Sí. Soy un idiota. Pero el idiota se preocupa por ti. El idiota prefiere que le partan un brazo a que tu te rompas una uña.
Veo como los edificios quedan atrás y el autocar se mete en la autopista dejando North Side a mis espaldas. El cielo que rodea la ciudad parece más gris en esta zona que en otra cualquiera. Como si lo de arriba reflejase lo que se vive en esas calles frías y peligrosas.
Me coloco los auriculares en las orejas y apoyo la cabeza sobre el cristal. Hoy me he levantado con un dolor de cabeza espantoso, he dormido poco más de dos horas y no consigo decidir si fue por lo sucedido con West o porque la entrega del primer pago es esta noche.
No he vuelto a saber nada de West desde el reparto de hace un par de noches en West Side. Se pasó todo el trayecto de vuelta tumbado en el asiento trasero con los ojos cerrados, algo me dice que se hizo el dormido para evitar una confrontación conmigo.
No supe qué responder a su comentario. Entiendo sus motivos y entiendo que se preocupe por mí, pero también quiero que comprenda cómo me siento yo. Parece que todos a mi alrededor deciden lo que es mejor para mí sin tener en cuenta mis deseos.
Yo no quiero lo que es mejor para mí. Quiero lo que me hace feliz. ¿Tan difícil es entenderlo?
Cuando paré el coche en la puerta de casa, salió de los asientos traseros sin emitir palabra alguna, puso un fajo de billetes sobre mi mano, se subió al coche y se marchó sin despedirse.
Desde entonces siento un nudo en el pecho que no desaparece.
Anoche hice un recuento de todo el dinero y me faltan dos mil euros para llegar a los veinte mil que esos delincuentes pidieron con exigencias en el salón de mi casa a punta de pistola. Se que no van a perdonarme dos mil euros aunque sea capaz de llevarles dieciocho mil en metálico.
Por eso, en cuanto me he despertado he cogido el primer autocar que salía de la ciudad. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.
En mi teléfono móvil hay una lista de reproducción que guardó West alegando que para entrenar era la mejor forma de motivación. Sí, la música es muy animada, emotiva, dan ganas de esforzarse al máximo al escucharla, de creerte capaz de poder vencer al mundo con tus propias manos.
Pero justo hoy, justo en este momento solo me recuerda que una brecha se ha abierto entre nosotros y no sé cómo repararla.
Cierro los ojos perdiendo de vista la larga carretera y los árboles que la rodean y dejo que la música me transporte a las tardes que pasaba con West en el gimnasio, en el ring de boxeo, en las noches en mi habitación.
No temo saltarme la parada, pues es un autocar que va directo, así que en cuanto se detenga, sabré que tengo que bajar.
Estoy tan cansado que termino quedándome dormido escuchando False Pretense de los The Red Jumpsuit Apparatus.
Es el conductor del autobús el que amablemente se acerca a mi asiento y me despierta cuando hemos llegado. Estoy en la estación Central, llegar a la zona residencial a pie no debería ser muy complicado. Una media hora de camino.
Pero conozco estas calles como la palma de mi mano y prefiero caminar por ellas a las tres de la madrugada que salir en plena mañana por las de North Side. Atravieso calles amplias cubiertas de verde y cuidado césped.
Verla a plena luz del sol y en todo su esplendor me provoca cierta nostalgia. Ver los hermosos jardines, los caminos asfaltados sin una triste hoja que los ensucie, las calles limpias. Pero no puedo decir que lo eche de menos.
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Trueno y Relámpago.
Teen FictionDe un segundo a otro, Mika se ve sin dinero, sin casa, con su familia rota en pedazos y una enorme deuda que no puede pagar. Su vida da un giro inesperado la noche en la que un chico desnudo le cae del cielo. West Sinone, un gamberro gracioso y cha...