Capítulo 18 (+18)

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En el capítulo anterior.....

BEN:__¿Sabes lo que quiero ahora? -susurró contra su piel.

CAMI:__Creo... que sí.

BEN:__¿Estás preparada, para eso?

La respiración se le agitó más a Camila.

**********

Benja......

CAMI:__Si lo estás tú...

BEN:__Quiero devorarte. Entera.

CAMI:__Pero... puede que me vuelva loca.

BEN:__Eso es lo que pretendo.

Con el corazón desbocado, empece mi viaje besándole la suave piel hasta llegar a su ombligo.

El aroma a colonia se mezcló con el embriagador aroma de su excitación y el de las flores aplastadas cuando enterré la lengua en la suave depresión.

Camila gimió y se retorció debajo mio.

Descendí más abajo.

La seda de sus medias y los tacones altos me excitaron más de lo que hubiese admitido y decidí no quitarle todavía nada.

El trozo mojado de tela que cubría el objeto de su deseo fue apartado con facilidad.

¡Estaba tan bonita!

Y tan saturada de deseo.

La toqué con suavidad con un dedo y ella gimió.

Mantuve la caricia sutil mientras le daba besos como plumas en la parte interior del muslo y deslizaba la lengua por el encaje de su media.

El deseo me asaltó mientras le dedicaba la misma atención al otro muslo, subiendo aún más, acercándome más a su objetivo.

Por fin, la besé en los rizos oscuros y ella gimió.

Cuando por fin deslice la lengua por la delicada perla allí albergada que esperaba por él Camila gritó y se retorció.

De repente impaciente por la fina tira de encaje que le negaba el acceso total, la agarré con los dedos y la arranque con los dientes.

Por fin.

Deslizando los hombros entre sus muslos vestidos de seda, busqué mi recompensa.

El sabor de ella me hizo gemir de delicia.

Mientras sus femeninos gritos de placer llenaban la habitación, me sumergí en la sensualidad de sus medias, sus sandalias, las sábanas de satén, la música erótica y sobre todo, en la apasionada mujer que se estaba abriendo entre mis brazos.

El clímax le llegó con rapidez, demasiado rápido para mí.

Camila alzó las caderas y tomé todo lo que me ofreció hasta que ella se desplomó, temblando y gimiendo, y me preparé para hacer una exploración más paciente.

Ella intentó apartarse de mis manos, pero estaba débil del alivio.

La sujeté con facilidad y seguí el camino elegido.

Al cabo de poco tiempo su ligera resistencia se desvaneció con un gesto de deseo que casi me llevó al limite.

Y estudié su cuerpo, aprendí la caricia que la hacía gemir, el lametón que la llevaba más lejos, el frotamiento que la volvía loca.

Mientras la llevaba al precipicio por segunda vez, sentí una fiera oleada de posesión.

Los pensamientos racionales se borraron cuando consiguió extraer de ella aquellos íntimos jadeos mientras se iba oleada a oleada en explosivas convulsiones.

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