Un estruendo invadió los pasillo del castillo, provocando que todos los que pasaban por allí en aquel momento pararan súbitamente su actividad y guardaran silencio mientras, mirándose confusos, trataban de averiguar su procedencia.
Una sombra cruzó rápidamente el patio del palacio, aprovechando las ramas de los árboles para aumentar su impulso, y aterrizando con elegancia en el alféizar de la ventana de uno de los despacho de los Herbolarios Reales del Reino de Clarines, descubriendo una escena dantesca que hizo que el terror se dibujara en su cara y que sus mandíbulas se apretaran con fuerza, a la vez que el sudor empezaba a deslizarse por su cuello en forma de gotas frías. Las paredes estaban teñidas de rojo, cristales invadían el suelo y las mesas de boticario, y una mancha negra indicaba el lugar en el que se había producido la explosión. Y le iba a tocar limpiarlo a él. Sólo tuvo tiempo de cerrar los ojos antes de que la puerta se abriera de un portazo, y cuatro cabezas que conocía bien se asomaran, viendo el estropicio causado por una pequeña siesta en un árbol que se alargó más de la cuenta.
-¿Obi?- Preguntó la cabeza rubia con un tono en apariencia tranquilo, pero que todos en aquel castillo sabían que no presagiaba nada bueno.
-¿Sí Garak-san?- Respondió Obi con una sonrisa forzada y frotándose detrás de la nuca en un intento por quitarse aquella tensión del cuello.
-Límpialo.- Sentenció con un tono tan sombrío que incluso Obi sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral, y haciendo que su corazón, acostumbrado a mil batallas, diera un vuelco y decidiera alojarse en la boca de su estómago.
-Sí Garak-san.- Respondió como con un resorte, llevándose la mano derecha a la frente en saludo militar e irguiéndose tanto como pudo.
Garak, por su parte, giró sobre sus talones con una mirada sombría, desapareciendo por el pasillo mientras farfulla cosas que por suerte nadie entendió, mientras su ayudante la seguía, no sin antes dirigir una pequeña sonrisa de disculpa a los tres que quedaban en la habitación. Tras un suspiro de alivio, Obi se permitió volver a su postura habitual, bajando de la ventana de un salto.
-Cualquiera diría que os han reñido a vosotros.- Sonrió divertido, viendo las caras aterrorizadas y la posición militar del pequeño Ryuu y Shirayuki.
-Garak-san da miedo cuando se enfada...- Susurró Ryuu aliviado de que todo hubiese pasado.
-Creo que será una buena idea prepararle un té.- Sonrió Shirayuki relajando los hombros y dando gracias mentalmente a que aquellas palabras no habían ido dirigidas a ella.- ¿Qué ha pasado Obi? ¿Estás herido?- Le preguntó algo preocupada, acercándose hacia él mientras sorteaba los cascotes de la probeta que acababa de estallar.
-No se preocupe señorita, estoy bien... digamos que la explosión me pillo algo lejos.- Respondió desviando la mirada y con una sonrisa forzada y culpable por el estado en el que había quedado el habitáculo.- Lo siento pequeño Ryuu.- Se disculpó mirándolo con culpa.- Aunque con todo lo que has crecido, creo que debería dejar ese apelativo.- Rió, contagiando a los otros dos, mientras Ryuu negaba con la cabeza.
-Sería muy raro oírte llamándome de otra manera.- Sentenció con una sonrisa mientras rescataba un libro que había sido alcanzado por aquel tinte rojo y lo sacudía intentando eliminar los restos de líquido.- Creo que deberíamos apuntar lo que ocurre si dejamos esta planta al fuego durante cuarenta minutos, ¿no crees?.
-Cincuenta y cinco, en realidad.- Le corrigió Obi llevándose otra vez la mano a la nuca y evitando el contacto visual.
-Cincuenta y cinco.- Corrigió Ryuu negando con la cabeza, mientras Shirayuki contemplaba la escena con una sonrisa en los labios. Ver a aquellos dos siempre era todo un show.
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La marca- Akagami no Shirayukihime
FanfictionTras una serie de asesinatos en el norte de Clarines, Shirayuki se verá obligada a regresar de Lyrias parando su entrenamiento. Será entonces cuando los cinco emprendan un viaje para investigarlos, y lo que parecía una simple misión, se convertirá e...