Casualmente, fue a parar a unas cuantas calles del hospital en el que en algún momento estuvo con Allison.
Allison. Si quería que ella estuviera bien tendría que buscar asistencia médica, y pronto porque, por más que ya hubiera gente en el lugar, los policías demostraron en más de una oportunidad ser inútiles.
La sangre no le daba impresión. Pero la sangre que ella estaba acostumbrada a ver no salía en abundancia mientras una conocida agonizaba y apenas formulaba las palabras.
Toda su ropa, por más que era negra, estaba seriamente empapada en líquido rojo y podría resultar sospechoso que una adolescente esté sola, de noche y empapada en sangre de un accidente que no había ocasionado. Apresuró la caminata hasta llegar a la amplia entrada del hospital.
Cruzó corriendo el estacionamiento frontal que había antes de entrar por la puerta giratoria de cristal del hospital.
Se dejó llevar por el impulso del movimiento de la puerta que casi choca con un paciente que recién había salido de quimioterapia, sino fuera porque la enfermera que lo acompañaba lo adelantó justo a tiempo para que Megan no se lo llevará puesto.
Una vez parada en el centro del vestíbulo, a sus costados había dos pasillos con direcciones distintas tan blancos como la nieve y escasamente llenos, dobló su cabeza a la izquierda para ver cómo el paciente y la enfermera se alejaban; la segunda dando golpes en la espalda del hombre y mirando asustada a Megan.
Les hace un gesto con la mano en señal de disculpas y empieza a buscar en su entorno la entrada de emergencias, hasta encontrarla se percata de que nadie había entrado por ella por al menos una semana.
Su cabeza giraba inconscientemente en cualquier ángulo posible en busca de ayuda del personal médico que se ausentaba en ese momento.
Era su culpa. Todo era su culpa. Tendría que haber hecho las cosas bien desde un principio. Si no se hubiera metido en el medio, Allison no estaría perdiendo la voz en ese instante.
Aunque, si no hubiera bajado del auto, probablemente habría llegado tarde y quién sea que fuera que manejaba el auto y sus acompañantes, prácticamente se la hubieran llevado por posible sospechosa. Nadie se creería el cuento de que estaba esperando que dos hermanas hicieran las paces.
De las mangas de su chaqueta caían gotas redondas y densas de sangre, y aterrizaron en el piso de mármol blanco. No recordaba haberse empapado tanto con sangre espesa, pero el olor era insoportable y mundano.
Se dió cuenta de la presencia de la recepción, justo enfrente de ella. Avanzó a zancadas con paso decidido y ceño fruncido, sin parecer nerviosa. Le inquietó que la enfermera que atendía la recepción no notará su existencia, así que empezó a tocar desesperadamente el timbre que había cerca de un plan de evacuación. Las yemas de los dedos le dolían de tantos movimientos repetitivos.
La enfermera estaba sentada en una silla negra de escritorio giratoria, como la puerta. Vestía un uniforme de residente verde agua, con un bolsillo sobre el corazón y un bolígrafo negro dentro de esté. Su atención absoluta se centraba en la última edición de una revista de polémicas, que también tiene su propio programa presentado por Miriam Lanzani, conductora.
Levantó únicamente la vista, como si su cuerpo no reaccionara. Sus ojos azules de alcantarilla conectaron con los avellana de Megan.
-¿Qué se te ofrece? -preguntó la mujer, alargando sus palabras mientras masticaba un chicle-. Sí eres de las que quieren galletas...
-¿Qué? No, no - aseguró Megan, entornando sus ojos y negando con la cabeza mientras apoyaba sus manos en el escritorio-. Escucha, hay una chica herida, está sangrando y no estoy segura de si está del todo viva.
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Dear Five | Number Five | [#1] {PAUSADA}
Fiksi PenggemarMe siento en la silla rígida de madera frente al escritorio del mismo material y saco todo lo que voy a necesitar: Papel y pluma. Posiblemente un sobre pero no creo que sea necesario, no ahora, no después de 728 días. Dudo mucho que me queden sobres...