Capítulo 75.

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Una semana después.

Cepillé a través de mi cabello contorneando mis ojeras negras con la mirada, pensando que eran justo iguales a dos hondos agujeros negros. Humedecí mis labios, y jalé los nudos arrancándome pequeños mechones de cabello con el cepillo de cerdas negras, y suspiré. El texto de “sé algo de ti que podría arruinar tu vida” seguía flotando en mi cabeza, asustándome. Traté de barrerlo de mi mente. De repente, mi iPhone pitó desde un extremo de la cama, y me incliné para recogerlo. Deslicé mis dedos para entrar a mi bandeja de entrada de textos, y miré la turbia pantalla luminosa.

“¿La pequeña Skylar necesita ayuda para peinar su cabello? ¿Por qué no llamas a tu madre? Excepto que… ¡Ups! Ella no está ahí para ayudarte. ¡Qué lástima! –Tu amigo”.

Parpadeé. “Sí, Smith, no te preocupes. El día en que acabe contigo podrás llevarte todas tus notas a la tumba”, pensé con rabia, y tiré el cepillo directo hacia la cama, respirando airadamente. Ahora mismo necesitaba mi inhalador. Me volví hacia mi bolso de la escuela, y rebusqué entre los libros amontonados el aparato blanco para el asma. 

-Hola. –salté. Anne estaba justo delante de mí, apoyando sus dedos en el extremo de la cama. 
-¿Estás bien? –ella preguntó. –Pareces como si hubieras visto un fantasma.
-Acabo de recibir uno de esos textos, um… usted sabe –respondí, respirando con dificultad, y sosteniendo el inhalador en mi palma pegajosa. Harry y yo le habíamos contado todo, y luego tuvimos que cuidar que no se desmayara.
-¿Qué decía?
Miré mis manos.
-No importa.
-Bueno, um… vi que necesitabas ayuda para peinar tu cabello –masculló. -¿Quieres que te ayude?
-¿Eh? –sacudí la cabeza. –Bueno, claro.

Ella sonrió, y tomó el cepillo entre sus manos, arrancando los cabellos castaños y volviéndolos una bola, la cual puso en algún lugar detrás de mí. Su cuerpo apenas rebotó en la cama cuando se sentó, y comenzó a cepillar mi cabello tan suave que apenas podía sentirlo. Suspiré, recordando ese horrible y pomposo peinado que Amanda me hizo para mi primer día en la escuela en séptimo grado. Recuerdo que Alison me había comparado con un puddle, y, horas más tarde, ella me descubrió llorando justo al lado de los arbustos.

-¿Es sobre tu madre? –ella preguntó, y yo levanté mi vista, perpleja.
-¿Q-qué? –arqueé las cejas, desorientada.
-El texto que recibiste –respondió con amabilidad, mientras alisaba mi pelo. -¿Es sobre ella?
-¿Cómo usted sabe?
-Harry me contó algunas cosas, cuando te fuiste así de repente la semana pasada.
-Oh –bajé la mirada, cavilando. Al menos no había recibido un texto sobre eso. Hubiera sido mucho peor. Necesité de un momento para responder. –Sí, era sobre ella.
-Lo siento, cariño. 
Me encogí de hombros.
-Nop. En verdad está bien –mentí. No me hacía del todo bien hablar sobre Amanda, y mucho menos luego de lo de la última vez. Ella sólo… había estado evadiéndome.
-Ella debió haber sido más comprensiva contigo –añadió.
-Pero ella no es como usted, Anne –respondí, con un nudo en la garganta. –Le cuesta aceptar cosas que desconoce.
-Oh, claro. Yo lo sé. Cuando Harry se fue de casa, me costó mucho asimilarlo. Sobre todo aquella vez, cuando mostraron su rostro en la televisión y dijeron que la policía lo estaba buscando… Creí que nunca volvería a hablarle. Pero, luego de un tiempo… comencé a extrañar a mi hijo varón, y obviamente que Gemma también lo hizo. –hizo una pausa para desenredar un nudo, y luego continuó. –Tú deberías darle tiempo, cariño. Ella sólo está muy confundida, y adolorida ahora.

Reflexioné con los ojos aguados en lágrimas. Sentí, de repente, que el cepillo se detenía y se apartaba, hasta que ya no lo pude sentir más, y Anne rodeó su brazo por encima de mi cuello, y me dio un pequeño apretón.
-Lo siento mucho –murmuró. –Siento lo que estás pasando, nena.

Las lágrimas picaban dentro de mis ojos. Se sentía bien estar situada en los brazos de una mamá, aunque ella no era mi… mamá.

Mi iPhone resonó estruendosamente en la habitación anunciando una nueva llamada entrante que nos estremeció a ambas, haciéndonos saltar. Sorbí con la nariz y pulsé el botón verde. Era Matt.

-¿Pequeña? –musitó.
-Ella al habla –mascullé. Lo había visto en varios programas de televisión y pensaba que sonaba cool.
-Tienes que venir ahora mismo al almacén. Smith se aproxima.

Mi corazón dio un giro de 360 grados, y me levanté de la cama casi automáticamente.

-¿Por qué quieren que vaya? ¿Está Harry ahí?
-Sí, él está aquí. Y tú tienes que mover el culo y venir ahora mismo. Sé que Smith dirá cosas sobre tu padre.
Mi estómago se achicó.
-¿Mi… padre? ¿C-cómo lo sabes?
-Intentaré explicarte o lo que sea. Tú sólo llega.

Y colgué, mirando a Anne con los ojos abiertos como platos.

Stray - [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora