De un segundo a otro, Mika se ve sin dinero, sin casa, con su familia rota en pedazos y una enorme deuda que no puede pagar.
Su vida da un giro inesperado la noche en la que un chico desnudo le cae del cielo.
West Sinone, un gamberro gracioso y cha...
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—La Revolución Industrial se inició en Inglaterra, durante la segunda mitad del siglo dieciocho y desencadenó una transformación de forma económica, social y tecnológica —mi cabeza, apoyada sobre la palma abierta comienza a caer hacia delante a medida que siento como los párpados se me cierran a medida que mi nuevo profesor de história habla. Suena entusiasmado, sin embargo yo estoy a punto de morir—. En esa transformación se vio el paso de una economía rural basada en el comercio y la agricultura a una economía urbana, industrializada y mecanizada.
La cabeza de West choca contra la tabla de madera.
—¿A quién se le ocurre empezar el semestre con la Revolución Industrial? —murmura con la cabeza escondida entre los brazos—. Es el segundo día y ya quiere matarnos.
Cuando cambié, no pensé que eso fuera a afectarme en el ámbito académico. Siempre he sido bueno para los estudios sin necesidad de dedicarle demasiadas horas, me bastaba con prestar atención y escuchar pero he estado tan centrado en otras cosas y me he dejado tanto a mí mismo que no soy capaz de procesar ni una sola de esas palabras.
De centrarme o de intentar recordar algo de lo que dice este pobre hombre.
En mi cabeza solo está Marco, los niveles inferiores bajo su mansión, la fiesta de este sábado donde va a exponer a un montón de chicos y chicas como si fueran objetos en una subasta.
Gracias a que Fox consiguió duplicar la cuenta del agente de policía Russel, aquel que me drogó en el local de ambiente, hemos averiguado que ha pagado una cantidad bárbara de nuevo por el joven al que Fox llama Troya.
Me necesitan. Necesitan ser salvados.
—¿Pero la Revolución no era Francesa? —pregunta Atom empujando su silla hacia atrás y apoyando el codo en mi mesa, que está justo a su espalda.
Dallas hace lo mismo con la suya y se deja caer en la mesa de West.
—Esa es otra, idiota —le dice este.
No tenía constancia de que Atom y Dallas estudiaban aquí. Beck es mayor de edad, tiene veinte años y es de los pocos que tienen un trabajo a pesar de repartir droga con la banda. Tyson está matriculado, pero tengo entendido que no viene a clase jamás. De Chandler no sé nada desde hace semanas, dejó de acudir al local en cuanto West regresó.
No quiso dar explicaciones y nadie se las pidió.
—Esto es una pérdida de tiempo —bufo.
West gira su cabeza apoyada entre los brazos y me sonríe desde la mesa que hay pegada a la mía.
—¿Me acompañas al baño? —me pregunta en voz muy baja—. Ahí no perderemos el tiempo.
—Podríamos no haber perdido tiempo anoche —replico—, pero no viniste.
