CAPÍTULO 9: Al caer la noche

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[N/A: Ya que la semana pasada no publiqué, esta publico dos (?)]

Esto era demasiado para mí. ¿De verdad Saeran iba a venir? Trate de contactar con Saeyoung, pero fue imposible. Todo cuanto había en mi pantalla era el mensaje de Saeran. Traté de mantener la calma, de ser paciente, de decirme a mí misma que todo saldría bien porque sabía lo que ocurriría, que el conocimiento es poder... Pero la verdad es que al más mínimo ruido pegaba un salto.

Decidí que estar encerrada en casa estaba acabando con mi salud y salí a pasear. Continué tratando de hacer funcionar el teléfono, pero nada de lo que hacía servía, el «Ya estoy llegando, princesa» era todo cuanto podía ver. Sin darme cuenta, y tratando de evitar la vuelta a casa, comenzó a caer la noche. Me apresuré en volver. Pensé en las posibilidades que había de que apareciese y cómo. Seguramente sería como Unknown, dado que esto no era Magenta, seguramente sería el Saeran canon de la Deep y la Normal Story, así que debía prepararme para entradas por la ventana, cristales y amenazas. Trataría de no enfadarle y con eso sería bastante pacífico. Luego, cuando creyese que soy inofensiva, saldría corriendo.

Es curioso cómo puedes planear algo durante horas y terminar por no hacer nada de eso en cuestión de segundos. Las calles comenzaron a hacerse más silenciosas y vacías. La gente no estaba fuera de casa tan tarde entre semana. La farola que iluminaba mi parte del camino comenzó a parpadear y me detuve. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y miré hacia atrás. No pude ver bien, pero sí distinguí una silueta, un hombre con capucha negra cubriéndole el rostro, pantalones desgarrados y botas militares negras. Estaba quieto. Sin moverse lo más mínimo y decidí acelerar el paso. «Es Unknown, es Unknown, es Unknown» me repetí una y otra vez tambaleándome mientras trataba de andar más rápido. Miré hacia delante. Mierda. Había olvidado por completo que para llegar a casa tenía que pasar por una calle sin iluminar, bastante estrecha y sin ventanas que diesen hacia ella. La otra opción era dar la vuelta e ir por el otro camino, más largo, pero más seguro. Me giré creyendo que quizás no le habría dado tiempo a seguirme hasta aquí y podría correr hacia el otro sitio, pero ya era tarde.

El desconocido se quitó la capucha. No había ninguna duda. Camiseta roja sin mangas, la chaqueta cayendo ligeramente por el brazo, ese ojo tatuado en el hombro y cubría la mitad de la cara con una máscara. Empecé a retroceder sin apartar la vista de él mientras caminaba lentamente hacia mí.

― E-Espera... Espera, por favor... ―supliqué.

― ¿Cómo te va organizando la fiesta? ―le miré desconcertada mientras seguía avanzando hacia atrás― ¿Sabes quién soy?

Esa forma de sonreír... Esa pregunta... No sabía si funcionaría, tal vez estaba confuso y ni siquiera comprendía que esto era una realidad distinta a aquella en la que él vivía, como le ocurrió a su hermano.

― E-Eres el hacker... ―contesté con un hilo de voz recordando el séptimo día de la ruta de Saeyoung.

― Qué dama tan inteligente... Entonces puede que me entiendas... Sabes, yo fui quien te habló por primera vez... ―sí, estaba repitiendo esos diálogos. Entonces vi ahí una vía de escape― ¿Te gustó el correo? Era una invitación... Nuestro paraíso... ―vale, ahora hablaría de Magenta y... Saeran se comenzó a reír, y eso me descolocó por completo.

― ¿Q-Qué pasa...? ―me miró al tiempo que se bajaba la máscara y me dejaba sin salida hacia la que ir.

― Eso se supone que debo decirte, ¿no?

― ¿Qué? ―un escalofrío recorrió mi cuerpo.

― Ahora se supone que trato de llevarte a Magenta y, ¡oh! Sorpresa~ El pelirrojo aparece para salvarte, ¿ocurre así? ―no sabía qué contestar a eso. No debería... No debería ser consciente... No podía serlo― Bueno, lo que es cierto es que he venido a llevarte para que dejes de meterte donde no debes.

― Saeran, espera... ―puse las manos por delante de mí a modo de defensa.

― Oh, no. Creo que has olvidado cómo sigue el juego. Ahora tienes que escoger, ¿no te acuerdas? Yo te ayudo. Ahora podías preguntarme si serás feliz conmigo o... gritar su nombre. Vamos... ¿No te gusta tanto escoger para ver qué pasa? ¿No es tan divertido coleccionar corazones y relojes? ¡Escoge! ―al decir eso pegó un puñetazo en la pared de al lado y me asusté.

― ¡Saeyoung! ¡Sae...! ―antes de poder gritar de nuevo me agarró y me tapó la boca.

― Muy mal... No estás jugando bien... Se supone que no conoces ese nombre... MC lo hizo mejor que tú, ¿sabes? ―MC... me había olvidado de ella― Aunque es gracioso que las dos vayáis a terminar igual... Vuestro príncipe no vendrá a buscaros. Vámonos. No opongas resistencia y ven conmigo mientras sigo siendo racional ―conseguí bajar su mano y grité.

― ¡Socorro! ―pero me volvió a tapar la boca.

― No vuelvas a gritar así si no quieres que te obligue a callarte. Quédate en silencio y ven conmigo, no querrás enfadarme, ¿verdad...? No te iba a gustar.

Hice un recorrido de cuanto sabía sobre este momento y la ruta de Zen me vino a la cabeza. Allí, la forma de librarme de él era... Rápidamente traté de morderle la mano, pero la apartó y me giró hacia él.

― ¿Qué intentabas con eso? ¿Acaso eres tonta? ―frunció el ceño― Si vas a recurrir a los estúpidos trucos del argumento, al menos recuerda que, en ese momento, no estabas a solas conmigo como ahora ―¿por qué hablaba como si lo supiera todo?― Me estoy cansando. Vámonos.

Tal vez fue por jugar a tantos videojuegos. Tal vez fue por tener tantas fantasías en la cabeza, pero decidí pegarle un cabezazo y salir corriendo con la esperanza de poder ocultarme en mi casa a tiempo. Está a 10 minutos. Puede que consiga correr 10 minutos seguidos. Juego con la ventaja de conocer el camino. Si me desvío hacia la derecha y salto la valla del parque, a él le costará seguirme. Eso pensé. Eso, estúpidamente, pensé. Esto no era un videojuego, era la vida real. Nada más darle el cabezazo, comencé a correr y a escasos 15 metros de él me tropecé y me caí. Eso no pasaba en las películas. Eso sólo ocurría en la vida real. Traté de ponerme de pie y seguir, pero me dolía la rodilla. Saeran saltó sobre mí y me colocó un cuchillo en el cuello mientras se limpiaba la sangre que le había hecho en el labio por el cabezazo.

― ¿Qué acabas de intentar...? ―parecía estar conteniéndose.

― L-Lo siento... ―dije con miedo de lo que pudiera pasarme.

― Y más que vas a sentirlo. ¡Levántate!

Una vez de pie, me colocó un trapo con un fuerte olor a químicos tapándome la nariz y la boca. Seguramente era cloroformo. Así estuvo por más de cinco minutos, obligándome a inhalar eso y la navaja clavándose en mi cuello... hasta que perdí el conocimiento.

La teoría del caos: Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora