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El último toque de labial y estaba lista. Llevaba casi media tarde arreglándome para el concierto, hace un rato llegó el vestido a la habitación, era púrpura, realmente hermoso. Me sentía lo más precioso de este mundo frente al espejo, una lástima que Edward aún no llegara.

Desde que se fue no me ha enviado ningún mensaje, tampoco es que haya mucho de qué hablar desde el incidente. Mi cabeza no ha podido enfocarse en otra cosa que no termine en la nueva atracción sexual que tengo con el adulto que me presta su habitación de hotel.

Mis pensamientos se rompen como una bola de cristal cuando escucho la puerta de la habitación dando acceso a alguien, no hacía falta especificar quien estaba pasando por el umbral.

-Hola, ¿Hay alguien?- Escuché su voz provenir de la sala de estar.

-Estoy en el baño, ahora salgo.- Dije casi en un chillido con los nervios de punta, solo tengo que hacer como si nada pasara.

Acomodé un par de cabellos a mi peinado y desdoblé algunos detalles del vestido antes de abrir la puerta.

-Ya estoy lista.- Comenté caminando hasta el sofá donde él se encontraba.

-Luces...magnífica, ninguna palabra te queda porque sobrepasas los límites.- Dijo de una manera tan seguro de sí mismo que comencé a sonrojarme, maldita sea.

-Me siento muy halagada. ¿Tú ya estás listo?- Pregunté sentándome en el sofá que se encontraba enfrente notando que no vestía como se había ido en la mañana.

-Sí, tuve que ir a un hotel que estoy supervisando y llevé mis cosas ahí para arreglarme.- Comentó reincorporándose y le seguí el ritmo.

-Su brazo, bella dama.- Dijo tomando las llaves del coche que se encontraban a su lado y a la vez extendiendo su brazo para que lo tomara y así hice.

Caminamos hacia el lobby donde empezaríamos a fingir que éramos pareja cosa que no me desagradaba en lo absoluto. Cuando salimos del hotel su coche ya se encontraba enfrente y solo subimos, no había gente viendo y eso me hacía sentir más cómoda.

En el aire aún se podía sentir cierta incomodidad por alguna extraña razón. bueno, no tan extraña, era por lo de la mañana. No le quería dar mas importancia pero mi cabeza no podía dejar de pensar en eso y en lo mucho que me ponía imaginar qué hubiera pasado.

Pero ¿Qué mierda esto pensando? No está bien. ¿O sí?

-¿En qué piensas tanto?- Dijo una voz haciendo que girara mi cabeza desde la ventana hasta su cuerpo.

-Nada importante.- Dije dejando caer mis hombros.

-Nada importante, vaya.- Vaciló con un silbido al final.

No tardamos en llegar al teatro, todo lucía precioso, amaba esta vibra. Entramos hacia la recepción y Edward presentó los boletos y pudimos subir las escaleras hasta nuestro palco.

Al parecer presentaría una obra llamada Carmina Burana, Edward decía que era su favorita así que estaría pendiente de mis reacciones al concierto.

Estuvimos charlando un poco sobre lo lindo y cómodo que era el teatro aunque un poco frío.

-¿Siempre te pones así?- Preguntó de una manera muy curiosa.

-¿Cómo?- Respondí a su pregunta sin saber a lo que se refería.

-Así- Dijo señalando mis pechos, el corte de mi vestido me obligaba a utilizarlo sin sostén y la tela siendo de satín hacía que el frío se hiciera más que evidente. La verdadera cuestión era ¿Qué hacía viendo mis pechos? o mejor aún, ¿Por qué no me molestaba que me viera?

¿Seremos Una Historia Cliché?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora