40. El plan de Mikael (II).

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Los días son lentos e interminables. No parecen pasar las horas y caigo en una especie de rutina que a poco está de acabar conmigo. Por las mañanas voy al instituto, como algo con West en el coche y me voy directo a la pizzería donde mi turno acaba antes del toque de queda impuesto por mi padre.

Una vez salgo de la pizzería, vuelvo a casa, ceno con mi padre, algunos días solos, otros acompañados y simulo que me marcho a la cama. Cuando me aseguro de que se ha dormido, le pongo el pestillo a mi habitación y salgo por la ventana como West me ha enseñado a hacer.

No es lo mismo subir y bajar por una enredadera y madera, que por una tubería que rechina y parece que va a venirse abajo cada vez que pones un pie encima.

Y nos vamos al local con Fox y el resto para planificar con todo detalle cada uno de los pasos que seguiremos en la fiesta. El plan es una auténtica locura, lo sé hasta yo y eso que fue idea mía.

Se me ocurrió al recordar la película de Troya una de las veces que Fox mencionó ese nombre.

Cuando expuse el plan en alto, Fox casi se cae de culo al escucharme. Se pasó dos días diciéndome que estaba loco, que iban a matarnos a todos pero la mayoría se puso de mi parte diciendo que era una plan genial a la vez que mortal, pero que era tan genial que la parte mortal no les importaba.

Por lo que Fox terminó cediendo y tuvimos tres días para orquestarlo todo.

Sabe disimular mejor que cualquiera pero hasta yo me he dado cuenta de que algo le ocurre y tiene que ver con la fiesta. Algo que no quiere decir, se muestra abierta a ayudar pero podría haber dado mejores ideas que las que hemos tenido respecto al plan y se ha mantenido callada. Se limitaba a asentir y aceptar todo lo que decíamos, casi como si supiera que no iba a funcionar.

El sábado, cambio mi turno con Tommy y en lugar de quedarme hasta el cierre, salgo de la pizzería a las seis de la tarde.

West debe estar ya en el local esperándome con el resto, así que sacó las llaves de su Defender que he dejado aparcado en la parte trasera del edificio y conduzco hasta llegar a la tienda de cómics.

Cuando bajo, Fox está hablando con Dallas y Atom en la mesa. Beck y Tyson tienen los mandos de la consola y juegan al modo zombies del Black Ops. West por otra parte, se mantiene en una esquina del sofá con el teléfono en la mano.

Foxy alza la cabeza cuando escucha la puerta del sótano cerrarse a mis espaldas.

—Los trajes ya han llegado —informa alzando la voz—. Están en el despacho.

West levanta la mirada del móvil y me sonríe desde el sofá. Se lleva una mano al lateral del cuello y se rasca con fuerza como si tuviera una picadura o una herida.

Repite ese gesto desde que comenzó la semana.

Me siento a su lado y pongo una de mis manos sobre la suya.

—¿Qué te pasa en el cuello? —le pregunto.

West se encoge de hombros y deja el teléfono en el brazo del sofá.

—Ni idea —responde—. Me habrá picado algo.

Me inclino hacia él y estirando la mano le aparto con cuidado los rizos del cuello. Ha sido una semana muy larga en la que prácticamente no hemos tenido muchos momentos para estar juntos o a solas, salvo para dormir. Y llegamos tan cansados a casa que en cuanto toco la cama, muero.

En el instituto evito cualquier acercamiento, creo que se ha dado cuenta de lo que ocurre o seguramente me habrá leído el pensamiento, porque respeta la distancia que nos pongo y no intenta acercarse a no ser que yo de el primer paso.

Trueno y Relámpago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora