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Dazai.

No estaba para nada tranquilo, mi mente se encontraba completamente inquieta, hasta el punto en que algunos pensamientos se me escapaban de una forma rápida, al menos tenía el cuidado de que ninguno llegase a Chuya.

Y es que desde todo lo sucedido la noche anterior que mi mente era visitada por pensamientos oscuros.

"Mataré al hijo de puta si se le acerca a Chuya" fue lo primero que pensé cuando supe que realmente todo se trataba sobre el destinado de él. También desee con fuerza terminar mi cambio rápidamente y morder a Chuya, eso terminaría de forma definitiva con el problema del destinado y no sentiría culpa alguna al hacerlo.

Y es que, para esas alturas de mi vida, después de todo lo que habíamos hecho y después de que el pequeño bastardo hubiese terminado por escarbar de forma profunda en mi interior, no podía simplemente ser arrebatado de mi, me negaba a ello.

Siendo sincero, eso también me estaba haciendo sentir presionado, no estaba seguro de mis limites, no era estable, si perdía a Chuya, sabía que las cosas se saldrían de mi control.

Observé a Chuya a mi lado, se encontraba con sus ojos cerrados, descansando, esperando que llegásemos dentro de poco a la capital, realmente había estado aliviado de salir de ese pueblo, podía sentir su inquietud llegar a mi, lidiar con mis emociones que no entendía y luego lidiar con las que no podía controlar Chuya y llegaban hasta mi, me había agotado realmente.

Pero sabía que Chuya también se encontraba en ese estado. Su rostro se encontraba constantemente con una expresión cansada, también podía saber sin problemas que el asunto de su destinado lo preocupaba enormemente.

Por eso no le había contado del origen del dinero que había conseguido para pagar nuestro pequeño viaje rápido hacia la capital. No deseaba preocuparlo mas, sabía que decirle que había terminado por reunir ese dinero simplemente metiendo mis manos en los bolsillos de las personas del mercado durante una mañana, se preocuparía hasta cierto punto. No deseaba que supiese que había ido a ese lugar, ambos sabíamos que su destinado se encontraría allí, yo deseaba verlo con mis propios ojos, reconocerlo, pero era inútil, no tendría forma de saberlo, por mas que observase de forma detenida a las personas a mi alrededor, nada venia a mi, ni una mínima señal.

Habían sido horas inútiles y desperdiciadas, el dinero ya lo había reunido, realmente hacerlo era fácil y no entendía realmente la razón de que Chuya alardease tanto con respecto a sus habilidades de robo, aunque si le daba el crédito por sus habilidades físicas en general. Y por su trasero.

- Ya falta poco – le dije a Chuya, sabía que no se encontraba durmiendo, pero le avisaba de igual forma con el objetivo de que preparase para ello

- Bien – me respondió en voz baja, abrió sus ojos azules y observo el desierto y el cielo estrellado, oscuro y profundo

Los ojos de Chuya reflejaban el cielo de una forma encantadora, me gustaría siempre observar el cielo mediante esos ojos azules y profundos.

Pero la luz de la ciudad interrumpía todo eso, y es que ya nos encontrábamos a las afueras de la capital.

Era tal y como lo imagine, y como había escuchado que era, una gran ciudad extravagante y colorida, a pesar de ser altas horas de la noche, las personas se encontraban en las calles actuando de forma alegre.

- Wow – dejó salir Chuya en una exclamación de sorpresa – es bastante hermoso – comentó, yo solo asentí, no creía que fuese la gran cosa realmente, y es que no era en realidad la primera vez que me encontraba en ese lugar, mis recuerdos al respecto eran bastante amargos

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora