Ira

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Obi recorría los tejados todo lo rápido que podía, ignorando el ardor de sus pulmones. Cada vez se escuchaba a menos gente luchando, y teniendo en cuenta que el enemigo era sólo uno, significaba que iban perdiendo. Su cabeza no hacía más que reprocharle el haberlos dejado solos, pero no se podía dar el lujo de escuchar la regañina. Ya habría tiempo para eso. Finalmente, llegó a la calle de la que procedía el ruido inconfundible de las espadas chocando, justo a tiempo para ver cómo Zen recibía un puñetazo en la boca del estómago. Con un vistazo rápido, localizó a Mitsuhide, tendido en el suelo y sangrando profusamente tratando de llegar a su espada, y a Kiki inerte en el suelo. La rabia y el odio se apoderó de él, provocando que olvidara el dolor y la falta de aire, y cambiando completamente la expresión de sus ojos por una que parecía gritar peligro.

-¡Zen!

El grito desesperado de Mitsuhide dio el pistoletazo de salida. Lanzó uno de sus cuchillos directo al cuello del hombre. Sin embargo, este lo vio, e impactó en su brazo, haciéndolo retroceder. No era lo que quería, pero al menos había servido para alejarlo de él.

Aprovechando el mismo impulso del lanzamiento, saltó hacia delante, colocándose entre el hombre, que se estaba quitando el cuchillo, y sus amigos.

-Obi... Llegas tarde...- La voz de Mitsuhide sonaba lejana.

No podía permitirse quitar la mirada de aquel individuo, pero necesitaba comprobar que estaban bien. Poniéndose en una posición de ataque, se dio el privilegio de mirar de reojo a Mitsuhide, dejándolo helado ante su expresión. Zen, por su parte, quedaba fuera de su vista al estar justo detrás.

-¿Estás bien, Maestro?- Su voz, normalmente amable, sonaba rasposa y llena de ira contenida.

-Sí...-Acertó a decir Zen llevándose la mano a la nariz, que sangraba abundantemente. Aquella voz, aunque procedía de Obi, le hacía mantenerse en guardia, y por la cara de Mitsuhide, acababan de descubrir lo que ocurría cuando Obi se enfadaba. Y no era nada bueno.

Obi volvió a mirar al sujeto, que le devolvió la mirada. Obi no movía ni un solo músculo, analizando absolutamente todo lo que ocurría a su alrededor, y trazando una línea invisible de la que no podía dejarle pasar.

De repente, el hombre se lanzó contra él, blandiendo el cuchillo que segundos antes había estado clavado en su brazo. Obi, con gran agilidad, logró esquivarlo, devolviéndole el golpe. De repente, la lucha se volvió de otro nivel. Los golpes se sucedían, cada uno más certero que el anterior. Ambos recibían golpes que podían recibir a cambio de bloquear ataques mortales. Los soldados que aún estaban conscientes, observaban atónitos, mientras que Mitsuhide y Zen no podían articular palabra. Le conocían de hacía tiempo, y nunca consideraron la posibilidad de que hubiera alguien que le igualara en técnica. Tampoco habían sido realmente conscientes del nivel de lucha que podía alcanzar, al menos, hasta ese momento. Los golpes seguían sucediéndose, cuando algo pasó.

El hombre, quien había estado inmerso en la lucha con Obi, descubrió un hueco. Rápidamente, lanzó un ataque hacia ese lugar, que Obi logró esquivar por los pelos, preparándose para recibir un segundo golpe, pero en lugar de eso, el individuo aprovechó ese momento para lanzarse nuevamente contra Zen y Mitsuhide, que ahora estaban juntos.

Obi logró reaccionar a tiempo, evitando que el hombre cruzara la línea invisible que había trazado minutos antes, pero para ello, tuvo que dejar un hueco sin protección. Hueco, que no desaprovechó, y que con un rápido giro de muñeca, clavó el puñal en su costado. Sin embargo, Obi también se lo esperaba, y logró parar el golpe antes de que la profundidad de la herida fuera mortal. Aprovechando el desequilibrio causado, sacó otro de sus cuchillos, logrando rajarle en el abdomen. Desgraciadamente, pudo esquivarlo casi en su totalidad, dejando hueco entre ambos, que aprovecharon para coger aire.

La marca- Akagami no ShirayukihimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora