Capítulo 13: El ascua que sobrevive entre cenizas.

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Dolor. Punzante y ardiente. Abrió los ojos de golpe tratando de recordar donde estaba, parpadeó despacio tratando de que aquellas dos incisiones azuladas grisáceas se adaptaran a la luz caliente y continua del sol, escrutó el cielo unos segundos cuando el ardor desde el muslo hasta su tobillo magullado llevó inmediatamente al momento de haber aterrizado torpemente con el chico de ojos esmeraldas bajo su agarre. Un bufido de dolor salió de entre sus labios, mientras se trataba de incorporar con los codos apoyados en las tablas de madera de uno de los carros de suministros, sobre el que ahora estaba tendido. Aquello tampoco fue agradable, un dolor se extendió por su hombro izquierdo de repente y se dejó caer de nuevo hacia atrás.

- Es increíble lo mucho que te quejas para ser el soldado más fuerte de la humanidad.—El tono burlón y chillón de Hange lo golpeó como una bofetada mientras la mujer terminaba de manipular su magullada pierna.—

- Puede que tenga que ver con que eres probablemente la peor doctora de la historia. Por los malditos muros, si tu trabajo consiste en torturar jodidos titanes... –Contestó Levi revolviéndose del dolor un poco más mientras Hange Zoe le vendaba el tobillo con más cuidado del que había tenido hasta ese momento y después le ayudaba a calzarse la bota de nuevo.—

- Por suerte para ti, además de eso soy la única que tiene una formación médica mínima en mitad de este caos de misión. No está rota, solo es una luxación muy fuerte en el tobillo y una rotura muscular en el muslo, pasarás unos días dolorido y unas semanas fuera de servicio; pero estará curado en menos de un mes... —La voz de la científica se convirtió en un murmullo tras aquello y como para sus adentros susurró.—Puedes quejarte lo que quieras, pero cuando te coloqué el hombro izquierdo que estaba dislocado no protestaste tanto...

- ¿De qué narices estás hablando?.—Contestó de vuelta el hombre más bajito sabiendo que estaba muy cerca de perder la paciencia con aquello.—

- Cuando arrastraste al novato fuera del bosque tú solo.—La Major Hange Zoe se rascó la cabeza distraída, rehaciendo su coleta enmarañada de pelo castaño y rebelde con poca delicadeza.—Aunque a decir verdad creo que todavía estabas inconsciente...—

- ¿Eren está bien?—Contestó el capitán de escuadrón tras responder a la última afirmación de la mujer con un pequeño gruñido.—

- Si, sigue inconsciente pero se recuperará sin problemas gracias a que lo trajiste de vuelta.—Dijo la mujer de mayor rango mientras ayudaba a Levi Heichou a sentarse en el borde del carro para que se levantase y probase a andar un poco.—

- Bien.—Un pequeño suspiro de alivio salió de los rectos labios del capitán, que apoyándose con cuidado en el hombro de la mujer para incorporarse del todo susurró con la voz temblorosa y triste.—¿Habéis podido traerlos de vuelta a todos? ¿Puedo verlos?

El brillo de las gafas de la científica deslumbró un poco a la derrotada y arrepentida mirada del hombre más menudo, ambos respiraron hondo y ella asintió pesadamente unos segundos después. El joven capitán del Escuadrón de Operaciones especiales se levantó despacio, y caminó dolorido y cojeando durante unos minutos hasta llegar al punto de recogida e identificación de sus compañeros caídos. Una enorme fila de cuerpos envueltos en sudarios improvisados y sucios se extendía frente a él, dudó unos segundos apoyado en su pierna buena y se agachó con cuidado hasta que pudo apoyar las manos en el suelo cómodamente. Lentamente, notó como se le cerraba la boca del estómago y un dolor que conocía perfectamente se apoderaba de su pecho y su corazón, a dos camillas de donde estaba parado, la mano blanca y delicada de Petra se escabullía bajo la sábana, mostrando la herida del mordisco de aquella promesa para el novato. El Capitán Levi miró al suelo disgustado, dolorido y sintiéndose más triste y solo que en toda su vida; apretó los puños sobre la hierba y cerró fuertemente los ojos para evitar que sus lágrimas calientes y saladas comenzaran a poblar su rostro, con relativo éxito; aunque sus ojos acuosos estaban en una fina línea de equilibrio en tensión. Levantó la tela que cubría uno a uno a sus subordinados, y con toda la delicadeza que tenía dentro sus pequeñas manos descosieron el emblema del uniforme de cada uno (incluyendo el suyo); después los guardó en el bolsillo de su chaqueta, sobre donde suponía que estaba su destrozado corazón. Se levantó con cuidado, y tambaleándose se acercó hasta donde estaba Erwin Smith, al parecer dando algunas órdenes a unos soldados algo más jóvenes que él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, con su paso renqueante, escuchó como los dos subordinados estaban increpándole al rubio sobre la orden de no recuperar más compañeros caídos.

El verdadero corazón de la libertad (SNK fanfiction - Riren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora