Capítulo 40: Cubriendo tus errores con títulos

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AMBER

Luego de bajar a desayunar, me di una ducha rápida sin mojar mi cabello, antes de dejar el baño libre para que el morocho lo utilizara.

Me encontraba colocándome mi vestido cuando me percaté que el celular de Devon sonaba en la pequeña mesa de luz, pero lo ignoré, volviendo a mi atuendo.

Me miré al espejo y me acomodé la tela que ahora cubría mi cuerpo, se trataba de un vestido azul que había usado solo una vez hace mucho tiempo. Era largo, tenía tirantes de cadena plateada, y el escote llegaba hasta mi estomago.

Cuando me encontré colocándome mis aros plateados, volví a escuchar el móvil sonar.

–Te ha llegado un mensaje. –grité por los aires luego de unos segundos, mientras terminaba de colocarme el último aro.

–¿Podrías fijarte si es Christian? –me preguntó él desde el baño.

A juzgar por el ruido del grifo y una cuchilla rozando la piel, supuse que estaba demasiado ocupado afeitándose.

Todavía descalza, caminé por la alfombra hasta alcanzar el aparato. Al tomarlo, me bastó con apretar el botón de inicio para leer el mensaje en la pantalla de inicio.

Se trataba de un mensaje de una tal Cassandra, y decía:

"Diablillo, ¿esto es tuyo? Lo encontré en casa, estaba debajo del sillón donde lo hicimos la última vez."

Debajo, había una foto de un anillo simple y dorado.

Aunque nunca lo había visto en los dedos de Devon, lo que decía aquel mensaje provocó que mi corazón cayera hasta el piso.

Permanecí inmóvil por unos segundos, con la vista fija en la pantalla y mis manos ahora temblorosas.

Releí el mensaje con esperanzas de que mi mente me haya jugado una mala pasada, pero lo único que conseguí fue que aquellas palabras me apuñalaran aun más profundo.

–¿Y? –escuché al morocho preguntar desde la otra habitación.

Pero no respondí, me encontraba incapaz de hablar.

¿Qué mierda se suponía que le diría?

En cambio, junté las fuerzas para caminar hasta el baño y una vez dentro, sin emitir palabra, le entregué el aparato.

Unos pocos segundos bastaron para que Devon leyera el celular y volviera a alzar su mirada en busca de la mía, que luchaba por mantenerse nítida.

Pero las gotas que se formaban en el rabillo de mis ojos ahora me empañaban la vista.

El morocho se limitó a mirarme como un cachorro que acababa de romper algo muy valioso.

Intenté mantener la compostura y me obligué a aguantar el nudo en mi garganta antes de darme media vuelta y comenzar a retirarme del baño.

–Amber..., espera.

Devon ahora me seguía desde atrás.

Caminé hasta el centro de la habitación y me limité por permanecer allí de pie, dándole la espalda con la vista fija en la ciudad que se lucía a través de la ventana, y abrazando mi propio cuerpo en busca de contención.

Lo escuché intentar hablar pero, en un repentino impulso por encontrar la respuesta a la pregunta que se me había formulado instantes después de leer aquel mensaje, pregunté.

–¿Cuándo? –mi voz salió dura y calculadora.

Todavía dándole la espalda, sentí como las lágrimas desistían la presión en mi pecho y comenzaban a caer por mis mejillas.

El heredero de fuego [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora