West Sinone.
—¿Cómo llevas el tema del pardillo? —me pregunta Boyce.
Estoy sentado en uno de los sofás de El cubo.
Es la planta más alta de una de las tantas fábricas abandonadas en la zona más peligrosa de North Side. ¿No es peligrosa ya la zona de por sí? Afirmativo. Pero esta parte es todavía peor.
La proclamamos como nuestra hacía ya muchos años y se había vuelto como un refugio.
Desde que salí del orfanato y terminé con esa familia que nunca esperó que fuese su hijo, entendí que nadie me iba a regalar nada en esta vida. Que sí quería llegar a ser alguien tendría que ser codicioso, pensar en mí, solo en mí y en nadie más.
Como hacen todos por aquí. Pensar en sí mismos.
Con los años aprendí a sobrevivir en North Side. Si querías aspirar a una mejor vida debías hacerte con el poder, cuanto más fuerte y peligroso te vieses frente al resto más te respetarían, estarías encima. Muy por encima.
Y el mundo se volvería tuyo.
Así que trabajé en ello. Vendí mi alma al diablo para conseguir poder, para que mi nombre fuese sinónimo de peligro. Para que todos me temiesen y respetasen a partes iguales.
Ya no era capaz de recordar al niño que fui. A ese que veía esperanza en los buenos gestos de las personas. Ese que creía que se podía pedir favores sin esperar nada a cambio. Las cosas no funcionan así. Todo el mundo, siempre, siempre, siempre, va a querer algo a cambio. Nada es gratis.
Lentamente, perdí las ganas de darle oportunidades a la gente. Dejé que la oscuridad mi envolviese con su manto tentador, empecé a juntarme con quien no debía, a modificar mi personalidad y a convertirme en un robot capaz de no sentir nada por nadie.
Cometí el error de entrar bajo la protección de una de las bandas criminales más grandes del lugar. Ocupaban todo el territorio de North Side pero se ha ido expandiendo con los años y ahora colaboran incluso con otros países.
¿Qué es lo que hacen?
Siempre he creído que se dedicaban a la distribución y la venta de drogas, armas en ocasiones puntuales y poca cosa más. Pero cada vez que entro en La Mansión, me doy cuenta de que las cosas están cambiando, de que quizá lo que hacen es algo más grande.
No he podido descubrirlo todavía.
Mi trabajo consiste en encontrar a chicos jóvenes, poco llamativos, que pasen desapercibidos y que necesiten dinero de forma rápida, para ponerlos a trabajar para Marco Dante. O como a él le gusta que le llamen, Pitón.
Cuando escuché su apodo por primera vez casi me eché a reír frente a sus guardaespaldas. ¿Quién se pone de apodo Pitón? O mejor, ¿cómo puede gustarle a alguien que le llamen serpiente?
Es la persona que más poder tiene en este lugar y aun así se compara con un animal que repta por el suelo. Me esperaba algo como un tigre o un águila imperial.
Pero acabé entendiéndolo. El cuerpo de las pitones se enrolla a tu alrededor y ejerce el poder y la fuerza que tiene para asfixiarte para luego engullirte entero sin siquiera masticarte. Marco es experto en eso.
Sus hilos se enrollan alrededor de tu cuerpo y aprietan, sientes su soga alrededor del cuello sabiendo que el día que ya no hagas falta, la tensara y te engullirá. Hacer que las personas desaparezcan es una de sus habilidades maestras.
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Trueno y Relámpago.
Teen FictionDe un segundo a otro, Mika se ve sin dinero, sin casa, con su familia rota en pedazos y una enorme deuda que no puede pagar. Su vida da un giro inesperado la noche en la que un chico desnudo le cae del cielo. West Sinone, un gamberro gracioso y cha...