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Dazai. 

Fui traído de forma rápida a la realidad, Chuya había dejado de jugar con el agua a la orilla de la playa, me había perdido en mis pensamientos, en las dulces memorias de nuestra breve visita a Egipto, además de la visita a Atsushi y su nueva familia, había sido un viaje agradable y, a pesar de llevar tan solo unos días en una nueva isla donde planeábamos pasar un periodo largo de tiempo, ya sentía un pequeño deseo de volver a visitarlos.

Solo un deseo pequeño. Nada mas que eso, y es que tenia mucho planeado para mi y Chuya, desde que habíamos llegado a esa isla, la cual habíamos deseado visitar desde hace algún tiempo, mi mente se había dedicado a pensar una y otra vez sobre cierto asunto que me hacia inquietar.

Y es que Chuya estaba interesado en los niños, tener uno propio, sabía que él me regañaría por referirme a un hijo como un gato a adoptar, no diré perro porque realmente me desagradan, pero la verdad es que no sabía con certeza como referirme al asunto.

Lo que sabía con mucha seguridad era que el tema se encontraba en nuestras mentes, sin embargo, no compartíamos lo que pensábamos al respecto. Y eso estaba dificultando un poco todo. Tenia unas cuantas teorías al respecto sobre nuestras probabilidades de paternidad, pero ansiaba conocer lo que pasaba por la mente de Chuya antes de realmente dejarme llevar por el tema.

Observé a Chuya acomodándose a mi lado sobre la arena, sus ojos perdidos en el mar, sus propios pensamientos creaban sombras en su mirada. Bien, tal vez ya era tiempo de jugar en serio, tomé aire para comenzar a hablar, sin embargo, Chuya se adelantó.

- Dazai, hay algo que deseo comentarte – comenzó, bien, me daría tiempo para pensar un poco – sé que hice algo malo, pero no quiero que te molestes

- Si dices eso empiezo a preocuparme – le respondí

- Cuando estábamos en la isla, con Atsushi, fui a ver un medico – esa fue la primera señal para que me tensase – solo tenía algunas preguntas de omegas – eso no me calmaba – nunca hemos tenido cuidado al tener sexo ni hemos tomado alguna medida, incluso en los celos, así que pensé que algo andaba mal conmigo

Entonces entendí de inmediato que estaba sucediendo, lo que yo había ignorado, la verdad es que mentiría si dijese que no me hubiese extrañado no ser padres con anticipación y de una forma no planeada, ambos habíamos actuado de forma irresponsable al respecto.

Tomé la mano de Chuya, no estaba molesto, pero un sentimiento extraño comenzaba a nacer en mi interior, y tristeza, eso si lo podía identificar, pero no provenía de mi, venia de Chuya.

- Creo que ya sé cual es el precio que debimos pagar por usar la joya – él me devolvió la caricia

- ¿es algo absoluto? – le pregunté a Chuya, él me observo por un momento, la sonrisa tranquila que me dedicaba no combinaba demasiado con su mirada triste

- Un no rotundo – me respondió – bueno, creo que ambos sabíamos que algo así sucedería por desafiar a los dioses o lo que fuese

- No me arrepiento, si te lo preguntas – dije de forma rápida, casi instantánea – seguiría eligiéndote y continuaría tomando las mismas decisiones – Chuya termino por reír un poco e inclinarse hacia mi, regalándome un beso breve en los labios, lo recibí gustoso

- Si, yo también – me respondió – solo pensé que tal vez nada sucedería en realidad, que tendríamos esa opción

- Podemos continuar desafiando a los dioses y seguir intentándolo – le dije de inmediato

- No sabía que la paternidad te emocionase – me dijo Chuya, como si dudase aún sobre el tema

- Supongo que todos llegamos a ese punto en la vida – terminé por decir de forma sincera

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora