Asesinatos

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-Por fin he terminado.- Obi se incorporó con las manos en la espalda, dolorido tras casi una hora frotando una mancha del suelo que parecía no querer irse. Limpiar aquel estropicio había sido un auténtico dolor de cabeza, pero era lo mínimo que podía hacer. Después de todo fue él quien dejó la probeta sin supervisión.- Definitivamente no estoy hecho para esto...- Suspiró mientras miraba por la ventana, donde el color del cielo era ya rojizo.

-¿Y para qué estás hecho?

-¡Amo!- Obi no pudo evitar sobresaltarse, lo cual se recriminó internamente. Últimamente había bajado la guardia cada vez que estaba en el castillo, y era algo que no se quería permitir, seguramente residuo de su antigua vida.- No le había oído llegar.

-Es raro pillarte desprevenido.- Rio Zen avanzando dentro de la habitación.

-¿Usted cree?- Sonrió quitándole importancia mientras sus palabras resonaban en su cabeza.

-Sin duda, pero creo que es algo bueno...- Obi no pudo evitar mirar a Zen confuso.- Después de todo, eso significa que al menos hay un lugar en el que te sientes lo suficientemente seguro como para relajarte de vez en cuando.

-Yo no me lo tomaría como algo bueno amo. Después de todo, si yo estoy desprevenido será más difícil que cumpla mi misión como guardaespaldas de la señorita...-No pudo evitar fruncir el ceño, recordando el secuestro de Tanbarun.

-No es sano vivir siempre en tensión, a veces también tienes que confiar en tus amigos. Aquella vez estabas solo, y lo hiciste bien, pero en el castillo también estamos Kiki, Mitsuhide y yo. Por no hablar de toda la guardia del palacio.- Le recriminó suspirando de mal humor. Siempre había odiado que Obi fuera tan misterioso, pero lo peor era el peso que siempre llevaba sobre los hombros, y cuya carga se negaba a compartir con los demás.

El silencio se hizo en el despacho, donde Obi no podía evitar desviar la mirada hacia lontananza, inmerso en sus pensamientos.

-Lo tendré en cuenta, amo.- Suspiró finalmente sin demasiada convicción.- La señorita aún no ha regresado, creo que podrá encontrarla en los jardines.- Cambió el tono de voz mientras una sonrisa invadía su cara y miraba directamente a Zen, que no pudo evitar ruborizarse.- Estoy seguro de que no tiene demasiado tiempo de descanso, y últimamente apenas tiene tiempo para pasarlo con la señorita, yo no lo perdería en alguien como yo.

-En ese caso, iré para allá, con suerte habrá terminado sus tareas.-Sonrió mientras se encaminaba hacia la puerta.- Adiós Obi, y buen trabajo con la limpieza.- Sonrió mientras desaparecía de su vista. Obi no pudo evitar suspirar. Hablar con Zen siempre le hacía pensar.- Ah, y Obi.- La cabeza de Zen volvió a aparecer por la puerta, haciendo que Obi lo mirara confuso.- Hablar contigo nunca es perder el tiempo.- Añadió mientras volvía a desaparecer, esta vez en dirección a los jardines, dejando a su amigo estupefacto.

Tras unos segundos, Obi volvió en sí, sacudiendo la cabeza. Echó un nuevo vistazo a su alrededor para asegurarse de que todo estaba bien, y salió por la ventana. Por fin podría moverse.


Shirayuki se encontraba en los jardines, cargando sacos de abono de un lado para otro, al igual que Ryuu. Llevaban varios días trabajando arduamente, pues desde que su entrenamiento en Lyrias había sido suspendido temporalmente obligándolos a regresar, se había decidido reubicar todas las plantas, y ya de paso volver a catalogar cada una de ellas, para así asegurarse de que todos los registros de sus propiedades estaban actualizados.

-Deja que te ayude con eso.

-¡Zen!- Shirayuki giró sobre sus talones, sorprendida por la presencia del Segundo Príncipe de Clarines.- ¿Qué haces aquí?

-¿Acaso no te alegras de verme?- Sonrió mientras agarraba el saco de abono, cargándolo sobre su espalda.

-¡Claro que me alegro de verte! Es solo que no me lo esperaba... últimamente tienes mucho trabajo.- Sonrió dulcemente y con un ligero sonrojo que hizo que el corazón de Zen diera un vuelco.

-Lo sé... y lo siento por eso. Últimamente apenas tengo tiempo de estar contigo, se parece a cuando estabas en Lyrias.

-No importa.- Shirayuki negó con la cabeza feliz.- Sé que tienes obligaciones, además, con todo lo que está pasando en el norte...

Zen no pudo evitar fruncir el ceño. La situación en el norte era preocupante, y lo suficientemente grave como para que Lyrias hubiera decidido suspender el entrenamiento de todos los herboristas de Clarines por precaución, pues lo que empezó como un caso aislado de asesinato, pronto dio lugar a más, y la llegada del invierno hacía aún más complicado reunir pistas.

-¿Se sabe algo más?- Shirayuki interrumpió el hilo de los pensamientos de Zen, que volvió en sí negando con la cabeza.

-Aún no...- Su ceño se frunció aún más, formando una mueca de disgusto.

-¿Qué ocurre Zen? ¿Habéis descubierto algo?- Preguntó preocupada por su expresión.

-Al principio creímos que se trataban de ajustes de cuentas entre bandidos. El norte es duro, las bajas temperaturas y las condiciones climáticas forjan el carácter de los que viven allí. Cuanto más al norte, el carácter es más cerrado y huraño, y dado que hay grandes extensiones de bosque, muchos fugitivos se establecen allí. Como decía, hasta ahora, todos los muertos que se han encontrado tenían recompensa sobre su cabeza, o eran buscados, por lo que las disputas territoriales entre bandas parecía la opción más convincente.

-¿Hasta ahora?

-Ha habido un nuevo caso, esta vez algo más al sur, en uno de los primeros pueblos que encuentras al descender de la montaña... Era una mujer.- Zen apretó el saco de abono con sus manos.

-Puede que ese caso sea distinto, quizá sólo ha sido casualidad...- Trató de tranquilizarlo.

-No, todos los cuerpos tenían una marca.- Zen apretó los dientes.

-¿Una marca?- Shirayuki no pudo evitar que su voz temblara. La idea de que alguien estuviera asesinando era horrible, pero que además dejara marcas en sus víctimas...

Zen volvió en sí. El tema de la marca era algo que aún estaban investigando y de la que no debía hablar con nadie, al menos por el momento.

-Olvida eso último.- Dijo suavemente.- Mi hermano lo está investigando, y yo no debería haber dicho nada...- Shirayuki asintió con la cabeza, juntando sus manos a la altura del pecho por la preocupación.- Tranquila, lo resolveremos pronto...- Dijo soltando el saco y agarrando las manos de Shirayuki en un gesto protector.- Además, aquí estás a salvo, y este es el primer rato en días que podemos pasar juntos... Así que dime dónde dejo el saco, y vayamos a dar un paseo.- Sonrió volviendo a cargar el saco en su hombro y dedicándole una mirada que hizo que se sonrojara nuevamente y que olvidara toda su preocupación.

-Sí, Zen.- Sonrió mientras caminaba junto a él en dirección al almacén. 

La marca- Akagami no ShirayukihimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora