Las abuelas -y un que otro adolescente- tienen ese don, o regalo de dios, de poder tejer con mucha facilidad. Ya sea con lana o hilos; y con ayuda de unos palillos, pueden hacer todo tipo de cosas: bufandas, sweaters, guantes, gorros. Sin embargo, están esas personas que apesar de poner todo su empeño, no logran siquiera desenredar la lana de los palitos. Un buen ejemplo: Klaus Hargreeves.
Su habitación estaba tal cual la había dejado: posters de superhéroes de hace más de dieciocho años, paredes de un color mostaza con garabatos y dibujos; y cuadros neutrales que le daban al cuarto una vibra del departamento de un adicto. Porque, más o menos, era lo que era.
Pasos pesados de zapatos se escuchaban en el pasillo del segundo piso, alguien se dirigía a su cuarto. Pero él no tenía tiempo de ver quién era, estaba en una lucha con la bola azul de lana.
Con la puerta de la habitación entre-cerrada, se podía ver a Klaus tendido en la cama, en un intento de hacer algo productivo. Por lo que al tocar la puerta, el dueño de las pisadas no espero un "adelante" y procedió a entrar como Pedro por su casa. Técnicamente, lo era.
—Arriba —dijo el invitado, entrando al cuarto—. Nos vamos.
—¿A dónde? —preguntó el dueño de la habitación, levantado la mirada al escuchar la orden de su hermano.
—A salvar al mundo.
—¿Eso es todo? —inquirió en tono cansado, soltando sus manos de la bola de lana y con la mirada en otro lado— Genial. —habló, dejando la bola a un lado.
—Así que Pogo dijo que papá se suicido para reunirnos a todos —razonó el chico, moviendo la mano y caminando por la habitación—, ¿no?
—Sí —respondió Klaus, recogiendo el primer par de medias que vió—. ¿Entonces?
—Me puso a pensar —dijo Cinco, volviéndose a su hermano—. Tuve que saltar al futuro para averiguar cuándo pasó, pero papá... —dudo, moviendo cada vez más la mano y bajando la voz—... no podía hacerlo —hizo una pausa, con la mirada perdida y mirando frenético las ventanas—. ¿Cómo supo que debía suicidarse una semana antes del fin del mundo?
—Bueno —explicó Klaus, colocándose un calcetín—, ya sabes...
—No respondas —señaló Número Cinco, apuntando con un dedo—. Eso fue retórico.
Klaus Hargreeves miró a su hermano con ojos abiertos, pero de ironía. Había terminado de ponerse su calcetín negro.
—Toda nuestra vida nos ha dicho que salvaríamos al mundo del apocalipsis.
—Siempre pensé que decía eso para asustarnos y laváramos los platos.
—Yo también —Cinco dejó de caminar para pronunciar esa frase, tenía las manos en los bolsillos y miraba a Klaus con razón—. ¿Pero y si el viejo de verdad sabía que iba a pasar?
—Si —agregó el adulto, estirando una nueva camiseta para así lucir su vestimenta—, ¿pero cómo lo sabía?
—Ni idea —culminó el azabache, acercándose a Klaus y mirando a sus, no tan lindos, ojos—. El hecho de que su plan funcionó se mantiene —prosiguió—. Todos vinimos a casa —había un tono de disgusto en la voz de Cinco—. Ya que estamos aquí, hay que salvarlo.
—¿Sí? ¿Qué? —el Hargreeves "mayor" logró colocar a la perfección su última prenda, la camiseta, de varios colores como si esta, hubiera sido bañada en una agua de acuarelas— ¿Nosotros dos?
—Idealmente, no. —comenzó a caminar a la puerta mientras seguía con la conversación—. Pero... Debo trabajar solo por el momento.
—Oh, ya que lo mencionas —interceptó Klaus—: Ayer por la noche conocí a una chica. Muy simpática, por cierto.
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Dear Five | Number Five | [#1] {PAUSADA}
FanfictionMe siento en la silla rígida de madera frente al escritorio del mismo material y saco todo lo que voy a necesitar: Papel y pluma. Posiblemente un sobre pero no creo que sea necesario, no ahora, no después de 728 días. Dudo mucho que me queden sobres...