Capítulo 10: Jugar a ser tu hijo

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DEVON

La rubia abrazó mi cuello con sus brazos y dejó reposar su cabeza en mi pecho. Rodeé su cadera con mis manos para atraerla aún más cerca mío, sintiendo como la tela dorada de aquel vestido se movía debajo de mis palmas y me dejaba recorrer sus curvas con mis dedos.

Nos movimos al ritmo de la música como si no hubiera nadie más allí. En aquel momento, lo único que me importó fue sentir su cuerpo moverse en sintonía con el mío.

Me concentré en el olor de su cabello en mi pecho y en el calor de sus brazos rodeando mi cuello.

Sus uñas acariciaban mi piel en círculos y se veían tentadas a continuar camino por mi nuca hacia mi cabello, pero por algún motivo, no lo hacían, sino que paraban su recorrido al llegar hasta su comienzo, torturándome.

De repente, sentí como Amber separaba su rostro de mi cuerpo para alzarlo y mirarme fijo a los ojos.

–Hay algo en ti que me... –comenzó a explicar con una pizca de tristeza en la voz, pero no pareció encontrar las palabras indicadas para terminar de hablar.

–¿A qué le tienes miedo? –pregunté divertido, sabía que sus pensamientos se encontraban influenciados por el alcohol.

La observé pensar mientras analizaba su rostro concentrado.

–A ti... –confesó en un susurro inseguro.

Me reí ante el oscuro pensamiento que salió de su boca por los efectos del alcohol, y decidí jugar con su imaginación.

–Rubia, soy demonio para algunos y ángel para otros, solo asegúrate de no terminar en mi lista negra –bromé, citando la conocida frase. Pero a ella no pareció causarle gracia, y ahora me miraba con los ojos grandes–. ¿Lead Cenobite? ¿Hellraiser? –intenté ubicarla pero, como era de esperar, no pareció reconocer el título de aquella película–. Estoy bromeando.

Me vi obligado a aclararlo para hacer que la rubia volviera a respirar, y noté como una sonrisa se esparcía por su rostro.

–¡Me has asustado! –exclamó ella dándome un pequeño golpe en mi pecho con sus palmas.

–No es mi culpa que no te conozcas los clásicos. –me excusé.

–Pues lo siento por ser tan básica. –se disculpó la rubia, ahora se la escuchaba molesta.

–Yo no he dicho eso. –aclaré mientras tomaba un mechón de su cabello que ahora se interponía en su vista.

Aquella acción hizo que mi pulgar rozara su labio inferior, y luego de colocar el cabello detrás de su oreja, mis dedos comenzaron a contornear su mandíbula puntiaguda hasta llegar al lugar que anteriormente había tocado por error.

Al llegar, noté que sus labios estaban calientes y se hundían debajo de mi pulgar.

Recorrí con lentitud su carne hasta llegar a la parte más gruesa, para luego tirar de él con suavidad, haciendo que la punta de mi dedo se humedeciera al tocar el interior de su labio inferior.

Me percaté de cómo la rubia ahora se encontraba rendida ante mi tacto, su mirada fija en la mía, mientras mis ojos recorrían un trayecto que iba desde su boca hasta sus ojos.

Sin realmente planearlo, me relamí los labios y me acerqué hacia ella, con lentitud y haciéndonos sufrir a ambos, hasta que finalmente mis labios alcanzaron los suyos.

Retiré mi dedo que se había quedado atrapado entre nuestras bocas, para proceder a llevar mis manos nuevamente hacia su cintura y acercarla a mí, juntando nuestros cuerpos.

El heredero de fuego [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora