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Dazai. 

Me quede inmóvil, completamente congelado y había perdido la cuenta del tiempo que llevaba en ese estado, mas bien, desde un inicio no había comenzado a tomar la cuenta, mi mente estaba confusa y me encontraba en un estado único que nunca había experimentado. Y era desagradable.

Pero la parte buena era que volvía a la normalidad, con cada segundo que pasaba todos esos sentimientos extraños desaparecían, esa ansiedad que me había visitado, ese deseo de prácticamente abalanzarme sobre mi supuesto ladrón, desaparecía todo eso.

Lo único que se había mantenido intacto en mi interior había sido su aroma, tan atrayente, lo reconocía, claramente lo hacia, había pasado días buscándolo para que él terminase por encontrarme realmente.

Y estaba recostado en el suelo de mi azotea, evitando algunos pensamientos, mis piernas y brazos extendidos, a pesar de ya encontrarme bastante bien, mi respiración era un poco irregular.

En ese momento desee morir, realmente, sabía que desde ese punto las cosas serian muy complicadas e incomodas, consideré seriamente correr hacia la casa de Oda en busca de una explicación, pero él solo me daría la explicación que no quería escuchar, la que sabía con certeza que era la verdad.

El solo escuchar aquello me quitaba todas mis energías.

De entre todas las ciudades tenia que venir a esta y encontrarme con él, debía pasar por todo eso, una parte de mi deseó cambiar de lugar con Oda, definitivamente él sabría que hacer con todo el desastre que se había formado, o mas bien que comenzaba a formarse.

Me puse en pie, sin importarme demasiado la hora que era, las estrellas brillaban con intensidad en el cielo, la luna se encontraba encantadora, podía inferir que dentro de pocas horas comenzaría a amanecer. Eso no me detuvo de salir de mi casa y dirigirme hacia la de mi amigo.

Salí de mi casa observando a mi alrededor, de forma cuidadosa, no deseaba volver a encontrarme con esa persona extraña que había entrado en mi casa, ni siquiera sabia si se trataba de una chica o no, mi cerebro se encontraba siendo entupido en ese momento, apenas pensaba, de lo contrario hubiese sido bastante fácil el identificar su primer genero. El segundo genero me había quedado bastante claro, era un omega y aunque me gustaba jugar con ellos, no me gustaba que ellos jugasen conmigo.

Cuando me encontré en la calle, una sola respiración me confirmó que esa persona no se encontraba cerca, de lo contrario lo sabría, claramente. Camine con pasos acelerados hacia la casa de Oda, sin saber del todo que era lo que me esperaba que me dijese, no había solución para algo como eso.

Sabia que vería en sus ojos un poco de diversión ante mi situación. Pero era la única persona en la que confiaba y con la que podría hablar sobre ello, buscar consuelo al respecto.

Entre en su casa de forma silenciosa pero acelerada, de inmediato me dirigí hacia la azotea, dormía allí, en cuanto subí y vi su silueta en su cama, entre los velos y mantas, comencé a llamarlo, en voz alta, en ese momento no me importaba demasiado el despertarlo, yo estaba en un estado de confusión y necesitaba de mi amigo con urgencia, luego lo dejaría dormir todo lo que quisiese.

Me gané una expresión molesta en primera instancia, luego sorpresa.

- ¿Qué te pasa? – Me preguntó comenzando a despertar

- Algo muy raro – dije de inmediato, sentándome sobre la cama

- Te ves como un loco – me comentó

- Si, bueno, acaba de pasar algo

- ¿te encontraste con el chico que te buscaba?

- ¿Qué? ¿Cómo sabes sobre eso?

Como el océanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora