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Dazai

Siempre había sido agradable quedarme en compañía de Chuya en lugares completamente oscuros, pero debía admitir que esa era la ocasión que menos agradable se me hacia.

Escuchaba su respiración jadeante a mi lado, yo había insistido en tomar su mano para no separarnos en esa profunda oscuridad, aunque él hubiese insistido en que eso era algo estúpido y que solamente deseaba tocarlo, lo cual también era verdad.

Aunque las cosas fuesen desconocidas y un poco tensas entre nosotros en ese momento, no me importaba realmente terminar por aprovechar el momento con Chuya, ambos sabíamos que nos correspondíamos hasta cierto punto, un punto ambiguo, pero lo hacíamos.

Respirar era dificultoso, después de todo, nos encontrábamos bajo tierra, ni siquiera sabía con certeza cuantos metros, el aire era pesado. Escuchaba a Chuya terminar por quejarse en mas de una ocasión, el calor no hacia mas que aumentar.

Podía notar como las energías de Chuya disminuían un poco y yo estaba bastante dispuesto a ayudarlo a despertar.

Solté por un momento su mano, él no le dio importancia y continuó con sus pasos, entonces toqué su trasero, no era primera vez que lo hacia, era agradable hacerlo, Chuya se tensó en respuesta, de inmediato sentí un golpe en mi pecho.

- ¿Qué demonios?

- Ya que no quieres que tome tu mano, pensé que te haría feliz que cambiase se agarre

- ¿a mi trasero?

- Solo me aseguro de que estés bien, lo hago por ti Chuya, no es nada, continúa caminando

- Ya ni siquiera deseo discutir contigo – me soltó, solté una pequeña risa

Y eso también me ayudaría a mi mismo a controlarme. Encerrado en una cueva con Chuya, un lugar con poco aire, él se encontraba jadeando y sudando, su aroma estaba a flor de piel, intenso, llegaba a mi con una intensidad lo suficientemente fuerte como para hacerme desear con locura acorralarlo contra la superficie plana mas cercana y hacer que nos perdiésemos en esa oscuridad.

Al menos habíamos tenido la suerte de poder encender una antorcha antes de terminar por entrar, aunque el fuego no ayudaba demasiado, en nada ayudaba, la oscuridad y el color tenue rojizo de la antorcha solamente hacían que Chuya se viese mas tentador de lo que ya era de forma natural.

Solté un suspiro. Debíamos apresurarnos y salir de ese túnel.

Había realizado muchas investigaciones en cuanto me había enterado del cambio de planes, en minutos ya estaba en los barrios bajos de esa ciudad adquiriendo información sobre los túneles y cuevas que se encontraban alrededor de la esfinge, no fue fácil, muchas personas habían explorado los túneles, sin embargo, era una zona a la cual evitaban acercarse para evitar encuentros con los policías.

La información fue costosa, pero la obtuve, y estaba en un seguro de que era confiable en un porcentaje alto, lo suficiente como para aceptar el traer a Chuya hasta ese lugar, de lo contrario, desde un inicio hubiese cancelado todo el plan.

También podía admitir que era prácticamente imposible cancelar el plan si Chuya me entregaba una expresión como aquella, tan emocionado, un fuego en el mar de sus ojos. Algo tan vivo.

Notaba que él intentaba muchas veces ocultar esto, esa emoción que nacía en su interior en respuesta al peligro, realmente despreciaba que lo hiciese, que se forzase a si mismo a reprimirse, Chuya era mucho mas hermoso cuando tenia sus emociones a flor de piel.

Y esa noche esperaba ver bastante de ello.

Nuestros pasos causaban eco en el túnel, sin embargo, no nos llevó demasiado tiempo el terminar por ver una luz acercarse hacia nosotros con cada paso que dábamos, señal de que nos acercábamos a nuestro objetivo, o al menos a parte de este, aun debíamos recorrer parte del interior de la esfinge.

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora