Capítulo 58.

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Entré a la casa arrastrando los pies y mis maletas detrás de mí, arrastrando también la mochila de peso medio que colgaba precariamente entre mis dedos sin importarme si tenía algo de vidrio ahí. Lo dudaba, pues había dejado la mayoría de las cosas en mi vieja habitación que, desde ahora, no volvería a pisar por un largo tiempo. O quizá nunca. 

Me daba cuenta de que había sentido como que quería correr. Sólo irme de repente. Sin notas ni advertencias. Sólo agarrando mi mierda, y marchándome. Así de simple. 

Vacilé antes de subir las escaleras, y me desvié, llevando mis cortos y lúgubres pasos hacia uno de los muebles de cuero negro, con una telaraña mental cociéndose en mi cabeza. Me dejé caer sobre el sillón, acusándome de ser una llorona por no saber utilizar otro recurso que las lágrimas para resolver las situaciones. En mi mente, también, me preguntaba en dónde estaba Harry, que no ponía sus brazos alrededor de mí de una maldita vez y me sacaba de todo esto.

Pero, sin embargo, cuando tuve la calidez de su mano sobre la mía, que descansaba en el sillón mientras mi mirada se perdía en el vacío, lo ignoré, ahogando mis palabras en llanto.

-Vas a estar bien –masculló, apretando mi mano, alzándola y colocándola en su pierna.
-Define “bien”.
-Nena, yo también tuve que dejar a mi madre –farfulló, con voz mesurada -. Supongo que entiendo cómo te sientes.

Tragué saliva, intentando que las lágrimas también cruzaran mi garganta y desaparecieran.

-No quiero sentirme culpable por esto. Tú… podrías volver con ella…
-Voy a estar bien –lo interrumpí, con voz demasiado firme que la que me esperaba -. Sólo no lo estaré hoy.
-Ven aquí.

Me acunó en sus brazos, besando mi cabeza varias veces, y recostándonos a ambos en el sillón. Yo encima de él, mirando al techo, con lágrimas silenciosas que salían de mis ojos y empapaban sus brazos. Suspiré, cerrando los ojos, y pensando todo lo que se vendría sobre mí desde este momento. Y aún así me sentía egoísta; debería estar feliz. Esto es lo que yo siempre había querido. Todo… lo que siempre deseé estando en mi habitación.

Diablos. Mi habitación. Ya nunca estaría ahí, porque ya ni siquiera era mi casa. Ni mi madre. Ni mi padre. Ni mi vida. Ni nada. De mí no quedaba nada. 

Todos se habían enterado de esto. Sabía que las notas no dejarían de llegar. Ahora yo sufría de asma. Me había ido de casa, dejando a mi madre sola en pleno proceso de divorcio y sintiéndome como la peor hija del mundo. No veía a Danny desde que supe que él también se había enterado de todo. Smith seguía vivo; y buscándonos. Cyrus probablemente estuviera pensando las mil maneras pudientes para matar a Harry… Todo se había vuelto un lío, y yo sabía que todavía no estaba segura del todo. Y Harry, mucho menos. 

Me froté los ojos torpemente.

-Acabo de dejar a mi mamá –solté un suspiro de impresión, que se ahogó en mis lágrimas. Acarició mis manos con sutileza -. Todo se ha vuelto un jodido problema.
-Tú no lo afrontarás sola –musitó dulcemente en mi oído -. Yo te voy a proteger de todo. Y de todos.
-No puedes hacer eso –repliqué.
-Nena, te lo prometo –ronroneó, y vacilando unos instantes, detuvo su mano, estatizando la mía también al imponer su fuerza sobre mi debilidad -. Te amo.
-Júramelo –pedí, apretando su mano débilmente.
-Ya es un hecho, nena. Soy tuyo.
-Eres mío –repetí, sintiendo un alivio enfriar mi estómago, y respirando profundamente, sentí su mano acariciar mi vientre por debajo de mi camiseta -. Y yo soy tuya.
-Toda mía –respondió, con su voz rasposa y grave, plantando un beso sobre mi cabeza, que se prolongó el tiempo necesario para hacerme cerrar los ojos e irme a la deriva.

Stray - [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora