21. Pelear por mí.

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Lo único que hago cuando termino de leer la carta es arrugarla entre mis manos con toda la fuerza de mi interior. Aprieto hasta que los nudillos se vuelven blancos. A medida que la leía se me ha ido cerrando la garganta y la sensación de ir a echarme a llorar de un momento a otro no desaparece.

Siento como una especie de vacío en mi interior, mezclada con ira y rabia.

¿Cómo te has atrevido a venir aquí, decirme todas esas cosas y luego marcharte sin más? Maldito y asqueroso mentiroso.

Me aproveché de ti.

Yo también. Me hice tu amigo porque me sentía solo y no tenía a nadie más a mi lado.

Mi plan desde un principio era entregarte a Pitón.

Me arrastro por la pared hasta caer al suelo, con la bola de papel todavía en mi puño cerrado.

Eres diferente a cualquier persona que haya conocido, por eso no puedo hacerte esto.

Y cobarde. Es un cobarde. No ha tenido narices a decírmelo a la cara, ha esperado a marcharse en mitad de la noche mientras dormía dejando una simple carta de despedida.

Quiero enfadarme. Quiero enfadarme tanto tanto con él hasta el punto de sentir que de verdad puedo llegar a odiarle. Pero no soy capaz. Siento como un enorme agujero en el pecho y no hay cabida para el odio ni para el enojo, simplemente para la tristeza.

Porque se que se ha ido. Que no va a volver.

Y entiendo sus motivos. No puedo reprocharle su decisión porque la comprendo y una parte de mi le agradece que se preocupe por mí a tales extremos, pero su decisión es egoísta. Solo ha tenido en cuenta sus propios pensamientos, no los míos.

Decidir estar juntos no es solo decisión de una persona, debería ser de ambas. Y él ni siquiera se ha molestado en preguntarme si yo estaba dispuesto a correr ese riesgo para mantenerlo a mi lado, ha huido, se ha adherido al camino fácil y en lugar de dejarme cargar con parte de su peso, se lo ha quedado todo para él solo.

Cobarde. Es el mayor de los cobardes.

Cuando sea libre volveré a por ti, volveré porque te quiero.

Algo dentro de mí se rompe, siento como se hace añicos y se quiebra en miles de pedazos.

Volveré porque te quiero.

Sí, yo también te quiero y no me he marchado. No te he dejado atrás.

Porque te quiero.

La traición de mi madre, el acoso de mis compañeros, mi nueva vida, estar entre la vida y la muerte por un dinero que yo no he robado, trabajar tantas horas diarias, entrenar casi cada día, repartir droga.

Todo eso se infla como un globo gigante, se hincha y se hincha hasta que está tan tenso que revienta, explota y detona como una bomba nuclear, arrasando con todo, destruyendo la poca cordura que me quedaba. Lo bueno de mí.

Te quiero.

West ha tomado su decisión. Yo he tomado la mía. E igual que no me ha dejado otra opción que aceptarla a regañadientes, él tendrá que hacer lo mismo.

Me quito el pijama a toda prisa, me pongo un pantalón corto deportivo, una camiseta de tirantes, una de las gorras que West se dejó por aquí, me guardo el teléfono en el bolsillo y salgo de casa sin hacer ruido.

Me compro un donut en la primera panadería abierta que encuentro y llamo al trabajo mientras mordisqueo el bollo relleno de chocolate.

Al otro lado de la línea, contesta Thomas.

Trueno y Relámpago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora