Capítulo 50: Conectados por piel

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AMBER

Luego de agradecerles a mis padres por el festejo y convencerlos de que no podía no asistir a mi propia fiesta sorpresa, junto con Devon y Matthew nos dirigimos hasta nuestros vehículos.

–¿Me dejas manejar tu Audi? –me preguntó de repente el morocho.

Lo pensé por unos segundos, analizando cautelosamente la situación, pero después de reconocer que él era mejor conductor que yo, le lancé las llaves.

–Trátalo como si fuera el tuyo. –le advertí mientras intentaba evitar que la lluvia arruinara mi cabello, y me subía al asiento del acompañante.

Nunca había dejado que alguien más lo manejara en el poco tiempo que lo tenía, y se me hacía raro viajar de ese lado del vehículo.

–De acuerdo. –contestó sin protestar, mientras echaba el asiento para atrás y ajustaba el espejo.

Pero ver como Devon buscaba con la mirada a Matthew, que ahora le hacía señas con la mano desde el otro vehículo, me alertó.

–¿Qué sucede? –le pregunté mientras intentaba descifrar lo que su amigo le había intentado comunicar.

–Nada. –contestó él.

Luego de encender los parabrisas para poder ver a travez del agua que caía sin control del cielo, Devon condujo el auto fuera del terreno de mi casa, a la par con Matthew.

Cuando nos encontramos en la gran calle que nos llevaba al barrio del morocho, observé que el BMW azul de Matt ahora se nos acomodaba al lado en un semáforo.

El semáforo se volvió naranja, y noté como la sonrisa del morocho comenzaba a expandirse mientras cruzaba miradas con su amigo.

–¿Qué haces? –hablé con miedo.

–Rubia, sujétate fuerte. –me advirtió él, ahora con ambas manos en el volante y haciendo el motor rugir.

Pero cuando quise decirle que no lo hiciera, mi Audi ya se encontraba chillando contra el pavimento mojado y corriendo la carrera contra el auto de Matthew.

–¡Devon! ¡Para! –grité aterrada.

Nunca había ido a más de 80km por hora con mi auto, y Devon estaba alcanzando los 100km por hora en una calle con tráfico.

Las gotas de mi ventanilla ahora salían despedidas hacia atrás, y la lluvia golpeaba con fuerza contra el vidrio delantero. No se veía absolutamente nada, pero a Devon no pareció preocuparle la falta de visión.

Me agarré de lo primero que encontré y comencé a preocuparme por los autos de adelante.

–¡Mierda Devon desacelera! –volví a imponer.

Pero, aparentemente, el morocho no se rendiría hasta pasar el BMW que todavía corría a nuestro lado.

Otra acelerada hizo que el vehículo llegara a los 120km por hora, y cuando mi Audi pasó a Matthew, Devon comenzó a soltar el acelerador, justo a tiempo para volver a tener control de la velocidad y frenar con tranquilidad en el siguiente semáforo en rojo.

Me quedé mirandolo completamente indignada, y cuando finalmente se dignó a enfrentarme, comencé a estampar puñetazos en su brazo.

–¡Eres un idiota! –lo insulté entre golpe y golpe mientras lo escuchaba reír–. ¡No es gracioso!

–¡Me has dicho que lo tratara como si fuera mi Jeep! –me reclamó entre carcajadas, haciéndose el gracioso.

Noté como él se frotaba el hombro luego de que le pegara y me miraba con sorpresa, no esperaba que aquella fuerza saliera de mí.

El heredero de fuego [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora