Todos decían que eran enemigos. Que se odiaban. Que peleaban. Que no podían siquiera verse. Que estaban juntos por obligación. Decían, pues no sabían la realidad. No sabían que esas miradas iban más allá del odio, y que esos moretones no eran de ira. La gente sólo dice, pues nadie más atravesaba esas paredes en las que ellos eran libres.