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Dazai. 

Chuya me estaba matando de forma lenta y tortuosa, me encontraba en una situación tan difícil, nada en toda mi vida se le podría comparar. Y es que nunca me había sentido de esa forma. Chuya era un sabor exquisito, un aroma que por si solo podría ser una droga, su sola voz y su tacto me hacían desconectar de mi cerebro y mi alfa se encontraba en el suelo siendo completamente sumiso ante él.

Para esas alturas ya me encontraba completamente a su merced. Chuya era todo eso, lo tenia a mi disposición, incluso podía intuir que ansiaba mi tacto tanto como yo el suyo, sin embargo, no me permitía a mi mismo caer por completo en mis instintos y liberarlos.

Y es que no soportaría un rechazo por parte de su omega, hace tan solo unos días se había encontrado con su alfa destinado, solos, no desconfiaba de Chuya, para nada, pero si lo hacía de ese imbécil, y si en ese entonces ya había osado poner una mano encima de Chuya, no sabía que intentaría en una segunda oportunidad, el omega se defendería y le patearía el trasero, así era él.

Pero un omega nunca podría ganar en una pelea de fuerza a un alfa, desde antes de convertirme lo sabía, no es un secreto en el mundo, nuestras habilidades y desarrollo simplemente es diferente, nuestros cuerpos utilizan un mayor o menor porcentaje con respecto a una actividad.

Los alfas eran fuertes, los omegas rápidos y flexibles, cada lado tenia su ventaja a su forma.

Cuando Chuya me dejo nuevamente solo en la posada, decidí terminar por darme un largo baño, me quité mis prendas y mis vendas, analizando con detenimiento mi cuerpo, podía percatarme de la forma en que este había cambiado de forma leve desde que mi naturaleza de alfa se había revelado.

Y también podía ver como diferentes cicatrices marcaban cada parte, observé mi espalda mediante el espejo, al menos parte de lo que lograba ver, ahí se encontraba una marca que jamás me abandonaría.

Prefería ocultar todo eso, ni siquiera deseaba que Chuya observase aún algo como eso, se preocuparía, siempre lo hacía, y terminaría por montar un escandalo, al menos hasta cierto punto. Y la verdad es que tampoco sabía con certeza como explicarle todo.

Por otra parte, pensaba que tal vez lo indicado sería comenzar a sincerarme por mi mismo y hablar al respecto, Chuya esperaba esa conversación y notaba como se mordía su labio inferior cada vez que acariciaba u observaba mis vendas.

Solté un suspiro, nuevamente me encontraba distrayéndome como un idiota, no era momento para ese tipo de pensamientos, debía idear una solución a nuestro problema, un plan con un alto y estable porcentaje de éxito, lo suficiente para que Chuya terminase de preocuparse.

Pero exactamente Chuya era el que no me permitía del todo concentrarme, su solo aroma de distraía constantemente, y yo no era alguien fácil de distraer, para nada. Sabía que esto se encontraba dificultándome la tarea de planear y el tiempo pasaba rápidamente, el celo de Chuya se acercaba de forma peligrosa, su aroma se hacia sexual y seductor con cada día que pasaba y temía terminar por perder la cabeza del todo en cualquier momento.

El pequeño bastardo había decido salir por un tiempo y no mentiría, tenia miedo, Chuya podría encontrarse con su destinado. Temía perderlo, temía que su instinto terminase por ganarle.

Pero no lo frenaría, aunque desease de forma sincera encerrar a Chuya conmigo, no era algo correcto ni el tipo de relación que buscaba con él, confiaba en él y en su fuerza, siempre había podido luchar y salir victorioso contra su omega, eso no cambiaria, al menos eso me repetía a mi mismo.

Chuya estaría a mi lado porque lo deseaba y había ganado contra su omega, no porque yo había actuado como imbécil y lo había encerrado conmigo.

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora