41. La nota de improviso

204 21 14
                                    

Una cosa es dormir en una cama de dos plazas, con almohadas tan ligeras que tu cabeza se hunde y sábanas tan acogedoras que en invierno son perfectas para el frío.

Otra cosa totalmente diferente es dormir en una silla de hospital, individual, con un respaldo más duro que una roca y sin, naturalmente, un abrigo para taparse.

Megan ocupaba la segunda opción.

Le explicó a la enfermera de la recepción como llegar a la cabaña de Harold Jenkins, la dirección exacta y la apariencia de Allison para que pudieran traerla. No tenía ni idea de lo que haría una vez lo hicieran.

Desde entonces, habían pasado unas largas tres horas. Tres horas desde que la enfermera se había ido y no había vuelto. Sin una noticia nueva. El reloj en la pared marcaba un poco menos de la media noche.

Con su diminuto cuerpo ocupaba dos asientos y medio, para dormir un poco más cómoda; aún así con las rodillas dobladas apuntando al pasillo. Cubría su torso, o la mitad, con su chaqueta de cuero que se sacó ante de dormir por la calefacción que enfriaba el lugar. A pesar de eso, su abrigo se le caía continuamente al suelo cuando se movía por la incomodidad de su posición.

Frotaba sus codos para aislarlos del frío y hacía su esfuerzo por cerrar los ojos para que la luz latente del techo no le diera en la cara.

De tres horas, durmió dos y soñó una. Se visualizaba a sí misma abollando una lata de refresco, como solía hacer Lila cuando se enojaba o simplemente ya no había más gaseosa. Un sueño raro, pero le ayudó a distraerse.

Mientras repetía la imagen de Lila y ella desayunando un tazón de cereales con nueve años, sonreía inconscientemente. Desvaneció la sonrisa al ver cómo la imagen se borraba y la Lila del pasado le agitaba el hombro.

-Despierta, despierta

-Despierta, despierta

Se levantó de un salto. Sacudiendo su cabeza y con todo su cabello alborotado, y algunos mechones en la boca. Se los sacó con ayuda de sus dedos y esparció la suciedad en su ropa.

Le sonrió somnolienta a la enfermera de antes, que traía consiguió una planilla.

-¿Volvieron? ¿Está bien? ¿La puedo ver? -se apresuró a decir, amontonando preguntas.

-¿Acaso nos estas tomando el pelo? -preguntó la enfermera, con temple enojado.

-No se de qué estás hablando.

-Primero mientes con una identidad falsa y luego fijes haber sido testigo de un asesinato, oye... oye ¿que te pasa? -alegó, sus ojos titubeaban.

-No le estoy tomando el pelo a nadie -musitó, clavando su vista en los ojos de la enfermera-. Soy completamente conciente de lo que ví.

-¡Puede dejar de mentir!

-¡Pero no lo estoy haciendo! -exclamó, con brazos abiertos de la sorpresa-. Ví claramente como esa mujer le cortaba la garganta a Alli...

-No hay nadie en la cabaña.

Megan se quedó estupefacta. Replanteando las palabras.

-¿Qué? Seguros que...

-Niña, no me hagas perder el tiempo -dijo la enfermera, posando su mano en su hombro y luego acariciar su mejilla-. Tengo trabajo que hacer.

La residente se alejó caminando hacia su puesto de trabajo, con aquella planilla en brazos; y Megan siguiendo sus pasos con la mirada.

Lo último que tenía pensado hacer era quedarse ahí, sentada, esperando a que pasarán otras tres horas.

Miró por última vez a la mujer y giró la cabeza para enfocarla en su nuevo curso.

Dear Five | Number Five | [#1] {PAUSADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora