Capítulo 63.

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Me desvestí sin siquiera la vaga intención de salir de mi estado de malcriadez y estupor zombi en el que me hallaba metida hasta las narices. Ahora que podía justificarme, pensaba que tenía todo el derecho de ponerme así. 


Abrí el grifo de agua caliente y me introduje a la ducha de cerámica color terracota, dejando que el agua me quemara la piel. Agarré el champú que había dejado ahí la noche anterior, y lo vertí casi entero en mi cabeza, mientras las lágrimas de rabia pugnaban por salir de mis ojos. Las retuve dentro y suspiré, sorbiéndolas mientras apretaba los párpados, pero se me hizo imposible mantenerlas en su lugar.
Noté el líquido caliente salir de mis ojos lentamente, recorriendo mis mejillas, y eché varios sollozos al aire sin mera intención. Y entonces, cuando me di cuenta, estaba hecha un mar de lágrimas en plena ducha. 

-¿Skylar? –escuché decir desde la puerta. Me mordí el labio inferior, prohibiéndome emitir otro sonido audible. Continué masajeándome el cabello, mientras mis dientes apretaban dolorosamente mi labio y las lágrimas continuaban jugándome esa mala pasada.
-Skylar, abre la puerta –continuó, con voz mesurada. Lo ignoré, y metí de lleno la cabeza debajo del grifo del agua hirviendo; más que todo para limpiar las lágrimas. Volví a escuchar golpeteos frenéticos procedentes de la puerta cerrada con llave, e intenté fingir que no me importaba y que no quería abrirle realmente.
Salí de la ducha con pasos torpes, casi resbalándome, y envolví mi cuerpo en una toalla inmediatamente para intentar mantener el calor del agua en mi cuerpo. Al mirarme al espejo, noté mis desmejoradas ojeras en mi rostro cetrino y pálido, y los ojos hinchados apoderándose del mismo. Suspiré y me froté la cara con ambas manos, olisqueando el olor de mi gel de baño Victoria’s Secret. 

Generalmente, podría decir que eran pocas cosas las que yo podía compartir. Y definitivamente, Harry no estaba en esa lista. He ahí mi problema. Él era solamente mío. Me preocupaba realmente el haber creído en sus palabras cuando me dijo que él era mío, y también me preocupaba haber sonado idiota cuando le respondí que yo igual; que yo era toda suya.
Entonces ¿por qué la necesidad de acostarse con otra? ¿Es que acaso yo no era lo suficientemente buena para él? 
Me torturé con mis propios pensamientos hasta que escuché de nuevo unos golpeteos más fuertes, estremeciéndome del susto.

-Skylar, no me hagas esto, Dios –lo escuché lamentarse. –Di algo.

Resoplé con frustración y me sacudí el cabello sin intención de cepillarlo. Quería hacer tiempo antes de tener que salir de ahí.

-¡Skylar, abre la jodida puerta!

Suspiré hondo y abrí la puerta de sopetón, encaminándome por el pasillo hacia el cuarto sin siquiera haberlo mirado de reojo. Y mientras apretaba los brazos enfurruñados sobre mi pecho apenas cubierto por una toalla, me mordí la lengua y sorbí las lágrimas dentro otra vez. Qué difícil era ignorarlo precisamente a él, quien se deslizó tras de mí a pasos rápidos y se quedó de pie en la puerta de la habitación.

-¿Vas a aplicarme la ley del hielo hasta que explote? –él preguntó. “Oh, sí. Claro que sí”, pensé para mis adentros. Tenía demasiadas emociones comprimidas ese preciso día. Abrí el clóset apenas lleno hasta la mitad y saqué lo primero que encontré, aunque estaba segura de que se me vería horrible en cuanto me lo pusiera. Apostaba a que había elegido esa vieja camisa de Paul Frank que nunca me gustó y esos shorts andrajosos que usé por última vez el verano del 2009. Bueno, a la mierda. Pasé de largo encogiendo mi hombro para no tropezar con él, y me dirigí al baño, revisando que estuvieran mis bragas en mi mano también.

-¿Por qué no puedes detenerte por un momento y escucharme? –él habló.
-Porque no me interesa realmente –respondí, cerrando nuevamente la puerta del cuarto de baño y pasando el pestillo con los dedos sonrojados y rígidos. Me quité la toalla de encima y comencé a deslizarme la ropa con frenetismo, sintiendo que algunas partes se adherían a mi piel todavía húmeda.
-Estás actuando tan jodidamente infantil –espetó. –Sal de ahí y enfrenta las cosas.
-No, no quiero. Y si eso es ser infantil, pues bien, soy infantil –grité de vuelta. A continuación, me deslicé la camisa por encima de mis brazos y la acomodé al final, jalando la tela de color blanco desvencijado con una mancha desvaída de café cubriendo una parte de ella. 
No sabía qué pensar sobre lo que había sucedido ese día. Todo era borroso. Quería creer que besarme con Danny había sido un error, y que podría explicarle todo a Harry y estaría bien. Pero yo seguía regresando a cómo se sentía todo. Era como si… antes de este día, nunca hubiese sido besada antes.
Pero no había nada, nada sobre mí que dijera que me gustaba Danny. Incluso, podría creer que era algún tipo de instinto maternal lo que me había llevado a sentir estas cosas. Eso debería contar algo, ¿cierto?
¿Y qué hay de esa chica en ropa interior? Me llevé una mano a la cara y la deslicé suavemente por mis sienes palpitantes, mirando mi rostro poco saludable en el espejo. Mi cabeza definitivamente estaba latiendo. Harry no había mencionado que se acostaba con alguien más. De sólo imaginar la escena me dieron ganas de golpear mi cabeza contra un cactus. 

Deslicé la puerta de la ducha a un lado, y volví a mojarme las plantas de los pies al caminar sobre el suelo recién mojado. Me paré de puntillas y miré por encima de las ventanillas.
Afuera estaba desierto. Los pájaros estaban gorjeando ruidosamente, y el perro de alguien seguía ladrando, pero todo estaba quieto. Los periódicos recientemente entregados seguían esperando en los patios delanteros, envueltos en un plástico azul.
Desvié la vista. No quería salir. 
Salí de la ducha dando pequeños saltitos sobre la alfombra de color gris, y colgué la toalla en el pequeño perchero clavado a la cerámica. Sentía mi propia mirada triste.

-Hey –él sostuvo mi brazo con su mano apenas salí del baño, con la intención de correr al cuarto flotando en mi mente. Miré al vacío, ignorando la fuerza que su mano ejercía sobre mí.
-Deja de actuar como si yo no estuviera aquí –intentó ladear mi rostro con sus dedos, pero aparté el rostro bruscamente.
-Lo que dije –mascullé con voz neutra, e intenté soltarme de sus manos, pero él me jaló hacia él.
-Yo no quería que te encontraras con esto –insistió. 
-Sí. Lo que digas.
-Skylar –insistió, gruñendo. “Uh-oh”, se estaba molestando. –No quiero tener que volver a…
-Me he besado con Danny –solté, y él se detuvo. Giré la vista para mirarlo a los ojos heridos. De acuerdo. Había cometido la mayor estupidez de mi vida.
-Pero qué… -frunció el seño y sacudió la cabeza, soltando mi brazo. -¿Quién es Danny?
-Mi mejor amigo –respondí inmediatamente. –O… algo así.

Su boca se entreabrió, y frotó sus sienes con rabia. A continuación, se dio la media vuelta, y bajó las escaleras a trompicones. Cerró de un portazo, y entonces no escuché nada más.

Stray - [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora