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Dazai.

Observé a Chuya, maravillado con esa faceta que me mostraba, estaba coqueteando y él deseaba jugar, yo ansiaba por ello, con solo ver su expresión hacia sentir mi cuerpo acelerar.

La noche se encontraba perfecta para disfrutarla con él.

Y fuese lo que fuese el juego que tenia en mente Chuya, yo jugaría con sus reglas.

Aunque ya tenia una clara idea de lo que pensaba hacer, seria una divertida búsqueda del tesoro, pensaba encontrarlo y cuando lo hiciese disfrutaría en profundidad de su sabor. Pero primero, un sentimiento extraño llegó a mi, ansiedad, pero algo también oculto, tan simple como un presentimiento.

Decidí ignorarlo, al menos por el momento, Chuya estaba hermoso bajo la luz de la luna, sonriente y animado, me gustaba verlo de esa forma, tan lleno de vida, después me preocuparía por fantasmas en mi mente que buscaban arruinar todos los momentos buenos que tenía.

Seguí a Chuya a través de los pasillos, tomé su mano y la sostuve mientras caminábamos, nuestros pasos causaban eco en el silencio de ese gran castillo. Y no me sorprendí cuando yo y Chuya terminamos frente a una gran puerta, la misma por la cual habíamos entrado hace unas cuantas horas. Un fuego comenzaba a encenderse en los ojos de Chuya.

- Comienza a correr, tesoro – dije en voz alta – apenas te daré un minuto – parecíamos dos niños jugando, pero sería una mentira decir que no era divertido, también lo sería decir que no era culpa del alcohol en nuestro cuerpo

- Prepárate para cazar – me respondió

Entonces Chuya corrió de vuelta al castillo, me quedé de pie observándolo, seria honesto y le daría realmente el tiempo que necesitase para recorrer el lugar, aunque mi mente ya se encontraba corriendo y no seria demasiado difícil el terminar nuevamente por observar a través de los ojos de Chuya.

Pero eso no sería divertido, me tomo menos de un minuto terminar por decidirme en no utilizar esa conexión, mi mente correría, pero a base de deducciones, encontraría a Chuya y cuando lo hiciese, entonces empezaría el verdadero juego.

Chuya desapareció de mi vista, entonces comencé a contar hasta cuarenta, le daría ese tiempo y esperaba que fuese suficiente para él, después de todo tenia la capacidad física para correr y saltar muros, correr y esconderse no debía ser un problema.

Solté un suspiro y comencé a caminar hacia el interior del castillo, solo se escuchaban mis pasos, por ende, debía ser especialmente cuidadoso, una sonrisa depredadora se comenzaba a formar en mi rostro.

Me apresuraría. Si fuese Chuya probablemente elegiría un lugar poco cerrado en realidad, sabia que le molestaban ese tipo de lugares, por ende, ni siquiera me molestaría en revisar dentro de algún cuarto demasiado pequeño o dentro de algún mueble o cofre.

Si fuera Chuya iría por lugares oscuros, había pasado años trabajando en la oscuridad, continuar en ese ambiente seria fácil para él, pero muchos lugares en el castillo cumplían con esa descripción, el filtro aun no se hacía del todo efectivo.

A Chuya le gustaban los lugares amplios, con grandes espacios, le gustaban los corres del cielo y le gustaba el vino, podría revisar en la cocina o los lugares donde guardaban el vino, aunque creía que eso lugares se encontraban bajo tierra, eso los descartaba casi de forma inmediata, podía amar el vino, pero sin lugar a dudas evitaría ese lugar.

Recorrí algunos pasillos, ese lugar era completamente nuevo para nosotros y últimamente Chuya se encontraba siendo mas cuidadoso, de seguro ya que temía hacer alguna estupidez en ese lugar, no deseaba causarle problemas a Atsushi y Akutagawa, eso me ayudaba bastante en mis pensamientos, él no apostaría por un lugar completamente nuevo o de difícil acceso, los evitaría para no meterse en problemas.

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora