Capítulo 6: Acostumbrándome a ti

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Tres semanas habían pasado desde que el rubio se infiltró en su vida. El día que lo conoció lo había detestado demasiado y le sorprendía saber que ahora se llevaban bien. Ese molestoso y encimoso rubio era todo un paquete de locura, diversión, creatividad y energía.

No era fácil para él aceptar afecto físico y se le dificultó adaptarse a los abrazos efusivos de Chris, luego de tres semanas juntos comprendió que era simplemente parte de su personalidad y a veces tenía estas muestras de cariño de forma involuntaria con los chicos del grupo. Pero para él aún era difícil acostumbrarse.

A lo que se había acostumbrado era a las conversaciones con el rubio, decía todo lo que llegaba a su mente y tenía la manía de saltar de un tema a otro, para Edward era sorprendente la manera tan fácil en la que se desenvolvía al hablar. 

Aunque sus personalidades fueran como el fuego y el hielo, él se estaba acostumbrando a la compañía del rubio, todo parecía muerto hasta que Christofer entraba a la oficina inundando el espacio con mucha energía. El rubio siempre decía una broma que los tenía a ambos riendo a cada hora.

Así como en una ocasión que estaban todos en Hi-N-Bye y empezó a transmitirse por los parlantes del restaurante el coro de la canción Livin' On A Prayer de Bon Jovi. Christofer ni siquiera lo pensó cuando empezó a cantar a todo pulmón y se desplazaba por el lugar moviendo su cuerpo al ritmo de la música llamando la atención de las personas en el lugar quienes no duraron en aplaudirle por el espectáculo que estaba regalando. Cuando terminó hizo una reverencia mientras los demás no dejaban de aplaudir, salieron del lugar entre risas.

Estaba revisando su agenda cuando la puerta de la oficina se abrió y no pudo evitar sonreír con la escena frente a él.

—Paquete entregado para el señor Edward Rogers — Dereck entró a la oficina cargando a Chris en su espalda.

—Esto no es lo que ordené — se puso de pie y se acercó — quiero un reembolso, este producto está defectuoso — se cruzó de brazos.

—¡Oye! — se quejó el rubio frunciendo el ceño mientras Dereck lo dejaba en el suelo.

—¿Por qué lo conscientes tanto? Él puede caminar solo — bromeó volviendo a su asiento y negaba con la cabeza.

—Nos encontramos en el elevador, dijo que estaba cansado — Dereck se sentó en el sillón y recostó su cabeza en el respaldo.

—Siempre tiene hambre y siempre está cansado — el castaño rodó los ojos.

—No es mi culpa, tuve que correr hacia el estacionamiento y eso me cansó mucho — dramatizó el rubio sentándose frente a su computadora. 

—¿Por qué fuiste al estacionamiento? — preguntó el castaño

—Es que no recordaba si había apagado o no la motocicleta — sonrió, haciendo que sus ojos se achinaran — pero resulta que sí lo había hecho — bufó rodando los ojos.

—Eres único — Dereck se puso de pie y acercó para revolver el cabello del rubio — me voy a la oficina, tendré una reunión en unos minutos — se despidió y salió de la oficina.

—Él es lindo — dijo Christofer cuando Dereck cerró la puerta.

—La mayoría de las personas teme acercarse a él porque se ve intimidante, pero es todo lo contrario cuando lo conoces — el rubio rio bajito — o... ¿te referías a que es lindo físicamente?

—Es lindo en ambos aspectos — rio entre dientes — pero no te pongas celoso, tú eres más lindo — le apretó una mejilla.

—¡Oye! — se quejó, pero sabía que se había sonrojado.

**

—He terminado, me voy a casa — Christofer apagó la pantalla de su ordenador — y más vale que hagas lo mismo porque ya es tarde — se cruzó de brazos y entrecerró los ojos.

—Tranquila mamá, ya casi termino — bromeó.

—Solo me preocupo por ti — abrió la puerta para mancharse — Nos vemos el lunes.

—Nos vemos — respondió sin apartar la mirada de la pantalla de su ordenador.

—Pero que cortante ¿no me vas a tirar un beso, aunque sea? — preguntó juguetón

—Ya vete de una vez si no quieres que te ponga más trabajo.

—Sabes que no tengo problema con quedarme un rato más y darle color a tu vida. No sé por qué te resistes, sabes que te encanto — dijo entre risas y luego se marchó — ¡No me extrañes el fin de semana! — escuchó que gritó desde afuera de la oficina.

Luego de tres semanas a su lado ya se había acostumbrado a esa personalidad y los comentarios que el rubio le soltaba como si nada, no hizo más que reírse entre dientes.

Rubio molestoso — murmuró.

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