Decisiones

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Obi aceleró el ritmo. No podía creer que hubiera caído en algo tan tonto. Era evidente que no le había dejado un rastro de migas de pan para que lo encontrara. Había sido absurdo pensar que siguiendo las flores que fue encontrando en los árboles llegaría a su escondite. Sin embargo, gracias a eso tuvo otra revelación. Si él hubiera querido ganar tiempo para preparar una trampa, habría enviado a la otra persona en dirección contraria, así que ya sabía exactamente dónde encontrarlo.

La oscuridad de la noche, sumado a las nubes que tapaban la luz de la luna, hacía más complicado avanzar entre los árboles, pero era la forma más rápida de llegar. Con un último impulso, aterrizó ágilmente en el centro del escenario del antiguo anfiteatro. No le hizo falta mirar a su alrededor para localizarlo. El asesino lo esperaba sentado en uno de los escalones de las gradas, con los brazos abiertos y reposando en el escalón de encima, y con los pies sobre un bulto tendido en el suelo.

-¿Quién es?- La voz de Obi sonó seca, amenazante, pero llena de calma.

-¿Quién? ¿Este? Mi nuevo reposapiés, Ignóralo, pronto morirá.- Sonrió cruzando bruscamente los pies, provocando un quejido en su víctima.

Obi entrecerró los ojos con repulsión.

-Veo que no has cambiado.

-Claro que lo he hecho. Tuve que hacerlo. ¿Te gusta mi nueva forma de pelear? Creo que ahora soy prácticamente intocable. Aunque tú volviste a ingeniártelas para herirme.- Siseó con rabia.- Pero bueno, gajes del oficio... ¿No piensas acercarte para ver quién es?

Obi se mantuvo en su lugar, con la mirada fría y el pulso controlado, sintiendo cómo la adrenalina le iba preparando para la batalla. El viento en contacto con el sudor era cortante, pero no era momento de hacerle caso. Debía concentrarse y obviar todo lo innecesario. Y ese bulto lo era. No podía hacer nada por él, salvo terminar aquella batalla lo antes posible, y para ello, debía ignorarlo.

-Y yo que pensé que los gatos callejeros eran curiosos por naturaleza... ¿Puede ser que sólo reaccionen al oído?- Sin previo aviso, se incorporó asestándole una patada en las costillas, que arrancó un gemido de sus labios haciendo que Obi tuviera que frenar su impulso de ir a ayudarlo.- Vaya, así que sí reaccionáis por el oído... Interesante.- De nuevo sonrió, enseñando todos los dientes.

Mitsuhide apretó los dientes. Trataba por todos los medios de no hacer ningún ruido, pero aquellos golpes producían un dolor tan agudo y profundo que era incapaz de contenerlo. Obi aún no lo había reconocido, y él debía asegurarse de que siguiera así, o le pondría en una seria desventaja.

El viento volvió a soplar, dejando un claro entre las nubes, y cubriendo todo con la luz de la luna. Un reguero de sangre iba de donde estaba Obi al hombre tendido en el suelo. Obi chascó la lengua, notando cómo la furia amenazaba con invadirlo.

-Venga, ¿no piensas decir nada?- El asesino volvió a golpear a Mitsuhide, provocando un nuevo gemido.- ¿Acaso te preocupa que te reconozca?- Esa pregunta puso a Obi en alerta, que empezó a escrutar las vestimentas rotas y llenas de sangre del sujeto que se hallaba a los pies de su enemigo.- ¡He dicho que hables!- Una patada cargada de odio sacudió violentamente el abdomen de Mitsuhide, obligándolo a proferir un alarido que retumbó en la noche.- Odio a los tipos como tú...- Musitó con un suspiro de exasperación.- Muy bien, lo haremos a mi manera.

Con un rápido movimiento agarró del pelo a Mitsuhide, echando su cabeza hacia atrás a la vez que le obligaba a sentarse, mirando directamente a Obi y encontrándose con la mirada de un animal.

-Lo siento...- Logró decir con los ojos anegados en lágrimas.

-Mitsuhide...- Murmuró Obi notando cómo su cuerpo comenzaba a temblar violentamente.

La marca- Akagami no ShirayukihimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora