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Dazai. 

Podía sentir lo mismo que sentía Chuya sin problemas, sabía lo que necesitaba esa noche y a pesar de que me moría de ganas por besarlo y acariciarlo de otra forma, en ese momento él no necesitaba de eso, así que reuní toda la información que tenia y conocía con respecto a lo que se debía hacer en momentos como esos, apoyar a alguien y servir como su pañuelo tenia una ciencia y estrategia que yo desconocía y mi experiencia era nula.

Pero eso Chuya no debía saberlo y tampoco debía llegar a enterarse de eso, al menos no en ese momento. Ese era el momento en que simplemente debía concentrarse en sacar de su interior todo.

Y yo solo guardaría silencio hasta que él dijese las primeras palabras, hasta que desease hablar. Acaricie la espalda de Chuya, su cuerpo perdía fuerza de forma lenta, sus ojos se encontraban cerrados y mi ropa húmeda, sabía que sería cosa de minutos hasta que terminase por dormirse de forma profunda.

Yo por mi parte había perdido por completo el sueño, acomode mi mentón en la coronilla de Chuya, su cabello me causaba un poco de cosquillas, sin embargo, me encontraba cómodo. Observé la ropa que había estado analizando Chuya, la verdad es que había despertado en cuanto él abrió la puerta, pero me quedé en silencio.

Y agradecía haber actuado, de lo contrario me hubiese perdido el ver a Chuya vestirse y desvestirse unas cuantas veces, observándose en el gran espejo que descansaba a un lado de la cama, había visto con anticipación a Chuya desnudo, pero siempre era agradable observar su cuerpo, unas lindas y precisas curvas en los lugares perfectos, además de una gracia natural para realizar cada movimiento, una forma elegante que tan solo él poseía.

Chuya se removió un poco entre mis brazos, toda esa elegancia y movimientos agraciados que tenía se perdían mientras dormía, lo cual también era sumamente encantador para mi. Lo acomodé mejor sobre la cama, recostándolo lentamente, de inmediato se encargó de acaparar toda la zona, estirar su cuerpo todo lo que este le permitía, acaricié su estomago a la vista debido a la nueva prenda, no pude evitar compararlo con un gato mientras dormía profundamente la siesta, en Egipto cada rincón se encontraba con un gato.

Sonreí un poco, Chuya ya no reaccionaba, se encontraba sumido en un profundo sueño.

Lo observé con detenimiento, sentí que un sentimiento volvía a mi, parecido al que sentía de forma constante cuando Chuya se había encontrado con su celo, algo cálido hacia remolinos en mi interior, tomé aire profundamente, un olor extraño comenzaba a invadir la habitación y no era Chuya, sabía eso, el aroma de él siempre era agradable y familiar, ese otro aroma nuevo no era algo que hubiese sentido con anticipación.

Me olí a mi mismo y solté una maldición, si ese era mi aroma, el que comenzaría a representarme en mi nueva naturaleza, entonces tendría que acostumbrarme, no es que me desagradase el aroma, pero sin lugar a dudas preferiría el de Chuya, una y mil veces.

Tomaría un baño a mitad de a noche y volvería a la cama junto a Chuya, probablemente no dormiría por el resto de la noche, pero podía comenzar a pensar sin descanso hasta llegar a algunas conclusiones con respecto al poco tiempo que me quedaba para saber que demonios era lo que tenia en mi interior.

Caminé hacia la puerta del baño dentro de esa habitación, en el camino fui deshaciéndome de las vendas alrededor de mi cuerpo. El baño era bastante grande, me desvestí rápidamente y me dejé invadir por la sensación del agua completamente fría, no me detuve en robar un poco de las fragancias que solía usar Chuya para ocultar su aroma, para esas alturas yo también deseaba borrar mi aroma.

"tal vez podría terminar por utilizar la joya y darle fin a todo eso, definirme de una vez por todas e incluso elegir"

"si es que la joya funciona y no es solamente una estupidez mas del desierto" me debatí

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora