DEVONMe encontraba golpeando la bolsa de boxeo a un costado del gimnasio del barrio cuando escuché como alguien me llamaba desde atrás.
Al voltear, reconocí a Maddy, ahora sonriéndome desde arriba del cuadrilátero. Llevaba los guantes de boxeo, y sus dos trenzas se encontraban despeinadas y sudadas por el entrenamiento.
–¿Me ayudas a entrenar? –me preguntó ella mientras se apoyaba en el gran elástico que rodeaba el cuadrado.
Rápidamente, dirigí mi mirada al gran reloj que colgaba de la pared, y al notar que todavía no era demasiado tarde, cedí.
Caminé hasta el ring con tranquilidad mientras me secaba el sudor de la frente con mi camiseta blanca, y me escabullí por debajo de los elásticos para entrar en él.
Una vez allí, no me molesté por quitarme las vendas que protegían mis nudillos de la bolsa que antes golpeaba, y tomé los escudos azules que se encontraban en el suelo, para colocármelos en ambas manos.
–¿Y Rob? –le pregunté por su entrenador con tranquilidad.
Ya había ayudado a jóvenes entrenar arriba del ring, era un trabajo fácil, lo único que debía hacer era mantener la almohadilla firme para que la patearan y golpearan con los puños.
–Ha tenido que reunirse con unos tipos. –me comentó mientras ajustaba el abrojo de sus guantes y señalaba la puerta de su oficina con la barbilla.
Luego de mirar en aquella dirección, asentí con la cabeza, y cuando me encontré listo, presenté mis brazos para que ella comenzara a golpear.
Maddy no tuvo piedad con los puñetazos, y parecía realmente empeñada en intentar provocar movimiento en mi cuerpo, pero no lo estaba logrando.
Unos minutos pasaron antes de que la morocha comenzara a cansarse, y cuando su energía pareció agotarse, dejó de golpearme para recostarse sobre sus rodillas.
–Quítate los escudos, peleemos. –me propuso ella con seguridad.
Exhalé como respuesta, junto con una sonrisa de costado.
Había visto pelear a Maddy un par de veces, era buena y sabia como moverse, pero medía casi la mitad de lo que yo medía; no podía pelear contra ella.
–No. –me negué.
Pero ella no se rindió, y la observé recomponer su compostura mientras hablaba.
–Vamos, sé lo que estás pensando –me intentó de leer la morocha–. Pero soy más difícil de vencer de lo que crees.
–¿Por qué tienes tantas ganas de pelear conmigo? –indagué mientras me recostaba en uno de los palos que sostenían los elásticos de alrededor.
–Porque caminas por la vida como si fueras el puto amo, y estoy segura que se sentirá bien hacerte un poco de daño. –confesó con seguridad y orgullo.
Algo que me hizo reír por lo bajo, si tanto quería pelear, pelearémos.
–De acuerdo –finalmente cedí–. Ponte el protector de cabeza. –le indiqué mientras se lo lanzaba, para luego buscar con la mirada unos guantes de boxeo por el gimnasio.
Pero no divisé ninguno, así que supuse que me conformaría con las vendas que todavía rodeaban mis nudillos, no planeaba pegarle fuerte de todas maneras.
La morocha bufó por un momento, pero hizo lo que le había pedido.
Maddy podría ser terca y orgullosa, pero no era idiota, sabia que era necesario proteger su cerebro de cualquier accidente.
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El heredero de fuego [Terminada]
Romance"El universo ha jugado a invertir los roles, y esa rubia de ojos verdes había sido enviada para enseñarme una lección." Cuando Amber se ve obligada a mudarse a Portland, tiene que despedirse de su vida en Nueva York y su escuela de elite para termi...