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Dazai.

El sol era bastante agradable, diferente al calor que se experimentaba en el desierto, no extrañaba esas sensaciones, para nada. después de todo, desde un inicio sabía que no sentía un real apego emocional hacia Egipto, mucho menos hacia Arabia. Solté un suspiro mientras jugaba con la arena debajo de mi, nuevamente arena, parecía que este si me extrañaba a mi, me seguía a donde quiera que viajaba junto a Chuya.

Llevábamos casi diez años recorriendo cada lugar que deseábamos, cruzando el mar y continentes desconocidos. Era bastante interesante, aunque me atrevía a afirmar que ninguna cultura se encontraba tan avanzada como los egipcios. Esa parte podía ser aburrida, aunque siempre se podía aprender un poco de cada cultura, me gustaban los idiomas.

Chuya era un caso perdido con respecto a ello, apenas había podido mantener una conversación hace años en Arabia, ahora que visitábamos diferentes lugares con frecuencia, ya ni siquiera intentaba aprender el idioma, no a menos que decidiésemos pasar meses allí, lo cual sucedía pocas veces.

Sonreí al ver a Chuya en la orilla de la playa disfrutando del agua y dejando que esta mojase sus pies. Sus ojos hermosos reflejaban de una forma resplandeciente el panorama frente a él, de vez en cuando se giraba en mi dirección, regalándome una sonrisa e intentando que me uniese a él en dicha actividad, no me agradaba demasiado pero siempre estaba dispuesto a hacer lo que fuese por él.

Me hacia recordar nuestro viaje en que habíamos vuelto a la isla en que vivía Atsushi y su pareja, hace apenas unos dias volvimos de dicho continente, hicimos algunas visitas luego de años de ausencia de nuestra parte, grande fue nuestra sorpresa cuando vimos al peli plateado cargar de una pequeña niña curiosamente parecida a él, nos sorprendimos aún mas al saber que era su primogénita. Chuya lloró como un bebe. Y sonrió como pocas veces en su vida lo había hecho, tan resplandeciente.

Una pequeña que apenas se encontraba aprendiendo a hablar, era bastante inquieta y curiosa, constantemente buscaba jugar con Chuya y a mi me buscaba simplemente para preguntar la razón de todo, desde el cielo azul hasta porqué estaba enamorado de Chuya.

Respondí a todas sus preguntas, y especialmente a la que tenia que ver con Chuya, lo hice en voz alta y clara para que él también escuchase la respuesta y me regalase su hermoso sonrojo.

"Es debido a sus ojos, son hermosos" comencé "y tiene un buen trasero" eso provocó su risa. Y esto también me llevo a un regaño de parte de Chuya, al parecer eso no era una razón justificada de amor que debía decirle a una niña.

"mi padre también tiene ojos hermosos" me dijo ella.

"tu padre es raro" le respondí a la pequeña

"además de que es un enano simplemente hecho para mi" le dije en voz baja a la niña, ella me regaló una sonrisa y llevo sus ojos hacia Chuya, los mismos ojos de Atsushi.

Y parecía que esa respuesta si era convincente para ella, la verdad es que ni siquiera yo podía responder esa pregunta, solamente mi cuerpo por completo sabía que debía ser Chuya, que él era la persona que amaba, ni siquiera debía pensarlo.

Todo en mi interior había terminado por elegirlo.

La niña se dio por satisfecha y corrió en dirección a su padre, solté una risa al ver a Chuya, sonrojado y con el ceño fruncido. Me sorprendí al recibir un beso de su parte en vez de un regaño rápido.

Me sorprendí aun mas al ver las habilidades de Akutagawa como padre.

Pero lo que realmente me preocupó era el sentimiento que nacía en Chuya con tal fuerza que llegaba a mi, un sentimiento de añoranza al ver a esa niña, durante toda nuestra estadía en aquella isla, él se había encontrado pensativo y bloqueando dichos pensamientos de mi intromisión.

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora