Capítulo 18: Antes del ocaso

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En la profundidad opaca de la taza de té negro se reflejaba una mirada cansada, bajo el ceño fruncido por unas cejas finas y azabaches unos ojos fríos parpadeaban con parsimonia a la luz suave del sol que entraba por la ventana. La mano derecha del capitán de escuadrón apretó suavemente su muslo dolorido mientras dejaba de mirar la taza del desayuno; todo estaba muy tranquilo desde que la expedición había partido, todo menos su herida que seguía ardiendo como el primer día únicamente las primeras horas de la mañana. No podía culpar a la Major Hange, aún con su personalidad imprudente y desequilibrada le había salvado de perder la movilidad por completo.

Apuró la taza de té de un trago, dejando que calentase su cuerpo mientras recorría su garganta, y bajó al calabozo donde custodiaba al Pastor Nick para otro día infructuoso de preguntas a las que el hombre no iba a dar respuesta, pero el soldado más fuerte de la humanidad no iba a parar de intentarlo. Era posible que su lesión le impidiera cabalgar y hacer sus actividades de campaña de manera estándar pero no iba a quedarse sin hacer nada mientras sus compañeros y camaradas podían estar perdiendo la vida en la misma situación que él había estado cientos de veces. Habían pasado tres días, y como él y Hange habían calculado antes de que partieran, lo lógico es que la expedición a cargo de la mujer hubiera llegado a las ruinas del Castillo de Utgard con el nacimiento del día dos de operación. Llevaba un par de horas haciendo incansablemente las mismas preguntas cuando un soldado vestido con el emblema del unicornio coronado propio de la Policía Militar llegó a la carrera, se cuadró frente a la silla en la que Levi Heichou estaba sentado mirando al hombre al otro lado de los barrotes de metal fijamente. Tomó el mensaje sin prestarle atención al hombre frente a él y sin decir nada más tomó unos grilletes que estaban sobre la pobre mesa instalada a su izquierda y caminó hasta la puerta oxidada de la celda.

Las bisagras desgastadas crujieron al abrirse, el capitán avanzó hacia el hombre vestido aún con la sotana negra y lo esposó sin mayor ceremonia. Al parecer, todo el trabajo burocrático de los últimos días había tenido efecto y los contactos de Hange habían conseguido un lugar seguro para esconder al Pastor Nick. Así que debía de montarlo en un carro y supervisarlo hasta llegar a una residencia que pertenecía a la policía Militar bajo el pretexto de que era un carpintero refugiado que había perdido su negocio durante un ataque en los muros exteriores. Al salir del edificio el sol lo deslumbró provocando que entrecerrara los ojos mientras se acostumbraba al cambio de luz, tiró de las esposas del religioso y empujándolo de manera eficiente lo subió al carro; al que después se subió él esperando a que Erwin volviera de hablar con el Comandante Pixxies para poder poner bajo la vigilancia correcta hasta que decidieran que hacer con él. A su alrededor, pudo observar un batallón completo de soldados de la Policía Militar congregado en torno al Cuartel, lo cual le extrañó un poco. Durante unos segundos trató de distraerse con sus conversaciones monótonas, pero el sonido de su propio nombre le forzó a salir de su nuevo y desesperado intento de paliar su sopor.

-¡Oye, Levi! –La voz socarrona de uno de los soldados se dirigió a él, el soldado más fuerte del universo detestaba con todas sus fuerzas la familiaridad y camaradería falsa de sus homónimos de dentro de los muros, que vivían con muchos privilegios y nunca se dignaban a facilitar su trabajo fuera de ellos.— ¿Dónde está nuestra presa?

La postura corporal del capitán cambió sutilmente, se giró despacio sobre su tronco en el punto del carro en el que estaba sentado y pasando el brazo derecho por encima del borde donde antes había estado apoyada su espalda los miró por encima del hombro con soslayo y desprecio puro. Analizó en silencio a los tres soldados uniformados frente a él, en la Policía Militar sólo acababan los diez primeros soldados de cada promoción. Los mejores soldados para proteger a los ciudadanos más ricos, en vez de para defender los muros; Levi Heichou los odiaba por eso, él no tuvo la opción de elegir ser soldado, simplemente lo era pero había aprendido que su responsabilidad como capitán era proteger al resto de civiles, y por eso luchaba fuera de las enormes murallas. Quedarse en el interior, con un buen sueldo, una casa bonita y comiendo de las sobras de la clase más poderosa del reino no le parecía una opción real de "proteger a la humanidad". Solo eran una panda de cobardes inconformistas que eran felices con una jarra de cerveza fría y una doble ración de comida el día del Aniversario de la formación del Gobierno Real.

El verdadero corazón de la libertad (SNK fanfiction - Riren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora