Capítulo 17: Pan de pez

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[N/A]: Imagen de Cheritz

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«Ya te pillaré, gatita» ―repetí en alto.

Era un juego para él. Estaba jugando al gato y al ratón con Seven. Eso... Guau... No me esperaba algo así. Me acosté. No podía distraerme. Tenía que hacer como Saeran me había dicho si no quería... morir. Tenía calculado perfectamente que podía no despertarme en mitad de la madrugada. No era necesario para entrar en la ruta de Zen, pero... No. Esto ya no era un juego. Para conquistar a Zen... Cuanto más lo pensaba, más me dolía el estómago.

Los días avanzaban y seguía haciendo lo que yo tantas veces había llamado "la lluvia de relojes de Zen", sólo que aquí, no había relojes. Me sabía de memoria las respuestas que debía darle al actor para acercarme a él. No era difícil, pero... no me hacía sentir bien. Sentía que estaba jugando con él... Bueno, al fin y al cabo, eso es lo que hacía. Sabía que, si seguía dentro de esas cuatro paredes me acabaría volviendo loca. Saeran dijo que no saliera, pero tampoco tenía comida. Podía apoyarme en eso. ¿Sudadera? Sí. ¿Máscara? Sí. ¿Teléfono? Espera... Igual era mejor salir como una persona normal y no de incógnito. Según tenía entendido y con lo que sabía de la localización de la casa de todos, no vivían muy lejos, así que era posible encontrármelos... Muy bien, cambio de vestimenta. Cambié a un jersey. Seguiría con los mismos vaqueros.

Realmente salí de casa sin saber a dónde iba. Podría preguntar por la calle si... ¡oh! Delante de mí vi un pequeño comercio. Suficiente.

― Que tenga un buen día ―me sonrió el cajero.

― ¡Usted también!

Con mis cuatro botes de fideos instantáneos y mis paquetes de galletas ―nada sanas― que serían mi desayuno los próximos días, estaba satisfecha. Mi intención era volver a casa inmediatamente. Seguir con mi trabajo. Seguir protegiéndome de Seven, pero...

― ¡Disculpa!

Justo a la entrada de la tienda me choqué contra alguien. Reconocí su voz al instante, pero era mejor no romper más el mundo y no contesté, traté de irme sin decir nada y sin ser descubierta.

― ¡¿Jun?!

Hm... Sip. Tarde.

― ¡S-Seven! ―recé porque no me recordase de aquella persecución. Que no se diese cuenta― ¿Qué haces aquí? Pensé que Va... ―no, no puedo hablar de Vanderwood. Se supone que no sé de su existencia― ¿Qué haces? ―repetí.

― ¡Aquí tienen los mejores panes de pez que...! ―miró la bolsa de comida que llevaba en la mano― ¡Tú también los comes!

― A-Ah... sí... Es que después de que Z... ―nop, no puedo― Tenía curiosidad ―sonreí.

― ¿Compartimos uno? Saben mejor cuando están calientes. Lo mejor es comer...

― ...la barriga... ―dije en alto recordando su propio comentario.

― Eh, ¡sí! ¿Tú también lo haces así? ―asentí.

No parecía reconocerme. ¿Tan inocente parecía? En cualquier caso, era algo bueno. ¿Así sería mi vida ahora? Dos personas en una: alguien inocente a quien la RFA consideraría su amiga, pero... que lentamente los llevaría a la ruina porque trabajaba con su enemigo. Me entristecí. Ni siquiera quería comer más de aquel pan a medias.

― Jun ―hice un sonido afirmativo y miré hacia Seven―. ¿Supiste algo más del hacker? ―negué con la cabeza― ¿Sabes si era hombre o... mujer?

Lo decía por nuestro encuentro.

― No... Yo no le vi, y tampoco escuché su voz... Siento no ser de más ayuda... ―odio engañarle.

― Ya veo... Bueno. La falta de noticias son buenas noticias ―sonrió―. Tú olvídate del malo de momento. Déjaselo al Dios Seven y tú encárgate de los invitados ―Seven...

― ¡Eso haré! ―sonreí de forma falsa.

― Me voy ya. Estaremos en contacto ―me guiñó un ojo y se fue.

Soy mala persona. La mala soy yo. El peligro soy yo. Por un lado, quería que lo viese... Por otro, tengo miedo a que lo vea. Volví al apartamento y me senté en la cama. Me tumbé hacia atrás. Mis opciones estaban bien reducidas: o mentía a la RFA y me salvaba, o decía la verdad y me mataban...

― Creo que te dije que no te movieras de aquí sin consultármelo...

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver que la voz de Saeran no provenía del intercomunicador.

― Saeran... ¿qué haces aquí...?

La teoría del caos: Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora