Capítulo 9: La importancia del método científico.

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Los últimos días del invierno, más cálido que de costumbre, transcurrieron atareados y rutinarios en el Cuartel General de la Legión de Reconocimiento. El comandante Erwin pasaba prácticamente la totalidad de sus horas diseñando la formación de la expedición que se aproximaba y consultaba constantemente las opiniones expertas en sus campos a Hange Zoe y Levi Heichou. Durante aquellos días, se comenzó a reunir a otros escuadrones en el castillo, haciendo que la vida allí fuera algo más dinámica y agradable. Eren tuvo la oportunidad de conocer a otros compañeros pertenecientes a los escuadrones que retornaban a la base de origen del Cuerpo. El novato había empezado a pasar tiempo con Dita Ness, el jefe del 57º Escuadrón, que era un verdadero apasionado de los caballos; aunque tenía varios soldados bajo su mando disfrutaba sobremanera de cuidar el mismo los animales de su equipo. Por su parte, Eren se había quedado dormido unos días atrás y había llegado tarde al desayuno lo que hizo enfadar al Capitán Levi que lo cargó con la incumbencia extra de limpiar los establos con Ness. El capitán Ness era un hombre agradable, cerca de la cuarentena con el pelo marrón recogido en un moño tras una calva completa en la parte más alta de su cabeza. Los ojos amables; siempre llevaba una barba descuidada y un pañuelo cubriendo casi la totalidad de su pelo ausente; andaba un poco encorvado puesto que en un encontronazo con un titán había resultado herido en la espalda y a pesar de recuperarse por completo de la herida no había conseguido que su espalda se enderezara completamente de nuevo. Eren estaba apilando el heno donde Dita le había pedido que lo hiciera cuando los pasos rápidos y zigzagueantes de Hange Buntaichou lo sorprendieron por detrás.

- Buenos días, ¿Cómo está hoy mi chico titán?—Irrumpió en el establo sin previo aviso haciendo que Eren se cayera sobre el heno limpio del susto.—¿Listo para cambiar el mundo de la ciencia tal y como la conocemos en estos muros?

- Supongo que sí.—Contestó Eren mientras se levantaba torpemente de donde había caído y se sacudía el pelo para dejar caer las ramitas amarillas que todavía se quedaban enganchadas a su pelo.— ¿Qué tengo que hacer hoy exactamente, Major Hange?

- Te lo contaré cuando lleguemos.—Contestó tomando al chico mientras lo arrastraba con poca delicadeza hacia su caballo para ensillarlo.—Hay que darse prisa, le dije al Capitán Levi que estaríamos en el área de pruebas hace diez minutos y sabes lo mucho que odia la impuntualidad...

Eren tragó saliva con dificultad, hacer enfadar a su superior era probablemente la peor idea del mundo, y aunque fuera culpa de Hange el chico sabía que toda la bronca sería para él por ser el de menor rango de los tres. El novato de piel ligeramente bronceada equipó rápidamente la yegua marrón café que montaba desde que se unió a los exploradores. Tiró suavemente de las riendas para sacar al animal de la cuadra, para encontrarse a la científica subida en su montura y esperándole con una mirada impaciente y emocionada. Trotaron a un paso más o menos rápido dejando atrás el castillo; a Eren le intrigaba sobremanera cada experimento de Hange, aunque muchas veces no entendía para que servían y acababa derrotado confiaba en que aquellos pequeños sacrificios ayudasen a la causa de la humanidad contra los titanes. Cabalgaron durante unos diez minutos más, hasta llegar a una amplia explanada.

El caballo negro de Levi estaba atado a uno de los árboles cercano al riachuelo, chapoteando de vez en cuando en el agua cristalina con la pata derecha; mientras, el capitán estaba sentado bajo la sombra de un árbol contiguo, envuelto en su capa y concentrado en las páginas amarillentas de un libro de tapas desgastadas por el tiempo. Una enorme nube de tierra seca y algunas hojas caídas y olvidadas del otoño anterior cubrieron la zona en la que estaba sentado; cerró el libro de manera brusca y se levantó del suelo como si un resorte lo impulsara. Ante sus ojos llenos de rencor aparecieron las figuras de Eren Jaegar y Hange Zoe a caballo, los animales al borde de la extenuación por haberles exigido ir a velocidad máxima hasta allí. Cuando la polvareda levantada por los caballos se asentó de nuevo, Hange y Eren habían bajado de sus monturas, y sujetando las riendas con la mano izquierda tras la espalda mientras hacían el saludo oficial de los cuerpos de seguridad más tiesos y serios de lo que ninguno de los dos lo había hecho nunca. Ante ellos, Levi estaba cubierto de polvo de pies a cabeza, salvo por el contorno del libro sujeto por su mano izquierda sobre la parte alta de su vientre, el soldado más fuerte de la historia bufó para apartar la tierra de su boca, nariz y ojos abriendo estos últimos con el odio más profundo del que era capaz de expresar (el cual era mucho). Ninguno de los tres se movieron de su posición, el novato miraba de reojo a la mujer que miraba alternativamente al hombre más bajito y al suelo puesto que mantenerle la mirada le daba un poco de miedo.

El verdadero corazón de la libertad (SNK fanfiction - Riren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora