mirarme -. ¿Tú conoces a esas personas?

Tragué saliva. Esperé tanto tiempo para contestarle que pensé que no podría hacerlo.

-Lo suficiente, sí –asentí, humedeciendo mis labios.

Ella asintió, apretando los labios.
-No puedo creer que yo no había sabido nada hasta hoy –comentó, con voz indiferente. Desvié la mirada y junté las manos, entrelazando los dedos fríos -. Y que ella me haya mentido…
-Yo la obligué –la interrumpí, y ella subió la mirada para verme a la cara, que yo no me dignaba a dar -. Le dije que si decía una palabra, ella moriría.
-Ella no tiene por qué obedecerte. Ella no es tu mascota.
-No tenía por qué contártelo –hablé claramente, intentando que lo entendiera de una vez -. No puedes saber toda su vida.
-Al menos la parte más importante de ella –arqueó las cejas. Resoplé, no quería seguir hablando de esto realmente. No tenía relevancia para mí en ese momento, y tampoco estaba muy seguro de si era conveniente que la tuviera después. Guardé silencio, frotando mis manos una con la otra.
-Dime cómo llegaste allí –le pedí, mirando al suelo. Tragó saliva audiblemente.
-Digamos que ella nunca contesta su teléfono –masculló, rompiendo el hielo.
-Típico.
-Sí, bueno… Mi tienda está cerca de esa piscina. Se supone que ahí voy porque nadie sabe de ese lugar; sólo algunas pocas personas… Como criminales y esas cosas. Tú entiendes –su última frase estuvo goteando ironía.
-¿”Tu tienda”? –arqueé las cejas, girándome para mirarla. Suspiró antes de contestar con una sonrisa de vergüenza.
-Laxantes –apretó los labios, mientras se frotaba las manos en el pantalón -. Yo me laxo. Y vomito.
Guardé un silencio que sentí de inmediato.
-Skylar es tu escape, ¿no? –inquirí.
-Sí. Lo es –sonrió -. Ella me distrae de todas esas cosas.
-Entiendo –asentí con la cabeza -. También es el mío.
-Y digamos que con esto también me salvó la vida –se encogió de hombros, sonriendo apenas, mientras sus lágrimas relucían en sus ojos con las luces sombrías del hospital -. Hubiese ido a casa a vomitar de no haber escuchado disparos y a una muchacha pelirroja llorando.
-Sheena –me pasé una mano por el pelo, y me humedecí los labios -. ¿Ella te llevó hasta allí?
-Sí –asintió -. Y… Yo… Mira, si quieres no digo nada, pero…
-No hablemos de esto ahora, ¿vale? –la corté, y me giré de nuevo, frotando las manos de nuevo. Tragué saliva. Mi nariz ardía.
-¿Estás bien? –preguntó ella. Me giré para mirarla. Sus piernas estaban cruzadas debajo de ella; se mordisqueaba un padrastro mirando a lo lejos. Me mordí la mejilla interna. ¿Se supone que debería saber la respuesta a eso?
-Eso no me importa –respondí agriamente -. No es mi bienestar el que me preocupa.
-¿Por qué lo haces, Harry? –preguntó, achicando sus ojos mientras sacudía levemente la cabeza. Yo sabía a lo que se estaba refiriendo. Al obtener mi silencio, enmudeció por unos instantes, retomando el aire después.
-No es buena idea hablar de esto, ¿no? –arqueó una ceja, con sumisión.
-No… -respondí apenas -. Quizá después. Cuando ella esté consciente. 
-Tienes que ir a verte esa nariz –masculló con resignación -. No vaya a ser que se infecte.

La ignoré y respondí con el rotundo silencio que salió de mí, y me froté el rostro con una mano. La miré de reojo.

Ella asintió, humedeciendo sus labios. Puso una mano en mi hombro con suavidad, moviendo sus dedos alrededor de él, y apartando su mano de inmediato mientras yo miraba hacia otra parte donde ella no estuviera cerca. Descruzó sus piernas, y se alejó a pasos lúgubres frotando sus brazos con las palmas abiertas de las manos. 
Bajé la vista, sintiendo cosquillas en la mejilla izquierda. Dejé que la lágrima cayera, cubriéndome el rostro con ambas manos, mientras intentaba pensar en qué demonios iba a hacer ahora.

Stray - [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora