6. Ducha n° 12.

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—¡Levanta bien esos brazos! —me grita West  a pocos centímetros de donde me encuentro—. No, así no. ¡Qué no! 

Suspiro con fuerza rodeando la barra metálica con mi torpes manos.

—No me creo que este sea tu tope —añade.

El sudor me cae por la frente en gruesas gotas. El nacimiento de mi cabello rubio está empapado. 

¡Solo quiero volver a la cama!

—A mi me pesan hasta las garrafas de agua —me quejo gritando.

Un hombre, musculoso y de proporciones exageradamente grandes se gira para observarnos desde la máquina de al lado. Las pesas que está levantando son enormes, eso debe superar por tres el peso total de mi cuerpo. 

—Vale, para, para, vuelve a dejar la barra en su sitio —me dice West, obedezco y entre temblores en los brazos consigo dejar la barra de vuelta a su lugar—. Esto es un desastre.

Y qué lo digas. 

—¿Lo siento? —intento disculparme. 

¿Por qué me disculpo exactamente? ¿Por ser un debilucho?

—No, no, tú no —se apresura a decir—. Es que... quizá he puesto el nivel muy alto. 

Mentira. Seguro que el nivel está muy por debajo del mínimo. Pero es un gesto muy bonito por su parte no querer hacerme sentir mal. 

Me siento en el banco acolchado y cubierto en sudor. 

El gimnasio es uno de los sitios más antihigiénicos que conozco. Vamos a ver, estoy sentándome en sitios mojados con el sudor de otras personas, utilizo máquinas tocadas por cientos de hombres con las manos sucias y empapadas. 

—Nunca se me ha dado bien el deporte —reconozco. 

—Pero eres rápido —asegura. 

Alzo la cabeza para mirar a mi amigo que permanece de pie con los brazos cruzados. Tiene la expresión de alguien incapaz de resolver un rompecabezas.

—¿Por qué dices eso?

—Tienes piernas de pollo, pero los gemelos como piedras —explica—. Me he fijado. 

No sé si sentirme halagado o insultado con esa frase. Es más, creo que me ha menospreciado y adulado al mismo tiempo. No sabía que se podía hacer eso. 

Una de cal y otra de arena. 

Mi boca se abre y a punto estoy de contarle el motivo por el cual correr se me da tan bien. Puede que no tenga músculos, ni mucha fuerza pero sí resistencia. Es lo poco que puedo agradecerles a mis antiguos compañeros. La resistencia y la capacidad pulmonar para recorrer grandes distancias corriendo como el rayo sin sentir que mis pulmones van a estallar. 

Gracias compañeros. 

Me sorprende la capacidad que tiene West por apartar los acontecimientos que tuvieron lugar el día de ayer y hacer ver como que no han sucedido nunca. Su pómulo no se ve tan inflamado, pero el morado sigue bien visible, esta mañana se desinfectó el corte en la ceja y el de la boca en el baño. 

Cambió los puntos de pegatina por unos nuevos. Ni siquiera sabía que en el botiquín teníamos cosas así. 

Mientras West sigue meditando lo que sea que le ronda por la cabeza, yo me quedo sentado en el banco con una toalla pequeña rodeándome la nuca. 

Por la mañana se despertó como si nada, pasó por encima de mi cuerpo creyendo que seguía dormido a pesar de que llevaba horas despierto. Soltó la parte baja de la tela de mi camiseta, esa que agarró con fuerza en mitad de la noche mientras dormía. 

Trueno y Relámpago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora