Capítulo 79.

108 3 0
                                    

Me desperté en una gruesa colcha de plumas color rosado. Mis pensamientos iban y venían conforme me daba cuenta de que no estaba en casa, y ni siquiera en mi propia casa. A lo lejos, quizá tras la puerta que me mantenía encerrada en la habitación repleta de Pósters de Robert Pattinson y de viejas portadas de Vogue, sonaba débilmente una canción de Paramore en el reproductor. Entonces lo entendí. Estaba en casa de Ali.

Entonces, de repente, todos los acontecimientos de ayer comenzaron a fluir libremente por mi cerebro, haciéndome apretar los párpados con fuerza y llevarme una almohada con olor a Splash de frutas a la cara, ahogándome. Me di la vuelta, y me di cuenta de que mi respiración era superficial, y que no disponía de mi inhalador ahora mismo. Se me había ocurrido dejar el bolso en casa cuando… cuando salí de pelear con Harry.
Lo recordé inmediatamente. Su rostro rojo de furia y sus ojos tintineando de luz. Su labio inferior hinchado y temblando. Mis pasos resonando fuera mientras bajaba las escaleras y el aterrador sonido de mis palpitaciones bombeando fuertemente contra mi pecho. Incluso ahora, mi respiración se sentía mojada en mis oídos.

Yo le había dicho que lo odiaba, y luego me di la vuelta sin reconocerme a mí misma. Antes de eso, había permanecido inmóvil contra la pared de cemento roído en el mismo almacén donde Smith había sido asesinado justo frente a mis ojos. Y si Smith era el anónimo… ¿eso significaba que ya no volvería a recibir más notas? ¿Y que todo esto se había terminado?
Mi cabeza latía. Había recibido una agria noticia por parte de los labios de Smith, también. Cyrus quería matar a Harry, y lo había enviado ahí para hacerlo. ¿Cómo reaccionaría ahora que seguramente sabía que él estaba muerto? ¿De qué otra manera podría intentar hacerle daño a Harry, o lo haría él mismo?
Pero yo no dejaría que él le hiciera algún daño. Después de todo, yo seguía siendo su hija, y tendría que lastimarme a mí también.

Sacudí la cabeza con amargura. Me sentía como en una sesión de psicología inversa conmigo misma. Me senté en la cama con dificultad, y entonces ahí estaba Alison, alisando su camiseta Abercrombie azul desteñida con las manos.

-¡Hey! –ella sonrió, y se dejó caer sobre su trasero en la cama, dando pequeños saltos también, riendo.
-Hey –musité débilmente. Sentía mis ojos hinchados y apostaba a que lucía horrenda.
-¿Ya estás mejor? –ella preguntó.
-Claro –mentí. Aunque sí, bueno. Una parte de mí estaba contenta de haberme librado de Smith. Pero la otra parte de mí, no tenía ni idea de qué hacer con respecto a Harry. Y ni siquiera sabía si lo que habíamos tenido fue una pelea real.
-Qué bien –sonrió de oreja a oreja. –Ayer tuve que dejarte aquí, ¿sabes? Lloraste toda la noche.
-Yo… lo siento –me encogí de hombros, sintiéndome muy pequeña y patética de repente.
-Hombre, ¿por qué te disculpas? –ella abrió sus ojos. –Somos mejores amigas, duh.
-Sí –intenté sonreír, pero tan sólo terminé bostezando
-Escucha, um... –suspiró, haciendo una mueca de esfuerzo. –Alguien está aquí y quiere verte.
-¿Dónde está tu mamá?
-Ah –hizo una mueca. –Se fue de vacaciones a Europa hace como dos días. Vamos.
-Pero yo… acabo de despertar.
-No importa. Sólo tomará un momento. Además, yo sé que tú vas a amaaaaaar esta visita –sonrió. ¿Qué estaba escondiendo? Sacudí mi cabeza con amargura y me levanté de la cama tambaleándome.
-Bien –grazné, escuchando más fuerte y clara la música de Paramore ahora que había salido. Las escaleras de la casa de Ali eran rectas hacia abajo, y el barandal era totalmente blanco, de algún material pulido que era delicioso tocar y tocar. Sentías como que acariciabas marfil con los dedos.
Ella se situó justo a mi lado, bajando las escaleras a trompicones mientras yo intentaba no ver doble. 
Y entonces, cuando me senté en una de las sillas de madera del comedor de Alison, ahí estaba él, observándome, con sus ojos hinchados y sus perfectos labios entreabiertos.

-Sky –él musitó. Me aclaré la garganta y me estremecí de frío, metiendo mis manos entre mis rodillas. Miré a Alison, y ella se sacudió inconscientemente, moviéndose atolondradamente.
-Oh, yo… lo siento –rió con nerviosismo. –Voy a preparar chocolate caliente, o… cualquier otra cosa que se me ocurra –ella sonrió, y salió disparada hacia la cocina. Sin embargo, yo sabía que ella se mantendría escuchando. 
El reproductor seguía sonando a un lado de la alejada cocina, pero no era tan fuerte como para ocultar el sonido de nuestras respiraciones.
-Te traje esto –musitó, sacando del bolsillo delantero de sus pantalones mi iPhone. Lo acercó con sus dedos, hasta que lo empujó suavemente hacia mí, y yo apenas pude mirarlo.
-Ah… Claro. Um, gracias –musité. 
Escuchaba el aire seco de Arizona golpetear contra las ventanas de la casa espaciosa y ecoica de Alison, lo que me hizo pensar y preguntarme si ella estaría escuchando todo. “Por supuesto que sí”.
La música del reproductor cambió a cierta canción de The Beatles que mis padres solían cantar juntos cada fin de semana cuando regresábamos de la playa en el coche. En la misma época perfecta de mi vida que ahora se había desvanecido por completo, y que ahora me parecía que nunca me había pertenecido a mí, sino a cualquier otra chica.

-Siento haber dicho que te odio –mascullé, encogiéndome de hombros. –Yo… sólo estaba molesta. Realmente no quiero pararme ahí a mirar cómo te rindes.
-¿Quién dijo que me rendí? –él interrumpió. –Tú misma dijiste que decir tus sentimientos no significa que seas débil. 
-Ya sé, pero… -me mordí el labio. –Creí que, de alguna manera…
-No voy a rendirme –interrumpió de nuevo. –Y mucho menos cuando alguien nos está buscando allí afuera.

Podía escucharlo susurrar. Y aún así, su voz seguía siendo grave y hermosa. Sus ojos verdes estaban rojos, totalmente inyectados en sangre, como si no hubiera dormido nada en lo absoluto. Tan sólo llevaba una camisa blanca holgada que descubría parte de su pecho y sus tatuajes, un pantalón negro ajustado y sus zapatos semi-formales de cuero marrón. Su cabello estaba despeinado, y hoy sus manos lucían increíblemente tocables.
-Lo siento –dije al fin. –Perdóname. Todo esto es nuevo para mí, y la mayoría del tiempo no sé lo que estoy haciendo.

Sin darme cuenta, mis manos ya estaban sobre la mesa, sonrojadas y temblando. ¿Qué tal si él sólo había venido para botarme? Finalmente, sus ojos descendieron hasta mis manos, e inmediatamente las cubrió con las suyas.

-Lo que dijiste ayer… Bueno, dolió –me dedicó una suave mirada herida, y no pude evitar morderme la mejilla interna.
-Lo siento –insté. –Lo siento… A mí también me dolió. Me sentí como un trasero.
-No eres un trasero –él se rió. –Quizá el miedo sí es para cobardes.
-No –lo corté. –Bueno, a veces. No lo sé.
-Podría perder todo, menos a ti. No quiero tener que alejarme de ti y sentir como que tengo que ser como antes.
-No tienes que hacerlo, en realidad –sacudí la cabeza. –Yo… Estoy cansada de pelear. Creo que la única que ha sido débil en todo esto está aquí frente a ti.
-No es cierto –insistió. –Creo que ya has tenido suficiente. 
Miré su labio, ya no estaba tan hinchado. ¿Podría dolerle si yo le robaba un beso? Bajé la mirada, y cautelosamente me senté junto a él, sin dejar de sostener sus manos cálidas. Había pequeñas cicatrices abiertas en ellas, y contorneé con la vista los tatuajes en su muñeca, justo al lado de su reloj. ¿Serían esas marcas y tatuajes, parte de su vida? ¿Testigos de sufrimiento?
-Todavía me acuerdo de la primera vez que te vi –él soltó una risita. –Sigues siendo exactamente igual. Y yo no podría estar más enamorado de ti.

Su respiración estaba sobre la mía. Su olor era una mezcla de jabón y perfume masculinos, y sus labios casi tocaban los míos. Harry levantó la vista casi automáticamente y yo me giré. Alison se mordía las uñas cerca de nosotros, y luego dejó una mesa con galletas en el centro.

-Lo siento –ella sonrió, y se alejó a zancadas torpes. Soltamos una risita al unísono, y besó mi frente, apartando una de las manos para sostener la parte de atrás de mi cuello. Me aparté de él para mirarlo a los ojos, y él sonrió.
-Siento no poder darte ni un solo día decente –se encogió de hombros mientras bromeaba. 
-¿Quién dice que quiero que mi vida sea decente? –le guiñé un ojo de vuelta, y me encontré sonriendo tontamente. De repente, volví la mirada hacia mi iPhone cuando se produjo ese desagradable sonido de sus vibraciones contra la mesa de vidrio, y el teléfono de Harry sonó en su bolsillo también, por lo que tuvo que apartar una de sus manos para buscarlo.
-Espera –musité, antes de que él siquiera pudiera leer el texto. 
-¿Qué pasa?
-¿Qué tal si es el anónimo de nuevo? –jadeé, sintiendo que mi estómago se encogía. Él chasqueó su lengua y puso los ojos.
-No lo creo –él espetó.
-Nuestros teléfonos acaban de sonar al mismo tiempo –musité mirando alrededor, como sintiendo que alguien nos estaba observando -. ¿Acaso eso no es raro?
Harry frunció el seño. 
-Sky, Smith está muerto. El anónimo ya no existe.
-Pero quiero asegurarme –insistí. –Vamos a abrir el mensaje, juntos.
-Bien… 

Entonces, ambos nos miramos el rostro, y presionamos la pantalla de nuestros teléfonos al mismo tiempo. Entonces, sentí mis entrañas sacudirse violentamente y la mano de Harry se volvió fría, y sostuvo mi mano mucho más fuerte.

“¡Ja! ¿De verdad pensaron que yo era Smith? Por favoooooooooor. De hecho, han hecho mucho por mí al quitarlo del camino. Sólo les advertiré una cosa: su pequeña y linda historia de amantes trágicos está por terminar, y no de la mejor manera. 
Y creo que ya lo he dicho. Esto no se termina, hasta que yo decida que lo haga.
Con cariño, -un amigo”.

Stray - [h.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora