Capitulo 15-Revelar.

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Cuando aprendes a jugar con fuego ya no sabes cuándo parar y si debes hacerlo.









Esa mañana se removió algo cansada sobre las sábanas, y se encontró desnuda entre unos brazos, que consideró que eran bastante cómodos, parpadeo un par de veces tratando de alejar la pesadez hasta que se vió reflejada en otros ojos, en una mirada que destellaba algo muy brillante. Y como si de un balde de agua fría se tratara, volvía a la realidad, ese hombre estaba desnudo junto a ella en una misma cama, abrió los ojos muy grandes y él le sonrió de una manera que le aceleró el corazón.

—Buenos días Victoria...—Acarició su espalda, trataba de buscar algún indicio en ella.

—Buenos días...—Logró murmurar segundos más tarde, no sabía se alejarse, subirse la sábana hasta el cuello o quedarse tan quieta como nunca antes y no decir nada.—que hora es.

Heriberto la sentía tensarse.

—Temprano, muy temprano.

Lo miraba fijamente, la forma en que en él lo hacía le derretía cualquier barrera, no habían dudas ese hombre era un peligro para su corazón, aunque quizás ya era tarde.

—Debo irme.

—¿Tan pronto?

Victoria sonrió un poco bajando la mirada.

—¿Te parece poco? Pasamos toda la noche...—Se detuvo algo sonrojada.—creo que me quedé lo suficiente.

Para él ya no era suficiente, quería más y no se refería a algo carnal, iba más allá que eso.

—¿Te arrepientes?.—Dijo para que lo mirara nuevamente.

Ella pareció debatirse, subió la mirada y negó con la cabeza.

—No, estuve conciente de todo lo que pasó, yo quería y por lo mismo aún sigo aquí.—Se alejó un poco de él.—no voy a negar que...me gustas, pero esto no significa nada.

—Victoria.—Protestó.—para mi sí.

—Es una pena.—Lo besó en los labios y salió de la cama cubriendose completamente con la sábana.—debo regresar.

¿Que estaba pasando? No entendía nada a esa mujer.

—Victoria.

Pero ella salió de la habitación en busca de todas sus cosas, cuando estuvo sola maldijo en silencio, le dolían las piernas, no se quejaba en lo absoluto de la noche que había tenido, pero habian hecho el amor tantas veces en la madrugada que las repercusiones eran notarias.

Un par de minutos después ella estaba casi lista y Heriberto salía en busca de respuestas.

—¿Podrías llamarme un taxi?.

Él se metió las manos en los bolsillos, no se había molestado en ponerse alguna camisa y Victoria no disimuló en remirar demás. Su pecho parecía fuerte y tenía unos brazos bien formados, se reprendía mentalmente por no haberlos acariciado la noche anterior.

—Yo te llevo.

—Prefiero que no.—Apartaba la mirada.

—¿Porque no?.

—Porque necesito tranquilidad y tú me perturbas.—Terminaba de arreglarse.—Gracias por dejarme quedarme.

Heriberto se acercó a ella e hizo que lo mirara a los ojos.

—Que significó esto para ti Victoria, dime qué pasa por tu mente ahora mismo.—Le pidió tratando de comprender que sucedía.

Ella respiró profundamente, era algo que ni siquiera ella sabía.

—Ni yo lo sé, puedes estar seguro de que no me arrepiento de esto que sucedió entre los dos, soy mujer siento cosas y tú me haces sentir... maravillas, pero necesito pensar.

Él acarició su mejilla y ella cerró los ojos unos instantes.

—¿Vez? Siempre negaste sentir algo por mi.—Alegó esperanzado y con el corazón latiendo muy fuerte.

—No te hagas ilusiones.

—Yo no voy a negar que me gustas Victoria, me encantas como mujer, tú forma de ser me vuelve loco, en todos los sentidos.—Ella sonrió un poco.—pero tengo que confesar que más allá de todo eso estoy enamorado de ti.—Su sonrisa se apagó completamente.

Su mente estaba en blanco, no lo podía creer, tenía que salir de ese lugar de lo contrario no estaba segura de lo que podría pasar.

—Yo no...Heriberto no quiero que pienses cosas que no son, me encantó estar contigo pero no estoy lista para entrar en una relación, ni siquiera me he divorciado, no puedo hacer esto.

Tomó su bolsa del piso y contó hasta díez mentalmente para retomar su papel inalcanzable.

—Dejame intentarlo Victoria, solo te pido que me dejes verte y que pase lo que tenga que pasar, si realmente después ya no quieres verme lo entenderé.—Insistió, no se daría por vencido.

—No estoy segura de esto, solo te pido que no habrás la boca Heriberto lo haces y haré que te muelan los dientes a golpes, lo digo enserio.—Dijó al verlo con ganas de reír.—llama al maldito taxista.

—Como la dama diga.






Media hora después cerraba la puerta de su casa tras de sí y como si todo lo que había tenido esa mañana no fuera poco, Osvaldo estaba parado junto a Maximiliano en la sala, los dos cruzados de brazos.

—¿Dónde estabas Victoria? No llegaste a dormir y mira la hora en la que regresas.—Señalaba el reloj de la pared.

Ella arrojó la bolsa en uno de los sofás y lo miró fijamente.

—No tengo porque dar explicaciones de las cosas que hago a ninguno de los dos.

—Nunca habías dormido fuera.—Le reprochó el muchacho.

Victoria bajó la mirada unos instantes, pensando en lo que diría.

—Tu padre nunca me había engañado y lo hizo.—Osvaldo tenso la mandíbula.

—Victoria por favor.—Protestó.

—¡Victoria y un Cuerno!.—Exclamó indignada.—No tienes por qué estar aquí Osvaldo de una vez te lo digo.

Él dió un par de pasos hacia ella.

—Estaba preocupado por tí, ni siquiera avisaste que no regresarías, por lo menos lo hubieses hecho ¿No? O es que ahora quieres hacer todo lo que no pudiste cuando estabas conmigo.—Dijo enojado.

Ella sonrió déspota, alzó la barbilla y lo fulminó con la mirada.

—Ni siquiera llamaste mamá.

—Quizas debí avisar pero fue algo que se me presentó de repente, y sabes que Osvaldo, sí, de ahora en adelante haré todo lo que no pude contigo, voy a decirme a mi, a mi felicidad y si eso te duele.—Lo señalaba.—Firma los papeles del maldito divorcio de una buena vez, no voy a regresar contigo ¡Acéptalo! Ya no te quiero en mi vida.

Maximiliano y estaba sorprendido ¿Que te estaba pasando con su madre?.

—Donde estuviste toda la noche.—Exigió saber.

Victoria se pasó las manos por el rostro frustrada, solo quería cerrar los ojos y desaparecer por algunas horas de esa realidad.

—Miren estoy cansada, no estoy para estos numeritos tan absurdos.—Caminaba con intenciones de irse.

Osvaldo se giró apretando los puños.

—Pasaste la noche con él Verdad.—Soltò sin más.

Victoria se detuvo casi a mitad de las escaleras con el corazón apresurado. ¿Quien demonios se creía que era?

















«Quizás el caballero en brillante armadura que te enamoró, no era más que un idiota envuelto en papel aluminio.»

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora