Después de la segunda guerra mágica, Amelia Lupin, decide irse de Londres para poder superar la muerte de tantas personas queridas. Así es como llega a Forks. Superar, es lo que ella quería, pero no siempre las cosas salen como queremos.
Agradecimi...
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El dolor no se iba, se aferraba en mi pecho creando un vacío de tristeza y soledad.
Aun recordaba las lagrimas caer por mis mejillas mientras lanzaban tierra aquel trozo de madera, que contenía-nuevamente- a alguien importante para mi.
La vida siendo igual de injusta que siempre.
Después de la guerra y la muerte de miles de magos, mis amigos y yo decidimos quedarnos en la madriguera hasta que las cosas se calmen y podamos enterrar a nuestros seres queridos.
Aparte, teníamos que pensar que hacer ahora. Hermione había decidido ir en busca de sus padres y terminar Hogwarts. Ron y Harry no sabían que hacer a continuación.
Por mi parte había decidido irme de Londres junto a mi únicos familiares vivos: mi tía Andrómeda y mi medio hermano Teddy. Mis familiares entendieron mi decisión y la respetaron pero me hicieron prometer que estaríamos en contacto y que volvería.
Al principio me iba a ir sola pero mi tía decidió acompañarme ya que igual necesitaba un cambio de aires y también me dijo " ahora solo nos tenemos a nosotras, no te dejare nunca"
Los días antes de irme la pase en la madriguera, Molly Weasley intentaba parecer feliz y subirnos el animo pero en las noches lloraba sin control la perdida de su hijo. En aquellos momentos pedía estar sola así que yo me quedaba del otro lado de la puerta viendo la luna en lo más alto mientras que las gruesas lágrimas se resbalaban por mis mejillas.
Oh Fred Weasley, tu partida se llevó un pedazo de todos nosotros.
Ojalá te hubiera salvada, ojalá te hubiera abrazado, ojalá te hubiera dicho una última vez cuanto te amo.
Pero ahí se quedan mis súplicas, en un triste "ojala".
Desde su perdida sentía como el fantasma de su presencia me seguía, en cada esquina esperaba verlo riendo a carcajadas, en las cenas lo veía lleno de comida en todos los lugares menos es su boca y en la soledad de la habitación podía oler su aroma, que con el tiempo también se desvanecía como su risa en mis memorias.
No podía, más bien no quería seguir en aquella casa, en aquel lugar en donde el recuerdo constante del ojalá me perseguía.
No fue fácil decir hasta pronto, pero de igual forma necesitaba huir de aquel recuerdo. Por eso llegue a aquel pueblito. Forks...
