Dolor

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Con las primeras luces del alba, el sol entró en la habitación de Zen. Sus ojos escocían, y su cabeza dolía. En algún momento se quedó dormido, pero no sabría decir cuándo. Notando el cuerpo rígido y pesado, se levantó con esfuerzo. La noche anterior ni siquiera se quitó la ropa, por lo que lucía sucia y arrugada. La noticia de Obi se sintió como un mazazo, pero esa parte aún no había acabado. Moviéndose con torpeza, llegó al salón del ala este, donde se encontró con Kiki, que se veía igual o peor que él. Tenía ojeras, su ropa, siempre impoluta, se veía arrugada en algunas zonas, pero lo peor eran sus ojos. Estaban rojos e irritados de frotar la tela contra ellos, y apenas era capaz de abrirlos completamente.

-Buenos días.- La voz de Zen apenas salió de sus labios.

-Buenos días...- Kiki apenas levantó la vista de la mesa.

-¿Sigue en su habitación?

Kiki se limitó a asentir.

-Ha llorado durante toda la noche, no creo que hoy tenga fuerzas de salir de ella.

Zen apretó los puños, con rabia. Debía haberle acompañado, no debió obligarle a hablar de su pasado frente a ella, no debió esconderse... Los arrepentimientos se superponían, formando una larga lista de ruido que no paraba en su cabeza. La culpabilidad lo desbordaba.

-Si hubiera ido con él...

-Habrías acabado igual o peor que Mitsuhide.- Sentenció Kiki con rabia.

-O podría haberle salvado.

-¡O habrías acabado como él!- Kiki se levantó de su asiento, apretando los dientes.- Eres el Segundo Príncipe de Clarines, tu deber era quedarte. ¡Pero el mío no, debí acompañarlos!- Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.- Pero no puedo permitirme pensar así, o no seré capaz de levantarme de la cama, y no me puedo permitir eso, porque Mitsuhide está a punto de despertar y aún no lo sabe.- Su voz sonaba ahogada, se quebraba mientras luchaba por contener sus lágrimas.

Zen notó cómo su estómago se encogía.

-Iremos los dos. Sólo deja que me asegure de que Shirayuki está bien, e iremos a verle.- Sin decir nada más, giró sobre sus talones y se dirigió a la habitación de Shirayuki.

Paró frente a su puerta, y el sonido amortiguado de un sollozo llegó a sus oídos. Su primer impulso fue el de entrar, pero se contuvo. Tras coger aire, llamó delicadamente.

-¿Shirayuki?- De repente, dejó de escucharla llorar.- Soy Zen, ¿puedo pasar?- El silencio fue su única respuesta. Esperó unos segundos, que se le hicieron eternos, y tras no recibir contestación, suspiró abatido.- Vamos a ir a ver a Mitsuhide y... Bueno, luego volveré a verte, ¿de acuerdo?

Lentamente separó los dedos de la puerta, y se alejó notando cómo el peso del mundo caía sobre sus hombros.


-¿Cómo está?

-Bien, despertará pronto... Creo que le vendrá bien veros ahí cuando lo haga.- Garak sonaba agotada.- Sus heridas eran graves, pero no mortales, debe quedarse unos días más aquí en observación, pero pronto podrá empezar a dar paseos...

-Gracias Garak-san.- Zen apenas tenía fuerzas para hablar.

-¿Cómo está Shirayuki?

-No ha dormido en toda la noche, me preocupa.- Esta vez Kiki tomó la palabra al ver el silencio de Zen.

-Le prepararé algo para que se tome para dormir... Debéis aseguraros de que come y... - Garak suspiró, física y mentalmente agotada.- Ryuu tampoco está bien. Cuando se tranquilicen un poco, creo que será bueno que se vean.

La marca- Akagami no ShirayukihimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora