5. Que pague la fianza, dice.

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Son las tres y media y West todavía no se ha presentado en el gimnasio. Está abierto, por lo que no puedo simplemente entrar y decir: oye soy amigo de West, me dijo que podía entrenar gratis.

Me mandarían a la mierda a la velocidad de la luz.

Decido esperar un poco más, quizá le ha surgido un imprevisto, puede que llegue tarde, pero llegará.

No ha salido Mika, y lo sabes.

Vendrá. No puede seguir encerrado. Han pasado más de veinticuatro horas, alguien tiene que haber ido a recogerle al darse cuenta de que no volvía a casa. Se que cuando te encierran te permiten una llamada, sus padres deben de haberse presentado ya en la comisaría para sacarlo de entre rejas.

¿No?

Espero diez minutos. Quince. Veinticinco.

A las cuatro entiendo que West no va a aparecer. 

Me cuelgo la mochila que he dejado a mis pies mientras esperaba apoyado en una de las paredes del edificio y emprendo mi camino de vuelta a casa. No era consciente de las ganas que tenía de volver a hacer algo que no fuese trabajar y contar, hasta que me he dado cuenta de que no iba a entrenar.

Y eso que ayer quedé medio cadáver.

Arrastro los pies por la acera. Tengo un rato a pie hasta mi casa y en los primeros diez minutos no hago más que pensar en West.

Es la primera vez que una persona se me mete tanto en la cabeza. Llevo preocupado desde anoche. ¿Esto significa tener amigos? ¿Sentir que tienes el corazón en un puño al no tener noticias sobre esa persona? Qué sensación más mala.

Y yo me quejándome de mi soledad. Por lo menos no me dolía lo ajeno.

Le doy tantas y tantas vueltas a la cabeza que termino sacando el teléfono y buscando en Google la estación de policía de North Side para tener un teléfono al que llamar. Lo medito durante unos segundos. 

¿Qué diré una vez llame? ¿Me presento como un amigo de West? No. A un menor no van a darle ese tipo de información.

Además, puede que yo no sea muy avispado, pero West parecía no querer que esos agentes supiesen que éramos amigos. No tengo ni idea de cuál es la razón, pero si insistió tanto, por algo será. Así que haré caso de su juicio y seguiré en las sombras.

Eso se me da bien.

El teléfono ya está marcado en mi móvil, solo tengo que pulsar en la pantalla el círculo verde de llamada y esperar a que alguien responda, nada más. Es sencillo Mika. Algo que hasta tú puedes hacer. Nadie te está viendo la cara, mentir sin que te miren no puede ser muy complicado.

Mi forma de darme ánimos da pena. Pero funciona lo suficiente para darme el valor de darle a la llamada.

Los timbres empiezan a sonar en mi oído.

Ay dios... que lo he hecho. Me va a contestar un policía de verdad.

—Está llamado a la comisaría de North Side 121 —me dice una voz femenina a través del aparato—. ¿Tiene alguna emergencia?

Trago saliva en grueso. Se me ha cerrado y el líquido caliente se niega a bajar.

—Esto... Buenos días, soy Laurent Jensen —digo rápidamente lo primero que me viene a la cabeza, rezando para que mi voz suene firme y decisiva—. Ayer por la mañana se llevaron detenido a un amigo de mi hijo y se que todavía no ha vuelto a casa, ¿hay alguna manera de saber sí sigue en la comisaria?

—Eso es información confidencial —sentencia.

Aprieto los puños. Me he quedado parado en mitad de la calle, agarrado a un buzón de correos, necesito que algo me sostenga.

Trueno y Relámpago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora