35. Novillos de incógnito.

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Cuando llego a casa después del turno se que West no está esperándome en la habitación sin necesidad de entrar en casa. La ventana está cerrada y la persiana a la mitad, justo como la he dejado esta mañana al marcharme. Tampoco hay luz en su interior.

Dejo de mirar la ventana desde la calle con la cabeza alzada y entro en el edificio con la única compañía de mi sombra.

Espero que no siga molesto conmigo. Mis intenciones no eran malas al ocultarle lo que vi en casa de Marco, simplemente intentaba protegerle de él mismo. Debería comprender mis motivos, él también ha cometido errores intentando protegerme a mí.

Al entrar al piso, las luces están apagadas a excepción del salón.

—¿Mika? —escucho a mi padre llamarme desde allí.

Camino hasta el salón y me asomo entre las puertas dobles para verlo sentado en el sofá con un libro viejo entre las manos. A papá siempre le ha gustado leer, intentó desde que yo era un niño inculcarme su amor por la lectura pero siempre me ha gustado más dibujar.

Por lo que terminó desistiendo.

—Hola —saludo desde la puerta.

—¿Qué tal el trabajo? —pregunta—. ¿Lo tienes todo preparado?

Estoy cansado, entre que últimamente llego a horas intempestivas a casa y me levanto pronto para ir al local y después a trabajar, mis ganas de ponerme frente a un camión aumentan con el paso de las horas.

Bostezo antes de responder.

—Bueno, hoy no había mucha... —Espera—. ¿Preparado? ¿El qué?

—La mochila y el almuerzo —responde—. Mañana empiezas el instituto. He dejado antes los libros de este año sobre tu escritorio, o lo que quedaba de él. Tienes la habitación hecha un desastre, Mika.

Normal, últimamente solo paso por casa para dormir. Y eso suele ser entre las tres y las seis de la mañana. Así que me limito a quitarme la ropa y tirarla donde vea que no hay prendas de días anteriores.

—Si bueno, he estado un poco... —ordeno de nuevo sus palabras—. ¿El instituto dices? ¿Mañana? ¿Ya es mañana?

Mi padre me mira con las cejas arqueadas desde el sofá.

—Sí hijo... ¿estás en esta órbita?

Meneo la cabeza varias veces intentando despejar la niebla que me embota el cerebro. Estoy realmente agotado, y saber que West no va a estar esperándome en la habitación no ayuda mucho.

—Sí, sí —asiento efusivamente intentando parecer más animado—, lo siento, se me había pasado. Ahora mismo voy a prepararme el almuerzo.

Me aparto del marco para marcharme pero mi padre me llama de nuevo.

—¿Podemos hablar un momento? —me pide.

Su forma de actuar es un tanto extraña, pero aun así me lo callo y acepto entrando al comedor y sentándome a su lado en el sofá. Es mucho más cómodo que el primero que teníamos, ese con la gran mancha de humedad en uno de los cojines, que rechinaba cada vez que sentabas y que olía a agua estancada.

El salón en general ha cambiado. La capa de pintura que le dimos el mes pasado a esas paredes casi amarillentas han hecho del salón una habitación mucho más acogedora y aceptable.

La mesa con una de las patas desniveladas también ha sido reemplazada por una de segunda mano que encontramos en un mercado de la ciudad. Ahora es mucho más agradable vivir aquí.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Se que antes de venir aquí no tenías muchos amigos —empieza, que toque ese tema hace que comiencen a sudarme las manos, es una etapa que dejé atrás a base de fuerza—, no salías mucho y casi siempre estabas en casa. Estoy acostumbrado a verte siempre en casa.

Trueno y Relámpago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora