Capítulo 21: Hot pot

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Yoongi cree que se queda sin oxígeno.

Hay un par de preguntas inconclusas y respuestas con nombre, sin embargo, incluso de esa forma cree que todo carece de sentido. Y sin sentido, la música no tiene ritmo, y mucho menos valor. ¿Cómo se siente? La respuesta es difusa.

Las primeras horas son de lo más normal. Con los ojos ligeramente cerrados por el cansancio y sus zapatos que repiquetean contra el suelo de su casa. Todos lo observan, como si se tratara de un pequeño ser anormal; como si fuera a romperse o empezar a dar piruetas de la nada. Como si se tratara de un día extraordinario.

Hay algo sobre aquellas inevitables despedidas, algo que en el fondo no termina de aceptar. Esta aquel e inevitable sentimiento de tristeza; ese que te eriza la piel y transforma todas las cosas que suceden alrededor. Yoongi piensa que no es el fin del mundo, aunque a su parecer, hay un par de cosas en la lista que asemejan algo inevitable.

Yoongi espera en la recepción de la cafetería, no se mueve de una esquina y sus tazas de té parecen interminables. ¿La razón? Probablemente de lo más ilógico. Piensa demasiado y quizás la falta de sueño le juega una mala pasada. Aún puede sentir un par de manos cálidas sobre las suyas, y una tonta y bonita sonrisa admirándolo.

Yoongi cree que Seokjin llegara en cualquier momento; como si fuera a bajarse del avión y volver a casa; como si fuera a decirle que todo aquello es simplemente una broma. Mientras más lo piensa y para ser sincero, no es como si fuera volar desde Londres, nada más por un capricho suyo.

Sin embargo, ahí esta Yoongi. Firmemente sentado en un banco de la cafetería de sus padres, con una taza más de algún tipo incierto de té. Sus pies repiquetean y alguna canción de su playlist suena en el fondo; por momentos, la campanilla de la puerta suena y el vuelo de sus ojos es inevitable. Yoongi es un iluso.

No sabe que esperar, y mucho menos cuando. Siente que enloquece. Siente que se queda sin aire y que de la nada, el mundo entero pierde su sentido.

—Debemos cerrar —su padre le dice en algún punto indeterminado—. ¿Me ayudas?

Las palabras suenan de forma distinta, y algo en su inconsciente le dice que exagera.

—¿Podemos esperar media hora más? —quizás, hay algo de súplica en su tono; algo que simplemente invita al mayor a asentir—. Cerrare solo, no te preocupes.

Yoongi lleva años trabajando en la misma cafetería, más de un largo tiempo tocando el piano, y sin querer, más de lo necesario enganchado a alguien. ¿Es así como se siente? No lo entiende.

Incluso cuando sus manos rosan sus mejillas, y una pequeña y fría brisa se asoma sobre su piel; no lo entiende. Quizás es la costumbre, o bien, la falta de la misma. Es probable que sea un simple fantasma, o la tristeza de uno extendiéndose sobre su piel.

Es un momento extrañamente largo el que le toma aceptar ciertas cosas.

Parado bajo el umbral de una puerta, en medio de una calle cualquiera en Seúl; Yoongi lo acepta. No lo entiende, porque bien, para comprender, necesita deshacerse de toda su maraña emocional. Pero, acepta ciertos parámetros.

Se queda un instante; un par de minutos y más de cientos de segundos. Llena sus pulmones y frota sus brazos con la palma de sus manos. La luna brilla de una forma distinta y las estrellas parecen bailar ante una melodía desconsolada.

Su teléfono vibra en medio de sus bolsillos y el sentimiento de ver un nombre exacto en la pantalla es extrañamente nuevo. ¿Por qué de repente el mundo se siente tan fuera de lugar?

Tastes just like home.    (ksj+myg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora