Capitulo 14-Entre el cielo y el infierno.

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Alguna vez llegamos a sentir que nuestro mundo se cae a pedazos, estamos confundidos y quizás con la mente en blanco, pero cuando menos lo esperamos la vida nos sorprende.

El corazón de Heriberto se aceleró más de lo inusual, quizás era una mala pasada gracias al alcohol, sin embargo, quería creer que era lo que realmente sentía.

—Repitelo.—Le pidió mirándola fijamente a los ojos.

Ella dejó escapar todo el aire contenido, toda esa angustia e inseguridades ya no hacían parte de ella, quizás era el alcohol en su sistema, pero ya no podía callar lo que tanto deseaba esa noche.

—Quiero, necesito que me hagas el amor.—Se sonrió un tanto tímida.—Ahora y antes de que me arrepienta.

Heriberto no esperó una palabra más para tomarla de los hombros y besarla con toda la pasión que había contenido bajo la mesa esa noche, sabía a gloria, ella era la gloria, el beso era fogoso, hambriento de todas las ganas que ambos se tenían.

Victoria tiró su bolsa sin siquiera fijarse en nada, solo deseaba sentirlo, que se fundiera en su interior y poder apasiguar todo ese fuego que la estaba consumiendo por dentro, se aferró a él y profundizó aún más el beso, las manos de Heriberto comenzaron a rondar ansiosas por todo su cuerpo, subía y bajaba acariciando todo a su paso, la temperatura comenzó a subir y con ella las ganas de arrancarse toda prenda que cubría sus respectivos cuerpos, él la levantó en brazos y Victoria se colgó de su cuello, en ningún momento dejaron de besarse, era como una necesidad sentir sus bocas tan juntas, la respiración ya estaba descontrolada, sus pechos subían y bajaban con algo de dificultad. Heriberto caminó con ella hasta su habitación con mucho cuidado para no tirarla en el camino, cuándo cerró la puerta tras de él su cuerpo se erizó, ya no habría vuelta atrás.

La bajó junto a la cama mientras separaban sus labios con pequeños besos.

—¿Estás segura?.—Seria la última vez que la cuestionaría, no quería creer que todo era gracias al alcohol, la deseaba a reventar.

Ella se alejo un poco y bajó el cierre de su vestido, respiró hondo y lo dejó caer con lentitud hasta sus pies. Heriberto parecía estar hipnotizado, la miraba con las pupilas dilatadas, ya no podía ocultar el gran bulto que gritaba entre sus palabras lo ansioso que estaba por fundirse en esa mujer. Victoria dejó los tacones a un lado y se encogió de hombros.

—¿Te queda alguna duda?.—Murmuró con sensualidad.

Él no podía quitarle la mirada de encima, sus senos estaban cubiertos por un fino encaje que mostraba más de lo debido y la pequeña vértice entre sus  piernas estaba casi expuesta, la tela era casi transparente. Sí todo aquello era un sueño entonces quería morir soñando, porque no quería volver a despertar, cada parte de ella antes sus ojos era perfecta, sobrepasaba cualquier expectativa.

La tomó de la cintura y algo en él se incendió. Ella se aferró a su cuerpo mientras le entregaba los besos más apasionados que había dado durante toda su vida, esa vez era diferente había algo que no lograba entender y que sin duda alguna cambiaría su manera de ver las cosas, los besos no eran suaves, era como si quisieran comerse, como si fuese una sed que nunca se agotaba. Heriberto la apretó contra su cuerpo y ella jadeo al sentir la fuente de su desdicha, estaba duro y más que listo para recibirla. Unas manos inquietas dejaron caer la prenda de encaje que cubría los majestuosos senos de Victoria, no eran muy grandes pero para él eran más que perfectos. Se despejó de su ropa hasta quedar a la par con ella, ya no podía ni quería controlar las ganas que tenía de hacerle el amor, tantas noches deseandola en silencio que ahora que la tenía a su Merced no la dejaría ir.

Ella tragó en seco mientras lo examinaba de pies a cabeza, ese hombre estaba en sus mejores tiempo, su pecho era ancho y bien formado, se preguntaba que sensaciones despertaría si llegaba a tocarlo o en todo caso reposar sobre el, escuchar el latir de su corazón o mejor aún, dormir entre sus brazos hasta olvidarse de la realidad en la que vivía. Bajó la mirada y se encontró con algo que le apresuró la respiración, las alarmas en su cabeza hicieron revuelo sin embargo, no quería detener lo que tanto ansiaba por sentir.

—No me mires así.—Le advirtió tomándola del rostro.—me harás perder la razón.

—No me importa.

Victoria comenzó a besarlo, sus labios eran una adicción, era como si no pudiera dejar de probarlos, sus lenguas danzaban a la par hasta que una mano escurridiza se introdujo con lentitud entre la vértice entre sus piernas. Un gemido escapó de sus labios y toda su piel se erizó.

Heriberto la recostó sobre la cama, subió con besos húmedos desde los pies hasta llegar peligrosamente al final de sus piernas, depósito un par de besos sobre el pequeño trozo de encaje y lo fué bajando hasta tirarlo al piso, Victoria apretó las sabanas con las manos, el corazón se le quería salir del pecho. Él subió hasta su boca y la besó con pasión, ella lo tomaba de los hombros mientras sus cuerpos hacían fricción, era una sensación desbordante.

Heriberto comenzó con besos por todo su cuello, dejando un sendero de besos ardientes hasta llegar al valle de sus senos, tomó un pezón entre sus dientes y lo chupó un par de veces, como si quisiera devorarlo, Victoria lo tomaba del cabello para que no se detuviera, los gemidos no se hicieron esperar por toda la habitación, era como música para los oídos de Heriberto, tomó el otro chupándolo un par de segundos, su sabor era exquisito, estaban tan rosaditos que seguramente quedarían marcas al día siguiente, depositó un beso en cada seno y bajó repartiendo besos por todo su abdomen, cuando llegó hasta la fuente de todos sus deseos exhaló con fuerza, ¿Cómo no poder la cabeza por esa mujer? Separó las piernas de Victoria y le respiró muy cerca, ella se removió inquieta en la cama, sabía algo muy fuerte se avecinaba y sin previo aviso sintió como se hundía entre sus piernas y unos labios comenzaban a besarla sin compasión, su cuerpo se llenó de un calor extraño y los jadeos comenzaron a salir con más fuerza de su garganta, creyó que en cualquier momento enloqueceria de placer, cerraba los ojos experimentando una electricidad que subía y bajaba por cada uno de los huesos de todo su cuerpo.

Heriberto la saboreó por un par de minutos, hasta que sintió que ya estaba lista para recibirlo y cuando su protuberancia estaba por estallar, subió nuevamente hasta su boca tomándola de las caderas con firmeza se separó un poco de su boca y la miró fijamente a los ojos, se frotó contra ella hasta hundirse en su interior de un solo golpe.

Victoria jadeó fuerte, cerró los ojos y se abrazó a él.

—Estas tan estrecha...—Susurró con voz ronca contra su oído.—me vuelves loco Victoria.

—Y tú lo tienes muy grande...—Logró decir algo agitada.

Heriberto atrapó con los dientes su labio inferior y comenzó moverse con algo de suavidad para que pudiera acoplarse a él, no obstante pasados un par de segundos los besos que se daban ya derrochaban fuego y el Vaivén de sus caderas era cada da vez más fuertes, Victoria ya no controlaba los gemidos que se escapan de sus labios, eran tan altos como el sonido de sus pieles al chocar, clavaba las uñas en la espalda de Heriberto inconscientemente, para era no existía nada a su alrededor, solo estaban ellos dos volando por algún lugar exótico dónde la realidad no existía o por lo menos no en un tiempo limitado, cuando creyó que acariciaba el cielo se refregó contra su pecho experimentando el éxtasis con él, dió unas cuantas arremetidas hasta caer agotado sobre ella, no lograban controlar la respiración, mientras eso pasaba los dos se abrazaron en silencio dejándose llevar por lo bien que se sentía estar entre sus respectivos brazos, era algo...que no tenía explicación y que sin lugar a dudas, uno de ellos sabía a qué se debía mientras que el otro se cerraba a cualquier posibilidad, aunque ya era tarde para tratar de matar cualquier sentimiento.













«Hay personas con las que conectas. A las que miras a los ojos y sabes que tenía que suceder, que debían conocerse, que debía ocurrir. Y no se si es el destino o una puñetera casualidad. Pero no concibo una vida en la que no existas. No concibo una mañana sin tí.»

La Dama De Hielo. V&HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora